Madonna y Banderas desvelan su 'Evita'
ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS
, Madrid
«Éste es el año de mi vida. He tenido dos bebés: mi hija y Evita». Con esta afirmación en la boca, la cantante Madonna entró ayer en un cine de la Gran Vía de Madrid para asistir, junto a Antonio Banderas, al preestreno del musical que interpretan juntos. Fue una de las galas más espectaculares que ha vivido nunca la céntrica calle madrileña. Miles de personas, acordonadas por al menos un centenar de policías, esperaban desde la tarde a las estrellas, a las que recibieron con gritos y aplausos. Banderas y su mujer, Melanie Griffith, incluso salieron al centro de la carretera para devolver el saludo. Madonna, envuelta en un falso abrigo de leopardo, afirmó, señalando a la calle: «Nunca podré cansarme de todo esto».
![]() preestreno de Evita en Madrid. (EFE) | |
«Esta película es estupenda; si no, ¿por qué habría venido aquí tanta gente?», dijo la estrella con mirada pícara. Mirando a los ojos a las cámaras, Madonna demostró quién es y por qué está donde está. Su sonrisa -el rasgo más infantil de su rostro- contrastaba con las joyas de señora opulenta que lució. Su bolso, adornado con etiquetas de colores, era el otro guiño infantil de la estrella que, a sus 38 años y vista de cerca, parece más una revoltosa jovencita jugando a matrona que una mujer madura intentando disimular su edad.
Si el recibimiento a Madonna fue espectacular, el de Antonio Banderas y Melanie Griffith no tuvo nada que envidiarle. El actor, con el dominio de las tablas que últimamente le caracteriza, incluso se permitió colocarse en medio de la Gran Vía para levantar los brazos y bañarse a gusto entre la multitud.
Los admiradores, a pesar del frío, hasta sudaban. Incluso la espera fue una fiesta: habían podido ver de cerca a personajes tan opuestos como el cineasta Pedro Almodóvar («Evita me parece un personaje fascinante y Madonna, ¿a quién no le gusta Madonna?», afirmó); el presidente del Atlético de Madrid, Jesús Gil; la cantante y actriz Sara Montiel, o el presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón.
Sin nostalgias
Antonio Banderas estaba en Madrid desde por la mañana para presentar junto al director de Evita, Alan Parker, la versión cinematográfica que han realizado de la ópera pop que en 1976 escribieron Andrew Lloyd Weber y Tim Rice y en la que el actor interpreta al narrador de la historia (el Che Guevara en la versión teatral). «Vivo el presente sin nostalgias, pero no me considero un Hernán Cortés: no he quemado mis naves», señaló por la mañana el actor, quien anunció que acaba de fundar una productora que, según él, le devolverá al cine europeo.
Banderas y Parker defendieron la visión que de Eva Duarte ofrece el filme. Evita será estrenada en las salas comerciales españolas el 24 de enero y sólo será proyectada en versión original (en sus dos horas de metraje únicamente hay un diálogo de cuatro palabras). El actor, explotando su imagen de estrella latina, se presentó ante los periodistas con una camisa blanca abierta que dejaba ver sobre su pecho una gruesa cadena de oro. En sus manos y brazos, anillos y pulseras. Y, como remate, un chaleco negro de piel de borrego. Banderas -otra vez dominando la escena- bromeó, se dejó fotografiar con una espontánea que se coló en la sala, salpicó su intervención con puntualizaciones en inglés y, para relajar el ambiente, hizo alguna concesión a sus orígenes dejando escapar su acento andaluz.
El actor es en el filme, según afirmó ayer, «la conciencia crítica de Argentina, un personaje irónico, que tiene sentimientos encontrados sobre Eva». Parker dijo que desde el principio tuvo claro que Banderas podía dar la talla como cantante. «Le admiro mucho como actor y sabía que podía cantar». «A mí», añadió Banderas, «más que mi voz, me preocupaba el arco dramático del personaje». Sobre la decisión de quitarle al personaje la referencia iconográfica con el Che Guevara, Banderas admite: «Fue un alivio».
Evita presenta a Eva Duarte como una mujer que, a pesar de su desmedida ambición, parece más entregada a la causa de su pueblo que a la suya propia. «He realizado una película equilibrada», afirmó el director cuando se le recriminó el retrato excesivamente épico que ofrece de la mujer de Juan Perón. «Esta película se llama Evita, y no Juan. De todas formas creo que también he reflejado la parte negativa del peronismo. He leído mucho sobre el tema pero la película es un musical, no un análisis político». Banderas, que no quiso dar su opinión personal sobre Eva Duarte, dijo: «Para el mito de Evita lo mejor que le pudo pasar fue morirse a los 33 años».
Rodaje «claustrofóbico»
El actor definió el rodaje del filme como «claustrofóbico. Todo nuestro trabajo estaba predeterminado por las canciones. Alan Parker nos dirigió más en el estudio de grabación que en el escenario del rodaje». «La emoción, el corazón de la película está en la música», dijo el director .
La banda sonora se grabó durante tres meses en Londres y las imágenes se rodaron en Hungría y Argentina. El rodaje en Buenos Aires estuvo rodeado de polémica: pintadas en la calle e incluso amenazas de muerte contra Madonna. «Ella lo pasó muy mal», señaló Banderas. «Pero me parece muy importante el debate interno que sobre la libertad de expresión se generó en Argentina a raíz de la película».
Sobre el paralelismo que desde el inicio del proyecto se ha establecido entre la cantante y el mito argentino, el actor opinó: «Creo, aunque Madonna puede contradecirme, que entre ella y Eva Duarte hay muchas similitudes. Son mujeres que empezaron muy abajo y que han logrado mucho poder. Provocan opiniones muy encontradas y ambas han generado un monstruo que ni siquiera ellas pueden domesticar».
La crítica hasta ahora defiende Evita y dice que la cantante está como nunca (sólo en Argentina ha sido adversa). Madonna aspira en su país a un Globo de Oro por la película (que está elegida para otros cuatro más, en uno de los cuales se incluye a Banderas), y en Inglaterra los críticos han sido unánimes: «Madonna ha nacido para interpretar a Eva Duarte, se merece un Oscar»; «está, simplemente, soberbia».
E. F.-S.
, Madrid
Madonna, la mujer que controla su cuerpo a capricho, que respira al ritmo de la moda, que persigue el escándalo con sus juegos de diva del sexo, tiene desde hace años una personal cuenta pendiente con Hollywood. Desde que inició su carrera musical, la cantante ha deseado pasar de estrella del videoclip a estrella del cine. Pero, hasta ahora, de sus nueve películas sólo su primer trabajo, el filme independiente Buscando a Susan desesperadamente (1986), fue un acierto. Pero entonces Madonna interpretaba a Madonna, la promiscua rockera de barrio que todas las adolescentes querían imitar y que los yuppies secretamente deseaban.
Pero esta poderosa italoamericana de 38 años -que juega a ser caliente y en realidad tiene una calculadora en el cerebro que utiliza para enmascararse ante todo el mundo- parece desde entonces obstinada en buscar una identidad. En tan sólo 10 años, su fachada ha sufrido tantos brochazos que ya nadie sabe si mira a una escandalosa rockera, a una infeliz niña pija, a una atormentada católica o a una diosa del sexo. Hoy, disfrazada de reina-madre, Madonna dice que vive su mejor momento. Algo que el propio Antonio Banderas confirmó ayer: «Creo que éste es el último cambio de Madonna, el definitivo, y he tenido el honor y la suerte de trabajar con ella precisamente en este momento de su vida».
Nadie le niega a la cantante ese privilegio, aunque parece que no bastará su nuevo look para convencer a sus admiradores y detractores de que la piel que ahora exhibe es la definitiva.
«Lo he dado todo»
Desde que comenzó el rodaje, Evita se ha convertido en la oportunidad para zanjar su cuenta pendiente con el cine. «Hasta me han acusado de quedarme embarazada para lograr publicidad», declaró indignada durante el rodaje. «Ha sido muy duro, he pasado mucho miedo por mi bebé. Durante el rodaje, el embarazo controló mi cuerpo más que yo», explicó también. «Pero lo he dado todo».
Madonna escribió de su puño y letra una larga carta a Alan Parker pidiéndole el papel de Evita, y el cineasta confiesa que no pudo decirle que no. Ni la voz de Barbra Streisand o el talento de Michelle Pfeiffer -dos de las candidatas que más ansiaban el papel- fueron suficientes contra el poder de la ambición rubia. Ayer, las horas que Madonna pasó en Madrid fueron suficientes para detectar por qué el instinto y la fuerza de esta mujer son capaces de apoderarse de todo lo que se le pone entre ceja y ceja . Hasta el mito de Eva Duarte parece ya pequeño para ella y quizá por eso antes de despedirse dijo ante las cámaras: «Me vuelvo a Nueva York, ya ha llegado la hora de olvidar a Evita».
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