Viernes
5 Febrero 1999 |
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El
perro del hortelano
Dirección: Pilar Miró
ÁNGEL FERNÁNDEZ-SANTOS
En el cine inglés y estadounidense las adaptaciones de Shakespeare
abundan y se anuncia una oleada de filmaciones integrales. Con menor frecuencia,
esto también ocurre en otros países, pero en España,
donde contamos con un arsenal de dramas de hermosura incalculable, el recurso
al clasicismo era hasta ayer tabú. Nadie daba de antemano una mala
moneda por el destino de este enloquecido proyecto (así lo
definió un experto); y tal vez esto sonó en su rodaje,
pues éste vivió alteraciones que, vistas desde fuera, parecían
contaminadas de derrotismo con olor a chamusquina, que tal vez llegó
hasta la cocina del último festival de San Sebastián, donde
el perro fue desviado de la sección oficial a la programación
complementaria y así cercado por el silencio, en favor de otro filme
dirigido por Miró, Tu nombre envenena mis sueños,
con vaticinios bancarios más optimistas, pero de estatura artística
muy inferior.
Han tenido que desvelar la belleza del perro en un festival argentino,
donde ganó hace un par de semanas el gran premio, para que aquí,
casi en sobresalto, nos percatemos de que es, además de una célebre
leyenda de nuestro verbo escénico, una ágil, divertida y
expertísima comedia, que pone en el espectador una sonrisa que no
hay manera de quitarle hasta que lo que ha visto y oído en la pantalla
se borra de su retina. Una delicia hecha por sus creadores en una, aparentemente
suave, pero en realidad torrencial, conjunción de buen gusto, comedimiento
y conocimiento de lo que hacen.
Oí hace poco refutar en mazazo la patraña con que un amo
de Hollywood justificó que no se estrene en su país cine
europeo. Dijo: «Al público americano no le gusta». «En
América hay muchos públicos, ¿a cuál se refiere
usted?». «Al de Minnesota, por ejemplo». «¿Cuántos
filmes europeos se han estrenado en Minnesota los últimos 10 años?».
«Ninguno, que yo sepa. Le he dicho que allí no gustan».
Y el mazazo: «Si ustedes dejan que programemos en Minnesota 20 películas
europeas dobladas y distribuidas bajo nuestra supervisión, como
ustedes hacen en Europa, le convoco a que repita dentro de un año
que en Minnesota no gusta el cine europeo». «No comment»
, respondió la boca, cerrada por una sonrisa helada, del capitoste
californiano .
Tampoco habría nada que comentar si esa refutación se
trasladase al vaticinio (como poco cavernícola) con que algunos
entendidos
amenazan a este apacible perro. Porque su, según ellos, seguro
fracaso sería éxito seguro si cada año el público
español fuera familiarizado por sus abastecedores de imágenes
a ver y oír maravillas de nuestro idioma, a condición de
que estén hechas y dichas como este prodigio de elocuencia de Lope,
Suárez, Miró, Aguirresarobe, Gómez, Amo, Gea, Conde,
Moreno, Alonso y demás bordadores del precioso juego que nos regalan
y que, si aquí se reiterase y ritualizase, tendría más
que garantizada audiencia propia y no propia.
Y queda agradecer a los creadores del esplendor de este perro su vivificador suicidio. Que cunda y que los cementerios de nuestro cine se llenen de cadáveres como éste, que revientan de vida. Fecha de la crítica: 29/11/97
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