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El
secreto de los papeles del general Veinticinco
años después de la muerte del
dictador,
parece abrirse, por fin, la posibilidad de una consulta normalizada de
su archivo personal, que esconde muchas de las
claves políticas
del régimen JAVIER
TUSELL En
torno a septiembre de 1962 el primo y secretario de Francisco Franco notaba
a su pariente, para quien trabajaba, "obsesionado". La reunión europeísta
de Múnich, en el verano pasado, le había irritado profundamente
en especial porque creía que Don Juan había estado implicado
en ella; repetía insistentemente que no podía llegar a reinar
en España porque eso equivaldría a la implantación
del comunismo en corto plazo. En mayo había tenido lugar la boda
de Don Juan Carlos y Doña Sofía en Atenas pero, a pesar de
que el Príncipe había ya habitado en La Zarzuela -que seguía
teniendo a su disposición- no volvía a España. Franco
le veía "supeditado" a la política de su padre. Habló
con su confidente de una solución alternativa, podía ser
Don Alfonso de Borbón Dampierre "si no se arregla lo de Don Juan
Carlos". Tanto le preocupaba la cuestión que escribió un
borrador que permaneció ignorado por todos. Se trataría de
imponer a Don Juan la abdicación y a su hijo la "identificación
absoluta"; a Don Alfonso habría que "ponerle a prueba". Si todo
ello no bastaba modificaría la Ley de Sucesión de 1947 estableciendo
una regencia de diez años de duración que sería desempeñada,
a su muerte, por quien consiguiera el 51% de los votos.
Las
líneas que anteceden explican el interés, incluso para el
momento actual, que tiene el archivo de Franco donde se encuentra el borrador
citado. En cierta manera, sin embargo, este documento es excepcional porque
la mayor parte de la información del archivo no tiene ese carácter
íntimo: el general no llevó un diario y no debe haber escrito
textos de ese género sino en contadas ocasiones. La mayor parte
de los 25.000 o 30.000 documentos que existen en su archivo son informes
de las más diversas procedencias, algunos de ellos de muy relativo
interés. De ellos cabe decir que tienen un carácter oficial:
sólo se podría justificar que los primeros permanecieran
en una institución de carácter privado. La inmensa mayoría,
en cambio, son los de la Administración. Pero, en el caso de Franco
como en el de Maura o Primo de Rivera, se adoptó el criterio de
considerarlos como de carácter privado y están en manos de
una Fundación que recibe el nombre del anterior jefe del Estado. Con ellos, tan sólo no se puede escribir ni la biografía de Franco ni tampoco la historia del franquismo pero, al mismo tiempo, cualquier estudio del género mencionado estará inevitablemente lastrado de insuficiencias mientras la información que procede de este archivo no sea plenamente accesible. Esto quiere decir que, en definitiva, cualquier biografía del general Franco que haya sido publicada hasta el momento resulta, como mínimo, incompleta. En estricto sentido cabe decir que no es ni siquiera serio escribirla sin utilizar esos rastros documentales. El archivo de Franco sólo ha sido utilizado de forma completa por Luis Suárez Fernández, un conocido especialista en Historia medieval que fue director general de Universidades durante aquel régimen. Su interpretación es, desde 1uego, acentuadamente partidaria del mismo y, como se ha dicho, su dedicación cronológica no es ésa, lo que hace que no siempre pueda estar al día de las publicaciones de otros. Suárez publicó en 1984 una extensa obra en ocho volúmenes titulada Francisco Franco y su tiempo que es de indispensable consulta precisamente por haber tenido acceso a esos documentos, pero cuya interpretación es muy discutible por razones obvias. Nunca ha tenido, sin embargo, la pretensión de la exclusividad y en ocasiones ha servido de instrumento para que, a título excepcional, investigadores concretos hayan podido acceder a una parte pequeña de los fondos. El criterio de la Fundación en el pasado ha sido un tanto peculiar: ha permitido la consulta a historiadores no profesionales o extranjeros pero no, al menos de forma sistemática, a los nacionales. A comienzos de los años noventa empezó a publicar el conjunto de la documentación en sucesivos volúmenes, pero sólo se avanzó hasta 1944 y, a partir de este momento, la edición se detuvo hasta hoy. Conviene recordar lo que ha sucedido en otras latitudes. En Portugal los papeles de Salazar son consultables sin problemas en la Torre do Tombo, los de Mussolini están integrados desde hace mucho tiempo en el Archivio Centrale dello Stato a disposición de los investigadores. En España, los de Maura son consultables en una Fundación privada desde hace mucho tiempo e igual sucede con los de Romanones en la Academia de la Historia. El contraste entre esa realidad y lo que sucede en el caso de los papeles de Franco ha hecho que se tomaran diversas iniciativas, incluso por parte del Congreso de los Diputados. En su día -debió de ser en torno a 1979- el entonces diputado Enrique Barón logró que se aprobara una proposición para que se tomaran las medidas pertinentes para recuperar los diarios desaparecidos de Manuel Azaña. El autor de este artículo era entonces director general de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas; acudí a la Duquesa de Franco, que me recibió y que me aseguró que ignoraba que su padre hubiera tenido esos textos. Mucho tiempo después, siendo Ministra de Cultura Esperanza Aguirre, los descubrió y los entregó al Ministerio de Cultura y han pasado al Archivo Histórico Nacional. Éste fue el primer paso hacia una normalización que ahora, veinticinco años después de la muerte de Franco, parece más cercana que nunca. A mediados del pasado mes de septiembre, el Boletín Oficial del Estado publicó una orden ministerial en la que quedaba recogida una lista de entidades que recibían distintas subvenciones para clasificar o para informatizar sus archivos. Una de las que las ha recibido de mayor volumen es la Fundación Francisco Franco. Esto, sin embargo, no debe mover a suspicacias porque cualquier historiador sabe de sobra que esos fondos tienen un indudable interés objetivo. Además y sobre todo, en la lista de las entidades subvencionadas aparecen muchas otras que están en las antípodas ideológicas del general. Hay también una subvención para la Fundación Maura, que ha llevado a cabo una labor espléndida en el pasado sin ayuda alguna, pero sobre todo llama la atención que aparecen fundaciones relacionadas con muchas figuras relevantes del exilio intelectual (María Zambrano, Madariaga, Aub...) o de la izquierda política (Pablo Iglesias, Largo Caballero...). Sin embargo, quizá lo que resulta más significativo es que en un mismo bloque se haya subvencionado la clasificación del archivo de Franco y el de Radio España Independiente por parte de la Fundación de Investigaciones Marxistas. La idea es excelente y testimonia por parte de las autoridades culturales una disposición hacia la normalización del tratamiento histórico del pasado que no puede menos de merecer alabanzas. ¿Existe una actitud parecida por parte de la Fundación Francisco Franco? Sería, como es lógico, toda una paradoja inaceptable que esa fundación recibiera subvenciones y al mismo tiempo mantuviera una parecida actitud con respecto a sus fondos que en el pasado. Pero parece que no es así y que, un cuarto de siglo después de la muerte de quien fue jefe del Estado, el criterio es otro. La fundación está presidida por la duquesa de Franco y cuenta con tres vicepresidentes (el general Esquivias, el periodista Félix Morales y Agustín Castejón) y un extenso patronato en el que hay antiguos ministros de aquel régimen, como Fernández de la Mora y Utrera Molina. El gerente, Eduardo Fuertes, informa de que el propósito de la Fundación en la actualidad es abrir los fondos de la Fundación a la consulta de todos los investigadores, entregar al Archivo Histórico Nacional una copia de los mismos e incluso hacerlos disponibles por Internet. Con la ayuda de los expertos del Ministerio de Cultura van a hacer una nueva clasificación, más detallada, y, en el plazo de un año o año y medio, los papeles de Franco van a estar disponibles para la investigación. Es una buena noticia. De alguna manera cabe decir que en ese boletín oficial en que los papeles de Franco y los de Radio España independiente son tratados por igual concluyen la guerra civil y la transición. Y ambas desembocan en donde debían desde hacía tiempo estar, en la Historia. © Copyright DIARIO
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