Ese fantasma de la historia

Los alumnos de enseñanza media ven hoy a Franco como un oscuro suceso perdido en los programas de Historia. Los profesores recomiendan el estudio del franquismo como una vacuna contra las dictaduras 

JESÚS RODRÍGUEZ 

Franco?... ¡El Rey que había antes de Juan Carlos!". Veinticinco años que parecen un siglo. Francisco Franco es un fantasma. Un ente irreal, lejano, feo, ajeno a sus vidas. Entre Julio César y Napoleón. Les suena a poder e intolerancia. Una figura molesta; que no reivindica ni la derecha. Que no sale en televisión. "¿Franquista? Uno que no te deja hablar". Quizá por eso aún es más difícil que los tres millones de alumnos de enseñanzas medias sepan situarle en un momento preciso de la historia. 
 
 
 

Apertura de capítulo sobre
'La época de Franco' en un
libro de texto catalán.

"Franco, en las Navas de Tolosa"; "Franco, en las Cortes de Cádiz". No es una excepción. Para los españoles que nacieron en democracia, Adolfo Suárez es un desconocido. Y Tejero, la prehistoria. 

La excepción está en el País Vasco, donde los jóvenes aún detectan en el franquismo la raíz de su conflicto. El Instituto Ibarrekolanda, de Bilbao, fue durante los noventa un vivero de Jarrai. Hoy aparenta calma. Más allá. Una delegada de curso lanza en público: "En clase de euskera me han contado barbaridades de Franco, pero en casa me dicen que con él no había paro ni este vandalismo. ¿Con qué me quedo?". 

"Aquí no se ha olvidado; aquí no se ha dado cerrojazo; aquí hay gente que interpreta la situación actual desde la óptica del franquismo", explica Luis Manuel Díez, profesor de Historia en el citado centro. "Es que a los vascos Franco nos quitó mucho más que al resto", define un alumno. ¿Por ejemplo? "Nos arrebató nuestra lengua; nuestras señas de identidad", recalca una compañera. "Sí, pero no podemos estar eternamente escudándonos en el dictador", analiza un tercero. "Lo que quieras, pero para mí Franco es sinónimo de facha, y facha, de español", concluye un cuarto. 

Heridas abiertas. Para el resto del Estado, batallitas del abuelo. Dos perlas cultivadas sobre el caudillo. "La II República es el periodo que hay después de morir Franco". "En tiempos de Franco podías estar de marcha toda la noche sin problemas, porque no había delincuencia". También hay excepciones: el alumno de Bilbao que lee a Tuñón de Lara o aquel otro del instituto Pontepedriña, de Santiago de Compostela, que roza lo intocable: "¿Es cierto que Fraga firmó penas de muerte?". "No, pero estuvo en gobiernos que sí las firmaron", contemporiza Ramón López Facal, catedrático y coautor de La gestión de la memoria. La historia de España, al servicio del poder. 

Nunca estudiaron los españoles tanto su pasado reciente como hoy. Vacuna para que la dictadura no se vuelva a repetir. Tema recurrente en las pruebas de selectividad. A partir de la promulgación, en octubre de 1990, de la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE), la historia contemporánea de España es, por primera vez (un caso único en Europa), obligatoria a todos los alumnos de 2º de bachiller, el curso de acceso a la Universidad. Una información que viene de atrás. Previamente, en 4º curso de la ESO (antiguo 2º de BUP), se trata con amplitud. Y ya en la Universidad, en el programa de Geografía e Historia, una asignatura obligatoria titulada España actual desmenuza el franquismo, la transición y los últimos acontecimientos políticos. Lo nunca visto en más de dos decenios, años en que los futuros profesores de secundaria debían formarse por su cuenta. O pasar. La gran mayoría nunca recibió información sobre el régimen anterior. "No se llegaba". Como mucho, desde un punto de vista económico y social. Y con un tono tibio a partir del desarrollismo. "Lo político, para muchos profesores, mejor ni tocarlo". 

Un buen número de docentes opina que ese enfoque académico fue producto de la transición: "Borrón y cuenta nueva; no hurgar en la herida; olvidar". Alumnos ausentes; profesores en busca de la objetividad; manuales fríos y rigurosos. Este periodista ha recorrido colegios e institutos de toda España topándose con las mismas respuestas. La gran fuente documental del alumno sobre el franquismo es la familia. Los abuelos y bisabuelos más que los padres. La feria, según les fue. Cárcel y represión frente a orden y progreso. De ahí procede su juicio. "No te engañes, lo que les enseñas en las aulas les resbala si no se corresponde con el ambiente que tienen en casa. La familia es la responsable de su información y su deformación", analiza un profesor del País Vasco. Más allá, el influjo del entorno inmediato: los amigos y la televisión. Y en algunos casos, la conexión con otras asignaturas: "Yo me he enterado más del régimen de Franco en Tiempo de silencio o La colmena que en clase ", afirma un alumno de Historia en la Universidad de Alcalá de Henares. Y el cine. "¿Cómo era Franco...? ¡Como Echanove en Madregilda!". 
 

Libro de texto de la época
franquista, donde se ofrecía una
visión heroica y apasionada del
régimen.

Ignorancia. Los escasos fascistas adolescentes "están conectados con los grupos ultras de fútbol y lo son más por actitud y estética que por una ideología, de la que carecen por completo. No les preguntes en qué año Franco alcanzó el poder", explica José A. Hernández, profesor de Historia en el Instituto Pablo Neruda, en Leganés (Madrid). 

Antonio Fernández es catedrático de Historia de España en la Universidad Complutense. Sus manuales de bachiller han estado entre los más populares en los últimos 25 años. Un hombre dialogante que aún sonríe al recordar a la Guardia Civil deteniéndole en La Jonquera por tratar de introducir en España... las memorias de Azaña. Explica la situación actual en las aulas: "Durante la transición, cuando tratabas el tema del franquismo de forma crítica, siempre saltaba algún falangista acalorado dispuesto a refutar tus ideas". Hoy no. Hoy es más fácil encontrarse un comunista replicando tus críticas al sistema soviético. Bueno... a veces aparece un miembro del Opus Dei molesto porque metas al Opus entre las familias del franquismo. Las cosas han cambiado mucho". 

Frente al desinterés de los alumnos, los profesores luchan por enfrentarse a la asignatura obviando su experiencia personal. Sin lanzar soflamas. Hay pudor. "Yo lo soluciono mandándoles un montón de bibliografía variada para que razonen", explica Feliciano Montero, catedrático de Historia de la Universidad de Alcalá de Henares. Veinticinco años son pocos. "Primero, el tema estuvo prohibido; luego se trató de puntillas; luego, con agresividad, y ahora, con calma", así concreta 25 años de Historia Mauricio Santos, presidente de la Asociación Nacional de Editores de Libros de Texto. "Es muy difícil que alguien entre a saco. Los profesores tienden a presentar el franquismo desde la seriedad profesional", explica Enrique Guerra, catedrático de Historia en el instituto San Isidro, de Madrid. "Hasta los más comprometidos políticamente intentan dar una imagen objetiva. No hace falta insultar. Sólo presentar la historia como fue. Con que pongas en evidencia la ausencia de derechos humanos, la represión, la censura y el encuadramiento, no hace falta más. La realidad supera la ficción". 

De la ausencia de incidentes en las aulas en relación con las explicaciones sobre el franquismo es testigo el catedrático de Historia del instituto San Isidoro, de Madrid, Juan Antonio Sánchez: "Fui jefe de la Inspección del Distrito de Madrid entre 1978 y 1991 y nunca, nunca, hubo un solo incidente por ese motivo". 

Segundo de bachiller. Vicens Vives: 37 páginas. Epígrafes como Autarquía, miseria y racionamiento. McGraw Hill: 60 páginas. La dictadura de Franco. Teide: 34 páginas. Abre el capítulo con un retrato del dictador a cargo de B. Otero. Ecir: 61 páginas. Tres grandes fotos relacionan el régimen con Hitler y el nacionalsocialismo. Santillana: 80 páginas. Cuatro capítulos: El régimen de Franco, la era azul. Franco, la época del aislamiento y la superación. El régimen de Franco, la era del desarrollo. El franquismo final. Akal, 33 páginas. La España de Franco. Anaya: 54 páginas. La dictadura de Franco... 

La imagen de centro, heredada del consenso constitucional, también ha contagiado a los libros de texto, inmensos y atractivos manuales elaborados por equipos de historiadores consagrados: Aróstegui, García de Cortázar, Villares, Tusell. Muchos profesores acusan a esos textos de ir por detrás de las explicaciones en las aulas; de adoptar un tono híbrido para vender más. "Los de segundo de bachiller son como gotas de agua. Son libros eclécticos; de pensamiento único. Defienden los valores democráticos, tienen mucha información y están muy bien ilustrados", define Ramón López Facal, coordinador, junto a Eladio Fernández Manso, del manual editado por Tórculo en Galicia. Según Flora Ayuso, coautora del manual de la editorial Akal, uno de los que se escapa levemente de la habitual corrección política, "se diferencian en matices mínimos, imperceptibles para los chicos, pero evidentes para un historiador. Unos llaman al 18 de Julio levantamiento; otros, sublevación; otros, golpe militar..., y luego puede ser bando nacional o bando fascista, régimen personal o dictadura. Pueden incidir más o menos en la quema de conventos, en el papel de la Iglesia en el régimen, pero son matices muy pequeños. Y como te escapes de esa línea, te tachan de tendencioso". 

En general, las diferencias entre los distintos manuales no son ideológicas, sino territoriales. En Canarias, País Vasco y Cataluña, las autoridades autonómicas ejercen la censura previa sobre los manuales. Y en Cataluña, Galicia y el País Vasco, editoriales minoritarias y de carácter nacionalista, dan un enfoque sesgado del franquismo. Es el caso de los manuales de la Editorial A Nosa Terra en Galicia. Y, en menor medida, los de Erein, en el País Vasco. Una imagen trastornada de la historia (que se refleja de forma más evidente en muchos mapas en los que España no aparece por ningún lado) que explica, por ejemplo, una guerra particular de Franco contra vascos, gallegos y catalanes. Un catedrático de Barcelona que prefiere mantenerse en el anonimato lo resume así: "Es adaptar la historia a su conveniencia política. Le doy una imagen muy gráfica: una frase de Arzalluz cuando pretendían que el Guernica fuera a Euskadi: 'El cuadro, para ellos, y las bombas, para nosotros', olvidando que Madrid fue más bombardeado que Bilbao". 

Son realmente críticos los profesores con el régimen de Franco? "Sí. Hay consenso", explica Javier Tusell, catedrático de la UNED y autor del manual de segundo de bachiller de Santillana. "Últimamente ha aparecido una historiografía de derechas. Gente joven que reivindica el carlismo o el Alcázar de Toledo. Pero es insignificante. Nadie dirá que lo de Franco no fue una dictadura. Hay quizá un consenso excesivo contra él. Pero es que poco bueno se puede decir de su régimen". Según Tusell, los libros de texto dan una imagen de "un ser mediocre. Una vida plana, un horizonte limitado. No es un estadista brillante y tampoco un monstruo patológico. En general es un ser prosaico". 

La visión del catedrático Antonio Fernández completa esa visión: "Franco quedará como hábil, astuto, sin ideología y muy duro. Los últimos estudios sobre la represión (el tema estrella entre los investigadores) elevan el número de fusilados después de la guerra desde los 28.000 que afirmaba Salas Larrazábal hasta más de 100.000. Ésa es la imagen de Franco". 

¿Y el futuro? Las opiniones de los historiadores se dividen entre los que piensan que el tema se irá poco a poco olvidando hasta disolverse en la historia, y los que creen que sin el corsé de la transición el régimen de Franco se explicará más y mejor. Y sin ataduras. Por ahora, la anunciada reforma de la LOGSE que convierte la asignatura de segundo de bachiller en una Historia General de España apunta ya a que el franquismo se va a ver reducido a su mínima expresión. Según un profesor, "al Gobierno no le interesa demasiado nuestro pasado reciente". 

En cuanto a la investigación histórica, "es de desear que una mayor amplitud de miras llegue también a este terreno", afirma José Manuel Núñez Seixas, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Santiago. "Hasta ahora, y gracias en muchos casos a las fuentes orales, se ha estudiado mucho la represión desde el punto de vista de los represaliados; se ha estudiado más a la oposición que a los que mandaron. Se ha indagado menos cómo se adaptó la gente al franquismo y los mecanismos de consenso y apoyo a Franco. ¿Dejó de haber franquistas el 21 de noviembre de 1975? Ha llegado el momento de estudiar las redes del poder y la represión en el franquismo. Y no tanto quién lo hizo, sino por qué lo hizo". 

La mayoría de los profesores coinciden: "Hay que estudiar y explicar el franquismo. Es la mejor receta para que una dictadura no se vuelva nunca a repetir. Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla". 

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