El
país que hemos heredado
LEIRE
PAJÍN
Conviene
ser conscientes de la historia y mostrar reconocimiento a quienes, como
el rey Juan Carlos, dejan lo mejor de sí como herencia
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Leire
Pajín.
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Cuando
reflexiono desde estas líneas sobre el país que la generación
de la democracia, mi generación, ha heredado, lo hago desde el privilegio
y la oportunidad de encontrarme entre los pocos representantes de los ciudadanos
que no conoció a Franco. Desde esta perspectiva, no puedo evitar
pensar lo mucho que ha cambiado este país. Hago esta reflexión
desde la óptica de alguien que ha nacido en la transición,
ha desarrollado su consciencia en la democracia y se siente orgullosa de
hablar euskera y catalán y de amar profundamente las libertades
y la pluralidad cultural y lingüística de nuestro actual Estado
de las autonomías.
Es
en este momento cuando me viene a la cabeza mi primera mirada al techo
del hemiciclo aquel día que, como secretaria de la mesa de edad,
presidía la apertura de la actual legislatura. Era una mirada expectante
y sorprendente, pues apenas tengo un vago recuerdo de aquel 23-F que hizo
temblar los cimientos de mi país, pero, al mismo tiempo, era una
mirada absolutamente consciente de lo que ocurrió y, en consecuencia,
del país que he heredado. Y aquí quiero detenerme por un
momento.
Siempre
he pensado que el contexto histórico marca la vida y los discursos
de los políticos. Es por eso que en nuestras palabras hoy no queda
apenas rastro de esa dicotomía roji-azul de nuestros antecesores;
que nuestra formación nos permite una mirada de futuro, un talante
distinto, compartir con total normalidad un grupo de amigos personales
formado por dirigentes del PP, del nacionalismo democrático o de
Izquierda Unida. Nos permite, por tanto, un discurso diferente para una
España diferente. Sin embargo, siempre he pensado también
que no es positivo obviar el pasado. Soy de las que piensa que es necesario
hablar de la historia, escuchar a quienes la protagonizaron, porque debemos
ser conscientes del país que hemos heredado, conscientes de que
la vida que podemos disfrutar hoy es fruto del esfuerzo, la lucha y la
sensatez de miles de españoles/as que lo hicieron posible.
La
primera vez que visité la sala de las constituciones en el Congreso
de los Diputados, pensé en la madurez de los políticos que
la consensuaron, pensé también en el Rey al que se le brinda
homenaje estos días. Una figura entrañable y, sin duda, valorada
con cariño por los españoles, una pieza clave en el proceso
de transición democrática del país que mi generación
ha heredado. Digo esto desde la consciencia de esa memoria histórica,
de aquello que he aprendido y valorado. Lo digo, también, desde
el reconocimiento sincero de una joven socialista que, desde la tradición
ideológica y el sueño utópico de una sociedad ideal,
desea un país igualitario, donde todos y todas disfrutemos de las
mismas oportunidades, una sociedad plural y abierta, profundamente democrática,
donde la ciudadanía tiene más libertades para elegir, donde
todos los estamentos son elegidos por el pueblo.
Pero
es precisamente aquí donde comparto absolutamente las palabras de
Carrillo cuando dice que los problemas del mundo desarrollado hoy no vienen
de que haya repúblicas o monarquías, pues en estas últimas
la soberanía también reside en el pueblo. Por eso, aunque
mis recuerdos no lo recojan, mi conciencia reconoce absolutamente el papel
de Su Majestad en la transición, y el comportamiento exquisito de
la familia real en el desarrollo de sus funciones.
Hago
este reconocimiento en este momento de la misma forma que lo hice el día
que prometí mi condición de diputada dentro de la Monarquía
parlamentaria que disfruta este país. Un reconocimiento sincero
a alguien que todavía hoy sigue siendo un símbolo, alguien
que ha evolucionando con la sociedad, alguien que cuenta con el respeto
y la consideración de todos, también de los que, como yo,
somos más jóvenes. Y quizás no tanto por la misma
razón que le brindan quienes vivieron aquellos tiempos difíciles,
sino por su capacidad de apelar a las conciencias ante temas como la inmigración,
la relación con Iberoamérica, la defensa de la paz y la libertad,
su papel conciliador en los conflictos internacionales, la valentía
en sus discursos (todavía recuerdo con admiración sus palabras
ante el conflicto del Sáhara Occidental cuando nadie se pronunciaba),
por su capacidad de conectar con la sociedad de hoy y, en definitiva, por
su visión de una España moderna.
Es
por eso que desde estas modestas líneas yo también he querido
unirme a su homenaje. Un homenaje de agradecimiento a su valentía,
capacidad de cambio y comportamiento conciliador. Un homenaje sincero al
que también se sumarán mis compañeros en el Congreso
que han visto consolidar sus esfuerzos, su lucha; compañeros a los
que admiro y respeto y de los que aprendo cada día a valorar lo
que tengo, lo que soy.
Llegados
a este punto, vuelvo a recordar lo que ha cambiado este país, y
no sólo en términos económicos y de desarrollo social,
sino en tolerancia, en formación y en madurez. Recuerdo ahora lo
que me impresionó la representación de El florido pensil
cuando fui a verla con mis padres o la educación confusa y monocolor
que se impartía no hace tanto tiempo. También, la discriminación
de la mujer sufrida en silencio, el toque de queda, el sufrimiento y la
falta de libertad.
Es
por todo ello que quiero apelar a mi generación, para que nunca
olvide su pasado, para que mire al futuro valorando lo que tiene y a las
personas que, como don Juan Carlos, hicieron posible la España de
hoy. Me gustaría decirles también que rememorando la historia
se aprende mucho. Todavía me emociono recordando el pensamiento
escrito de Azaña, Pablo Iglesias o Ramón Rubial y de tantas
personas anónimas que contribuyeron con su esfuerzo al triunfo de
la democracia y la libertad.
Llego
al final de este artículo mirando al futuro, a los nuevos retos
del siglo XXI con el deseo de que los españoles vuelvan a soñar
igual que lo hicieron hace 25 años, con el deseo de que mi generación
siga estando a la altura de los cambios, igual que lo estuvieron y siguen
estando personas como su majestad el Rey.
Leire Pajín
diputada socialista por Alicante. Es la parlamentaria más joven
del Congreso.
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