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Una
Charla sobre la Dictadura Toda
fecha conmemorativa admite o
estimula el análisis
del personaje o, como en este caso, del régimen político
que adoptó su nombre. Con motivo de los 25 años de la muerte
de franco, se Babelia convocó a dos historiadores, Javier
Tusell
y Antonio
Cazorla,
y a un analista político, Javier
Pradera.
Éstas son, muy resumidas, sus opiniones sobre el franquismo. Redacción
Babelia.
Tras su triunfo en la guerra civil española, ¿a qué
sustituye el nuevo régimen?, ¿qué es lo que anula
el franquismo? Javier
Tusell.
Yo creo que a lo que sustituye, y lo sustituye con una ruptura tremenda,
es a un país que realmente no ha sido tan diferente de la media
europea. Es decir, que la verdadera ruptura en la historia de España
es la guerra civil y, sobre todo, el franquismo. En ese sentido, creo que
incluso se puede entender la República como una especie de culminación
a la que se llega tras un proceso; es decir, hay un crecimiento económico,
hay un desarrollo de la conciencia cívica, hay una modernización
de la cultura a la que se llega en la República. Y a ese momento
culminante le sucede un tajo inmenso en todos los terrenos que es la guerra
civil y el franquismo. Y digo en todos los terrenos porque la Administración
es purgada, porque hasta el año 1954 no se recupera el nivel macroeconómico
de la preguerra, porque la cultura liberal quiere ser erradicada... Antonio
Cazorla.
Es difícil no estar de acuerdo con lo que ha dichoTusell. Sin embargo,
hay algo que creo empieza a distinguir al franquismo del resto de los países
europeos. Y no es sólo la guerra civil, ya que hay guerra civil
en Europa en ese momento: es el extraordinario nivel de represión,
y sobre todo la falta de deseo de volver a integrar a los derrotados en
el sistema político, o socialmente. Países donde la represión
pudo ser comparativamente mayor, como por ejemplo Finlandia en su guerra
civil, pues en pocos años triunfó la democracia, a pesar
de esa guerra civil. En España lo que triunfa es un clima de revancha
social y política. Javier
Pradera.
Yo estoy aquí invitado no como historiador, sino como observador
participante y, efectivamente, creo que Cazorla tiene razón: hasta
mediados de los cincuenta había un telón, un muro entre las
dos sociedades (la sociedad de los vencedores y la sociedad de los vencidos)
hasta extremos difíciles de imaginar hoy día. Antonio
Cazorla.
Ahí hay, efectivamente, una ruptura política, cultural con
el pasado. Y en cuanto a la economía, hay un largo paréntesis,
no una ruptura, hay un largo paréntesis de quince años, quizá
más, por lo que cuesta desactivar todo el sistema proteccionista,
intervencionista, en la economía. Javier
Tusell.
Sí, creo que más o menos es lo mismo. Basta con recordar
que Portugal durante la Segunda Guerra Mundial era un paraíso comparado
con España, y en España fueron de los peores años.
Lo de la represión es totalmente cierto, y es que además
no tiene comparación posible con nada, incluso con lo de la guerra
de Finlandia. He visto los datos, y hay un historiador finlandés
que se dedica a hacer esa comparación, pero la hace mal, porque
compara cualquier tipo de represión con la que en España
es muerte, y claro, no le salen las cuentas. Hay
que pensar que en España, por ejemplo, dos de cada tres profesores
universitarios, uno de cada cuatro diplomáticos (y los diplomáticos
no eran precisamente trostkistas) y uno de cada cuatro fiscales fueron
purgados, y eso no tiene comparación. Pongamos algunos ejemplos
de dureza represiva tras la ocupación nazi de Francia, en el seno
del colaboracionismo francés: 700 penas de muerte ejecutadas (700
u 800). En España pudo haber 50.000 después de la guerra.
Sólo entre los carteros de Alsacia-Lorena, que eran medio alemanes,
fue purgado el 10% de los carteros. O sea, hay una diferencia abismal...
Claro, yo no sé las cifras de Rusia después de la Revolución
de Octubre, pero en Europa, en toda Europa, no sólo en la Europa
occidental, no hay absolutamente nada parecido. Javier
Pradera. Creo
que las comparaciones que a veces se hacen, sobre todo en relación
con la transición, entre el franquismo, el posfranquismo, la guerra
europea, la Segunda Guerra Mundial, y la caída de los fascismos,
tienen ese elemento equivocado en el análisis. La guerra civil española,
pese a la participación alemana, italiana y de las brigadas internacionales,
fue una guerra civil terrorífica, una guerra civil que realmente
dividió a este país en dos, mientras que en la Segunda Guerra
Mundial el dato fundamental era la ocupación alemana de esos países;
es decir, que era no tanto una separación de franceses contra franceses,
o de italianos contra italianos, como una actitud de un país derrotado
frente al invasor, frente al ocupante. R.
B.
Eso explicaría en parte la capacidad de rencor en España
entre vencedores y vencidos a la que aludía Cazorla, o la duración
de las purgas que señalaba Tusell; en definitiva, las dificultades
para conseguir la reconciliación. Javier
Pradera.
Claro, pero entre el primer franquismo que estudió Cazorla y el
franquismo de los sesenta, que creo que Tusell ha definido en alguna ocasión,
por analogía con Felice, utilizando el término "fascismo
del consenso"... Javier
Tusell.
Más de los cincuenta. Javier
Pradera.
... creo que hay una diferencia cualitativa. El primer franquismo, el franquismo
hasta el primer relevo generacional, que podemos situar en torno al año
1956, es un franquismo en el que las trincheras siguen todavía excavadas,
en que es absolutamente impensable cualquier tipo de reconciliación,
cualquier tipo de acuerdo y la represión sigue de forma implacable
hasta mediados de los cincuenta, es decir, hasta que acaban con los maquis,
que creo que es por esas fechas. Antonio
Cazorla.
Hasta finales de los cuarenta; realmente hasta finales de los cuarenta,
principios de los cincuenta. 1951 es cuando ya el maqui es derrotado militarmente... Javier
Pradera.
Quiero decir que cuando se hacen comparaciones para dar un salto entre
el posfranquismo y la posocupación, por ejemplo, de Francia o de
Italia, se están haciendo comparaciones muchas veces inexactas,
en el sentido de que las depuraciones no fueran tan grandes ni en Francia,
ni en Italia, ni en Alemania. En todos ellos hubo un apoyo social estimable:
hubo un apoyo social al régimen de Vichy, al régimen nazi
en Alemania, al régimen fascista en Italia. Entonces, esa melancolía
sobre esos posibles ajustes de cuentas tras el franquismo... Javier
Tusell.
Los juicios de Nuremberg... Javier
Pradera.
Yo creo que la comparación es absurda... Eso, los juicios de Nuremberg
se hicieron entre las potencias ganadoras y las derrotadas, no entre sociedades
escindidas por la guerra. Javier
Tusell.
Lo que dice Pradera tiene mucha razón. Es muy diferente lo que ocurre
en España, y las experiencias biográficas, pues son también
muy diferentes. Por ejemplo, yo fui estudiante en los años sesenta,
años en que éramos una minoría muy reducida los estudiantes
antifranquistas y todos son conocidos: el que me traía los panfletos
era Gregorio Peces Barba, de la facultad de enfrente; el otro, porque éramos
tres en mi facultad antifranquistas, pues era Eugenio Nasarre. Era una
etapa en que la inmensa mayoría de los estudiantes eran partidarios
del régimen, y eso cambió en un plazo muy corto de tiempo. Antonio
Cazorla.
Tusell ha levantado un tema que me parece que cada día va a ser
más relevante a la hora de reconsiderar el franquismo. Se ha hablado
de cuando, en el año sesenta, la mayoría de los estudiantes
eran franquistas, y entonces habría que preguntarse cómo
conjugamos esa represión con el cada vez mayor número de
franquistas en la sociedad española, y cuál es la relación
que hay entre la imposición sobre los vencidos y ese consenso del
que tú hablas, palabra que a mí no me gusta, y si ha lugar,
podríamos volver a ella... Javier
Pradera.
Lo de "fascismo de consenso" es de Felice, ¿no? Javier
Tusell.
Bueno, claro: si es un error, es de Felice, y si es un acierto, es mío. Antonio
Cazorla.
Si ya lo sé..., un libro famoso de 1974, sobre los años del
consenso de Mussolini. Pero para mí es importante entender esto,
y creo que se están haciendo últimamente algunos trabajos
al respecto, entre ellos el mío. Creo que también es original
en ese sentido el intentar conectar lo que es el régimen franquista,
su implantación social, con su origen, y hasta qué punto
esa dictadura que nace consigue penetrar en la sociedad española
y de qué manera. La violencia, la represión, ha sido tradicionalmente
la explicación más fácil, o la obvia, por parte del
antifranquismo, pero creo que habría que empezar a replantearse
otro tipo de cuestiones quizá menos seguras desde el punto de vista
moral. Javier
Pradera.
Sí, pero hay luego algo que ocurrió en este país y
que hay que estudiar: la evolución de esa sociedad española
de los sesenta que era como dice Javier Tusell y dices tú, aunque
discrepéis en los orígenes, que estaba empapada de los valores
del sistema autoritario, del sistema dictatorial. Pues bien, ¿cómo
esa sociedad de los años anteriores de los setenta se convierte
en una sociedad democrática? Creo que eso es muy indicativo, que
esos valores de los años sesenta, que parecía que estaban
tan encarnados en la sociedad española, no lo estaban tanto. Es
algo parecido a lo que ha ocurrido en los países del Este. De repente,
después de setenta años de adoctrinamiento y de gobierno... Antonio
Cazorla.
Bueno, yo me considero historiador social y, la verdad, tengo cierta caución
ante las etiquetas políticas que creo que se ajustan muy bien a
determinados grupos de élite, o al militante, pero en cuanto a la
sociedad española creo que esa etiqueta de franquista es bastante
anterior a lo que vosotros estáis planteando. Las masas, si se me
permite la palabra, aquellas que se identifican con el régimen,
se ven ante todo como franquistas. Javier
Tusell.
Visto desde el punto de vista del historiador, lo curioso de la dictadura
franquista es que, siendo siempre dictadura, fueron fórmulas de
dictadura diferentes. La originalidad del franquismo es el carácter
sucesivo de esas fórmulas dictatoriales, y eso sí que la
hace peculiar, e incluso eso en cierta manera la hace presente en el mundo
actual. Javier
Pradera.
Sí, pero yo creo que tiene interés lo que dice Cazorla. Es
decir, frente al embellecimiento que se está produciendo del último
franquismo puedo contar algunas experiencias. En el año 1963 entré
a trabajar en la sucursal española del Fondo de Cultura Económica,
editorial mexicana de mucho prestigio, y entonces lo primero que tuvimos
que hacer fue pasar otra vez por censura todo el fondo de catálogo
que estaba prohibido, y recuerdo que entre los libros que estaban censurados,
y que nos costó algún problema sacar, figuraban La España
ilustrada del siglo XVIII, de Sarrailh, el libro de Bataillón
Erasmo en España, o Los partidos políticos
, de Duverger, ¿no? A partir de 1964 seguramente esos tres libros
estaban ya autorizados, pero recuerdo que estaba también prohibido
el Pedro Páramo de Rulfo. Era una prohibición tan
dura que tuve que entrevistarme con el director general del libro, el cual
me dijo: "Bueno, ¿pero usted me da su palabra de honor que es un
gran escritor?". Y yo le contesté: "Sí, sí". Quiero
decir que en los años sesenta todavía, por ejemplo, el mundo
del libro era un mundo sometido a los rigores de la censura. R.
B.
Respecto al embellecimiento de ese segundo franquismo, ¿podría
vincularse con el pragmatismo del régimen y con el desarrollo económico
hasta el punto de poder afirmar que en buena medida la transición
hacia la democracia fue posible por el pragmatismo y el desarrollo económico
precedentes? Javier
Pradera.
Sí, pero no estamos hablando de desarrollo económico, sino
de lo que decía Cazorla, es decir, el empapamiento de valores autoritarios
de la sociedad española en los sesenta y comienzos de los setenta.
Ahí hay un aspecto curioso que podría ser similar, por usar
una analogía, al de la Hungría posterior a 1956, la Hungría
de Janos Kadar, que es el de pasar de "el que no está conmigo está
contra mí" a "el que no está contra mí, está
contigo". Por ejemplo, ahora Fabián Estapé acaba de publicar
sus memorias. Fabián Estapé era un príncipe del mundo
de la oposición al franquismo. No hizo ninguna felonía...
Bueno, cuando a Estapé le hicieron la propuesta sus amigos, que
eran López Bravo y López Rodó, bueno, pues Estapé
dijo que sí y Franco simplemente preguntó quién era,
tomó nota de que era pariente del general Zamalloa y comentó:
"Bueno, pues muy bien, que venga a trabajar a la comisaría del Plan".
Quiero decir que no había ni siquiera ya los ritos de iniciación
humillantes para colaborar con el régimen, es decir, que realmente
casi había que hacer un esfuerzo para no colaborar. Javier
Tusell.
Sobre lo que se ha dicho del embellecimiento..., creo que, en primer lugar,
no existe un embellecimiento historiográfico del franquismo. Es
decir, un revisionismo que diga que Franco es el productor de la monarquía
actual, o es el productor del desarrollo económico, eso un historiador
no lo defiende, un historiador con un mínimo de consistencia, aceptado
en los medios académicos. Eso no se defiende en absoluto. El problema
que nos sucede, creo, a los historiadores es que quizá conocemos
bastante bien la historia del franquismo, incluso los intríngulis
interiores, hasta 1959, y la historia de ese franquismo que hemos vivido
más, lo conocemos mucho menos. Antonio
Cazorla.
Frente a la insistencia en las memorias, yo creo que en el último
año lo que sí ha habido es una mayor profundización
en la memoria, la memoria de la guerra, el periodo del franquismo, incluso
del franquismo político. Están ahí los trabajos que
Paloma Aguilar sobre todos estos aspectos, y recientemente, por ejemplo,
en Valencia, Ismael Saz y otros publicaban un libro muy importante en el
cual intentaban reconstruir cómo el franquismo era visto por la
gente común, tema que creo que no se le ha prestado todavía
la atención que se debiera haber hecho y que, bueno, en eso estamos
trabajando algunos. Es un tema que nos va a ayudar a entender..., pues
eso, cómo se pasa de ese, voy a utilizar la palabra que no me gusta,
consenso a una rápida identificación con los valores democráticos. Javier
Pradera.
Yo creo que sobre la España de los sesenta hay una ambigüedad
en la memoria de la gente, no de los que estábamos en la oposición,
puesto que elegimos estar en la oposición en unos momentos en los
que el régimen tenía una gran capacidad para succionarte,
pero creo que el recuerdo de ese tiempo es ambivalente para mucha gente
entonces apolítica porque, por una parte, existe, supongo, una cierta
perplejidad por haber comulgado con esos valores del sistema autoritario
y haber sido tan poco sensibles a valores que luego se respetan en una
democracia y, por otra, había un cierto orgullo de la, entre comillas,
"epopeya" del crecimiento económico. En fin, creo que la gente ve
esa época del franquismo con una doble mirada: una mirada que le
permite reconciliarse con ese periodo de su vida, que es un periodo en
el que, bueno, hay un crecimiento, hay un desarrollo, y al tiempo... Antonio
Cazorla. Pero
de todas formas, contrastar la prosperidad de los años sesenta con
el tener que sobrevivir en los cuarenta, o en el año cincuenta... Javier
Pradera. Me
refiero a la ambigüedad respecto a la segunda fase del franquismo. Antonio
Cazorla. Sí,
bueno, pero yo voy a volver a un poquito antes, porque creo que es muy
importante para entender cómo los españoles perciben la dictadura
o cómo se relaciona con ella la sociedad española, y es la
cuestión de la violencia política. Es decir, volviendo al
origen de este debate, cómo la sociedad española, o ciertos
grupos sociales en España, analizan la violencia política
que ha tenido lugar en el país antes de 1939 y la que se produce
inmediatamente después, y que yo creo que va a ser utilizada por
el régimen, no ya sólo porque la violencia le sirve para
intimidar a sus enemigos, sino para hacer un discurso pesimista sobre el
pasado reciente de los españoles, incluso la incapacidad de los
españoles para vivir en paz, para justificar por la paz la permanencia
de lo que fue su victoria. Javier
Pradera.
Hay otro punto de vista que a lo mejor puede ayudar a entender esa ambigüedad
de una buena parte de los españoles actuales con el pasado, sobre
todo con el segundo franquismo; y es que los valores de la democracia representativa
constitucional que ahora se defienden, digamos, de forma mayoritaria, y
que incluyen un poder judicial independiente, elecciones libres, alternancia
en el poder, control de los gobernantes, etcétera, lo que es la
democracia representativa, era algo que en los años sesenta no eran
defendidos tampoco por algunos sectores de la oposición. Quiero
decir que eso no desmerece en absoluto la oposición al franquismo.
Yo estuve en esa oposición y estoy muy orgulloso de ello, pero lo
que es evidente es que los valores que animaban a buena parte de la oposición
española en los años cincuenta y sesenta no eran los valores
de la democracia representativa constitucional que en este momento defendemos
con absoluta sinceridad. Es decir, que esa idea de la democracia es nueva
en España, que se corresponde a los años setenta y ochenta. Javier
Tusell.
Y eso ni siquiera es una novedad. Es decir, la República fue una
experiencia democrática, pero lo fue germinalmente, porque esa idea
de la conciencia del otro, la conciencia de que existe otro con el que
tienes que compartir, eso es de los años setenta, después
de muerto Franco. Es decir, en España se ha engendrado una cultura
política democrática muy recientemente. A mí lo que
ahora mismo me preocupa es que en los planes de historia del futuro se
hable más de los visigodos que de esto. Javier
Pradera.
Claro, pero fíjate, Javier, que en eso estamos en una mala situación,
en el sentido de que todos los que estuvimos en la oposición al
franquismo nos resistimos a aceptar que los valores con los cuales combatíamos
y estuvimos en la cárcel, no se corresponden exactamente con lo
que es la democracia española actual, es decir, hay un cierto autoengaño,
¿no? Javier
Tusell.
Bueno, son muy pocas las personas que dicen lo que acaba de decir Javier
Pradera, y tiene toda la razón. Antonio
Cazorla.
Yo añadiría que para las generaciones más jóvenes,
la democracia, o el vivir en democracia, el vivir una realidad cotidiana
que tiene muy poco que ver con la del franquismo, pese a todas sus imperfecciones,
les ha hecho muy difícil comprender qué es vivir bajo la
dictadura. Es decir, están hablando de parámetros completamente
distintos, y eso ha provocado que haya una visión descolorida del
franquismo, una visión que ya les dice muy poco a estas nuevas generaciones.
El PSOE fue a las últimas elecciones generales con un programa que
podía ser mejor o peor, pero estaba en un contexto de conciencia
antifranquista, etcétera, y todos vemos lo que ha ocurrido.Creo
que la sociedad democrática exige soluciones pragmáticas,
exige la visión de actuación cotidiana, y en cuanto a la
memoria del pasado, pienso que es muy difícil meter en la cabeza
de las generaciones más jóvenes, o hacerles comprender, los
parámetros de violencia, por ejemplo, que sufrió este país,
o el hambre. Es decir, es algo tan, tan remoto, tan, tan lejano a la realidad
cotidiana, que desde luego está creando una conciencia sobre el
pasado radicalmente distinta, por ejemplo, a la que tenéis vosotros
como antifranquistas. A
propósito de Carrero Blanco
Antonio Cazorla. Mira, Javier, incluso hay un informe de Carrero,
no recuerdo si lo citas en tu libro o no, posiblemente sí, que en
el año 1945, la fecha en la que hace ese informe sobre si se debe
realizar un referéndum, etcétera, habla de que en el mundo
han vencido las fuerzas corruptas, creo que emplea la palabra "corruptas".
Estaban convencidos de que lo que ellos representaban no era ya sólo
la España sana, católica, etcétera, sino la regeneración,
el futuro. Para ellos, el triunfo de la democracia en el año 1945
es una catástrofe intelectual.
Javier Tusell. En ese informe hay una frase que es maravillosa porque
es la mejor definición del régimen. Dice Carrero: "¿Qué
es lo que tiene que hacer su Excelencia?", y pone, dos puntos: "Orden,
unidad y aguantar". Y a mí me parece todo perfecto, sobre todo el
verbo final "aguantar".
Javier Pradera. Me contó un intérprete, una persona
que sirvió de intérprete en las conversaciones entre Carrero
y Spiro Agnew, aquel vicepresidente norteamericano que luego echaron por
corrupto, pues bien, cuando llegó de visita a Madrid le dijeron
que Carrero Blanco era su equivalente jerárquico y tendría
que entrevistarse con él. Carrero, por su parte, pensó también
que Agnew era su alma gemela. Total que en la entrevista el almirante estaba
encantado de poder explicarle al vicepresidente de Estados Unidos cuáles
eran sus impresiones sobre los problemas más importantes: "Estamos
perdidos", comenzó Carrero. "La droga, el adulterio, la homosexualidad
han llegado al corazón del imperio americano, la molicie...", y
entonces empezó un discurso apocalíptico ante el que Agnew
se encontraba completamente desconcertado. Entonces, cuando le tocó
hablar, dijo: "¡Hombre!, vicepresidente, yo creo que no es para tanto".
Agnew en lo que realmente estaba pensando era en la posibilidad de hacer
algún nuevo negocio y se encontró con un hombre que hablaba
desde una perspectiva del final del Mundo. Javier Tusell. Carrero Blanco, en uno de sus informes finales, decía que era intolerable ver a esos maricones con el pelo largo, que eran los Beatles, pero es que además hablaba del striptease, pero sus conocimientos al respecto eran puramentes literarios hasta el punto de que escribía mal la palabra. Sobre los papeles de Franco R.
B.
No deberíamos dejar al margen lo que se ha comentado antes sobre
las dificultades de acceder a los papeles de Franco.
Javier Tusell. Bueno, vamos a ver. La experiencia por la que he
pasado yo es la siguiente: durante
muchos años ha habido muchas dificultades; ahora bien, yo, por ejemplo,
a base de dar la lata, conseguí ver los papeles de Carrero y hacer
una biografía de Carrero; ahora mismo estoy viendo los de Arias
Navarro, y haré una biografía de Arias Navarro; y esta mañana
he hablado con los que llevan la Fundación Franco y, afortunadamente,
les han dado una ayuda del Ministerio de Cultura y prometen que cuando
lo tengan totalmente clasificado, en un año o dos, serán
accesibles. Creo que es la ocasión de anunciar esto, lo que haré
en un artículo en EL PAÍS, lo creo así porque eso
lo convierte en irreversible. También pienso que es la mejor muestra
de reconciliación 25 años después de muerto Franco. Pero
lo previo, lo anterior a ese anunciado momento de normalización
era una situación muy difícil de aceptar. Hay que pensar
que los papeles de Franco son papeles que en su inmensa mayoría
fueron elaborados por secretarias del Estado que han recibido un sueldo,
es decir, no tienen nada de privados. Son papeles absolutamente públicos,
y esos papeles, por ejemplo en el caso de Mussolini están en el
Archivo Centrale de l'Estato en Roma, y en el caso de Salazar están
en la Torre do Tombo en Lisboa.
R. B. ¿Y esos papeles son importantes para rellenar las lagunas
historiográficas?
Javier Tusell. Bueno, creo que no es correcto hacer una biografía
de Franco sin esos papeles.
R. B. ¿Y para conocer ese llamado segundo franquismo?
Javier Tusell. Para conocer ese segundo franquismo, curiosamente
son menos importantes porque, entre otras cosas, Franco estaba menos vivo,
y por las citas indirectas que tenemos de esos papeles no hay tantas cosas.
Hay un detalle muy importante, por ejemplo algún papel íntimo,
ése sí, de Franco diciendo que la Curia romana no nos entiende;
la crisis que para él supuso el Vaticano II, que es un fenómeno
absolutamente esencial para comprender en esa fase final. Pero bueno, es
que ahí hay cosas de nuestro presente, es decir, hay el juicio del
general Franco que no acaba de fiarse del príncipe Juan Carlos,
por ejemplo. © Copyright DIARIO
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