Introducción
El verbo ‘soñar’ tiene básicamente dos significados. Uno es volver a vivir acontecimientos del pasado de una forma surrealista mientras se duerme, y otro es imaginar como posible o real algo que no lo es y que se desea y anhela vivamente. Muchas veces las dos ideas están presentes cuando usamos este verbo. Lo que ambos tienen en común es que los sueños nunca son reales. Sin embargo, y aunque no sean reales, es imposible vivir sin ellos. Los sueños que nos visitan cuando dormimos nos ayudan a procesar información subconsciente, y hay quienes aseguran haber visto en el sueño el lugar de algún objeto perdido desde hace mucho tiempo. El otro tipo de sueños aún es más vital. El escritor uruguayo Eduardo Galeano lo compara con el agua sin la cual todos nos moriríamos de sed. Sin este tipo de sueños, por ejemplo, no habría progreso en la sociedad. Sin soñadores como Rosa Parks y Martin Luther King, quienes soñaban con que sus hijos vivirían un día en un país en el cual no serían juzgados por el color de su piel, estos niños y sus hijos todavía tendrían que beber de fuentes de agua separadas, sentarse en bancos para negros y no podrían ir a escuelas para blancos.
Son muy prolíferos los usos del verbo ‘soñar’ y del nombre ‘sueño’en canciones románticas para imaginar un amor anhelado o perdido. También encontramos reflexiones sobre los sueños en muchas obras literarias. Un ejemplo nos ofrece Fernando Savater, al que algunos han llamado el Sartre español y a quien han comparado con Salman Rushdie. También se dice que es un héroe, aunque él detesta que lo llamen así. Dice que es sólo un ciudadano comprometido con su tiempo que se ocupa del nacionalismo vasco “en defensa propia”. Nacido en San Sebastián en 1947, Fernando Savater estudió Filosofía y Letras en Madrid. En esa ciudad empezó su carrera como catedrático auxiliar en la Universidad Autónoma. Sin embargo, tras un breve paso por las cárceles franquistas, en 1971, fue retirado de la docencia por razones políticas. En 1975 se doctoró con una tesis sobre Nietzsche y poco después se reincorporó a la enseñanza en la cátedra de Ética de la Universidad del País Vasco. Desde 1995 es profesor de filosofía en la Universidad Complutense de Madrid.
Savater ha escrito casi medio centenar de libros de ensayo. También es autor de novelas y literatura infantil. En 1997 publicó El valor de educar, ensayo dedicado a su madre, su primera maestra, en el que presenta la educación como remedio para la mayoría de los males de nuestra sociedad, la intolerancia, el integrismo o los nacionalismos radicales”.
Savater ha escrito numerosos artículos contra el nacionalismo radical, publicados en El País, en el diario bilbaíno El Correo y en el libro Perdonen las molestias. En ellos critica la pasividad de la sociedad civil ante la violencia terrorista y alienta a la ciudadanía a movilizarse contra ETA. Por eso ha sido amenazado de muerte por esta banda terrorista y no puede salir a la calle sin escolta.
Lo que sigue es parte de una obra de teatro que Fernando Savater publicó en 1983 en Madrid.
Extracto de: Vente a Sinapia. Una reflexión española sobre la utopía. Madrid 1983.
GERMINAL: He inventado una máquina de volar, señor duque. Claro que todavía le faltan algunos ajustes, pero son cosa de poca monta1.
ARGENSOLA: ¡De poca monta, dice! Bueno ha quedado el cachivache...!
GERMINAL: Pero ustedes vieron que estuvo a punto de despegar...
ANTONIO: Con el permiso de vuestra excelencia, yo vi cómo se levantaba un poquito...
DUQUE: Se levantara poco o mucho, bien claro está en qué paró la cosa. Además, se trata de un empeño absurdo y antinatural. Los hombres no estamos hechos para volar.
GERMINAL: ¡Pero usted no puede decir semejante cosa! Volar es uno de los sueños más antiguos del hombre. Si soñamos con volar es que vamos a volar, es que debemos volar...
DUQUE: Si soñamos con volar, es precisamente porque no podemos volar.
GERMINAL: ¿Quién tiene autoridad para establecer de antemano lo que pueden alcanzar nuestros cuerpos y nuestras almas? De un modo u otro, nuestro deseo de volar logrará hacernos volar. Los medios no faltan, aunque hay que encontrar el más adecuado. Se han propuesto tantas extravagancias... (Murmurando como para sí y regañando a un interlocutor invisible, en ocasiones.) Desde luego, lo de Cyrano de Bergerac fue despropósito. ¡Atarse botellas de rocío a la cintura para que el Sol las atrajera hacia sí! ¡Habráse visto! ¡No, señor mío, un poquito de sensatez, por favor. Porque también lo de Leonardo... El gran Leonardo da Vinci quería construir un pájaro mecánico, pero no encontró quién se lo financiara.
DUQUE: ¿Y por qué habría nadie de financiarle semejante locura?
GERMINAL: Subido en su pájaro colosal, Leonardo esperaba llegar hasta la nieve que cubre la alta cima de las montañas y recogerla para refrescar las calles de Florencia durante el estío.
DUQUE: ¡Un objetivo digno del medio propuesto para alcanzarlo!
ARGENSOLA También Don Quijote y Sancho creyeron volar montados en Clavileño, el mágico corcel de madera. Y oían voces que les gritaban: “¡Ya, ya váis por esos aires, rompiéndolos con más velocidad que una saeta! ¡Ya comenzáis a suspender y admirar a cuantos desde la tierra os están mirando! ¡Dios te guíe, valeroso caballero! ¡Dios sea contigo, escudero intrépido!” Pero todo era una burla organizada por los duques para divertir a sus invitados, una simple y triste chanza de señoritos...
DUQUE Más bien me parece que era el medio para dar gusto a Don Quijote en su locura.
GERMINAL Ni chanzas ni locuras. Estoy convencido de que volar es posible por medios rigurosamente científicos. Pero bueno, ¿acaso no estoy en una sociedad científica precisamente? ¿Qué clase de científicos son ustedes, que pretenden imponer limitaciones a los logros de la ciencia?
DUQUE Sepa usted, señor mío, que yo soy un verdadero científico, no un quijote ni un tontiloco soñador.
GERMINAL Pe... pero... ¡pero la ciencia existe para ayudar a los hombres a cumplir sus sueños y para que consigan lo que por su condición natural parece estarles vedado!
DUQUE En modo alguno, señor mío, en modo alguno. La verdadera ciencia no sueña paganamente con violentar a la naturaleza o con proporcionar al hombre lo que éste ambiciona en los delirios de su soberbia, sino que se conforma humildemente con estudiar el orden admirable en que Dios ha dispuesto las cosas de nuestro mundo. ¡No olvide usted el castigo de los impíos constructores de Babel!
ARGENSOLA O el de los habitantes de Sodoma y Gomorra, que también eran propensos a los experimentos antinaturales...
GERMINAL Pero ¿y las máquinas? ¿Para qué inventamos entonces máquinas?
DUQUE Aquí tiene usted todas las máquinas que quiera, caballero. Fíjese en ésta: sirve para estudiar las transmisiones y transformaciones del movimiento. ¿Ve usted? ¡Todo se mueve: poleas, émbolos, tornillos, pistones, bielas...! Y en condiciones ideales, todo seguiría moviéndose perpetuamente. Así, fíjese bien. ¿Eh? ¿Qué me dice usted de esto?
GERMINAL Pues que me parece muy bonito, pero poco útil.
DUQUE Y no tiene por qué ser útil, faltaría más. Aquí estamos entre caballeros y estas máquinas son para nuestra instrucción y solaz exclusivamente. Practicamos la ciencia recreativa, ¿se entera usted?, recreativa. ¡Pues bueno sería! ¿O es que quizá pretende usted quitar el pan de la boca a los que se lo ganan con el sudor de su frente, sustituyéndolos por máquinas? ¡Vaya idea! ¿Acaso es usted un anarquista, señor mío? A ver, Antonio, ¿qué te parece a ti lo que dice este señor?
ANTONIO Con el permiso de vuestra excelencia, no sabría qué decirle a vuestra excelencia. Voy a ver lo que le pasa a la estufa, porque los señores se van a quedar helados a este paso.
GERMINAL Distinguidos caballeros: disculpen las molestias que les he causado. Comprendo que nuestra forma de entender la ciencia es muy distinta y temo que la vehemencia de la discusión me lleve a la descortesía con tan gentiles huéspedes. Será mejor que me marche. Además, gracias a sus cuidados y a esta reconfortante colación me encuentro muy mejorado. Muchas gracias, muchas gracias. Sólo quiero añadir una palabra más. No ha sido mi intención mostrarme impertinente. Comprendan que vengo de la lejana Sinapia y allí las ideas que les acabo de expresar son moneda corriente. De ahí el inocente desparpajo con el que he expresado opiniones que, por lo que veo, llegan a ofenderles. De nuevo mil disculpas, mis más rendidas gracias y cordialmente adiós. |