Es así como se llamaba la odisea del niño cubano Elián González que se convirtió en una verdadera batalla política e ideológica.
Todo comenzó en noviembre de 1999. Ese día, Elizabeth Brotón se embarcó con su hijo Elián en una lancha clandestina con el propósito de llegar a Miami. El bote zozobró en pleno estrecho de la Florida con 14 pasajeros a bordo: sólo se salvaron dos jóvenes y el niño. Elián, que entonces tenía cinco años, sobrevivió milagrosamente al naufragio. Aferrado a un neumático, en un mar infestado de tiburones, estuvo 48 horas a la deriva, hasta que dos pescadores estadounidenses lo encontraron el 25 de noviembre, el día de Acción de Gracias en Estados Unidos, una de las fiestas más importantes del calendario.
Su rescate fue el comienzo de una agria disputa entre Juan Miguel González, su padre, miembro del Partido Comunista y residente en Cuba, y la familia de Elián en Miami, que pedía que no fuese devuelto a la isla; su madre, decían, había dado la vida para que Elián “creciese en libertad”.
Enseguida el asunto se politizó. Los grupos del exilio lo convirtieron en una bandera anticastrista y lucharon sin tregua ante los tribunales de EE UU para que el pequeño se quedase en Miami. En Cuba, la batalla por su regreso fue transformada en prioridad de Estado. Las siempre difíciles relaciones con Washington temblaron de nuevo y Fidel Castro en persona encabezó una campaña patriótica sin precedentes. Millones de cubanos fueron movilizados en torno a la nueva causa nacionalista y se recuperó el discurso revolucionario de los años sesenta.
Finalmente, agentes del FBI sacaron a Elián a la fuerza de la casa de sus familiares en Miami, Juan Miguel ganó la batalla judicial y Elián regresó a casa.
dos lanchas
un tiburón