![]() Sábado 2 diciembre 2000 - Nº 1674 |
INTERNACIONAL
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La segunda revolución mexicana Fox ha ganado, pero su escasa mayoría abre la puerta a una nueva etapa en México: los pactos en democracia J. J. AZNÁREZ , México
El conservador Vicente Fox atemperó hace cinco meses su beligerante
discurso y convocó a todos a "trabajar por México" a sabiendas
de que la conciliación es inevitable, y que será difícil
de lograr en un país dividido en tercios: con los escaños
de las dos cámaras en manos de los tres principales partidos, numerosos
sindicatos todavía leales al PRI, y el Gobierno de la capital federal
en manos de la izquierda. Ese escenario y las frustraciones padecidas durante
presidencias anteriores hundieron en el desánimo a María
del Carmen Ruiz, empleada de comercio. "Espero de Fox lo mismo que de los
demás: que amuelen al mexicano, pues el obrero es el que siempre
la paga".
La mayoría de los 100 millones de mexicanos, 40 millones en la
pobreza, piensa, no obstante, como la señora Guadalupe Gómez,
de 61 años, nacida diez años después del nacimiento
del Partido Revolucionario Institucional, fundado en 1929 por los caudillos
y jefes castrenses que hicieron la revolución triunfante en 1917.
"Todos esperamos, somos optimistas en que todo mejorará, la estabilidad,
la seguridad, porque todo cambio es para mejorar". El nuevo presidente
se propone "rescatar a México" mediante una batería de programas
y medidas, desde la reforma fiscal hasta la paz en Chiapas, que reclaman
aprobación parlamentaria, y cambios en la Constitución.
El Gobierno entrante pretende una revisión profunda del marco
institucional, político y económico de México, una
nación diversa política y culturalmente, empobrecida en el
sureste limítrofe con Guatemala, agringada y pujante en Monterrey
y en las cadenas de montaje de capital extranjero establecidas en la divisoria
con Estados Unidos. Fox ha ofrecido una Comisión de Transparencia
que investigue los magnicidios y graves delitos ocurridos en las últimas
décadas, concretamente la cruenta represión de estudiantes
en 1968, acortar la figura del fuero, reformar los servicios de espionaje,
limitar el presidencialismo, impulsar una segunda vuelta electoral y crear
las figuras del plebiscito y el referéndum para incorporar a la
sociedad en la gestión de gobierno.
Los cambios económicos propuestos son también sustantivos:
abrir más los sectores energético y petroquímico al
capital privado para atraer la inversión nacional y extranjera contrarrestar
los límites prespuestarios y crear 1.350.000 nuevos empleos; el
Ejecutivo quiere modificar la estructura de Petróleos Mexicanos
(Pemex), cuyos ingresos determinan el presupuesto nacional, y una reforma
fiscal que haga pagar más a los que más tienen y reduzca
una de las evasiones fiscales más importantes del mundo. La recaudación
tributaria de México es sólo el 11% del PIB.
El presidente, cuya trayectoria profesional incluye 13 años como
vendedor, ejecutivo y gerente de la multinacional Coca-Cola en México,
supo vender bien la bebida refrescante, y a partir de hoy acomete otra
operación de márketing más trascendente: convencer
al Congreso de que su programa conviene a la patria.
Los diputados y senadores rivales, y alguno en el flanco más
doctrinario de su propio partido, el conservador Partido Acción
Nacional (PAN), le esperan con la guardia alta. La Cámara de Diputados
tiene 500 miembros, y el PAN y su aliado el Partido Verde Ecologista suman
223 escaños. Los diputados del PRI son 211, y 50 los del Partido
de la Revolución Democrática (PRD), de centro-izquierda.
Otras fuerzas menores controlan el resto de los escaños. El PRI
retiene 60 de los 127 senadores de la Cámara alta, frente a los
51 del PAN y los ecologistas y los 16 del PRD y el Partido del Trabajo.
El PRI, el partido que hoy asiste apesadumbrado a una investidura que
es su funeral, gobierna en 19 de los 31 Estados que componen México
junto al gobierno de la Ciudad de México. El PAN lo hace en siete
y el PRD en tres. Otros dos son administrados por alianzas de conservadores
y centroizquierdistas, como es el caso de Chiapas. El mando en 1.389 municipios
corresponde al PRI, 315 al PAN y 268 al PRD, aunque los hombres del PAN
controlan las principales ciudades, excepto la capital federal, en manos
del PRD desde 1997.
"Ver para creer", dicen en la calle los mexicanos, independientemente
de la orientación de su voto en las generales del 2 de julio. No
sólo habrán de sortearse las resistencias parlamentarias.
México es una nación sujeta a variados intereses económicos,
políticos, culturales, religiosos, ciudadanos y también delictivos.
Las fuerzas conservadoras, o las mafias que medraron durante 71 años
al abrigo del corporativismo priísta y amasaron fortunas en coalición
con el narcotráfico o el tráfico de influencias probablemente
presentarán batalla. La decencia, la transparencia, la equidad preconizadas
serán los objetivos.
El historiador Lorenzo Méyer dice que la estabilidad observada
hoy no es en sí misma una virtud, aunque sí un trampolín
hacia empeños más ambiciosos, porque lo que detuvo la modernización
de México fue la corrupción dentro del opaco sistema instaurado
por el PRI, cuya evolución conviene seguir detalladamente. Este
partido, agrega, puede entorpecer mucho la consolidación democrática,
e incluso ayudar a echarla por la borda. "Ahorita lo único que se
les ve es el resentimiento".
"Los mismos de siempre, haciendo lo mismo de siempre, se resisten a iniciar el tratamiento urgente de cambio que nos recetó la sociedad el 2 de julio", protestó Roberto Madrazo, ex gobernador de Tabasco, cabeza visible del sector que se opone a las políticas liberales aplicadas por el gobierno de Zedillo. "Cuando el país entero vive con legítimo orgullo la fiesta de la democracia, una parte de nuestra organización cava su tumba", agregó el político que pretende dirigir los destinos del partido más vetusto del planeta después del soviético.
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