Fujimori esgrime el terror vivido con Sendero Luminoso
para amedrentar a la oposición
El presidente peruano recuerda la inseguridad y el pánico
que colapsaron el país en el pasado
FRANCESC RELEA / ENVIADO ESPECIAL, Ayacucho
Alberto Fujimori, presidente de Perú, recordó la inseguridad
y el pánico que vivió el país en el pasado para equiparar
a la oposición con el terrorismo de Sendero Luminoso. "Un país
azotado por el terrorismo durante 15 años no merece ser atacado
por episodios de salvajismo que enlutan hogares peruanos y destruyen la
propiedad privada y pública", dijo ayer al referirse a los incidentes
del viernes, que causaron seis muertos. Rodeado de generales, el presidente
hablaba a los jefes del poderoso aparato represivo que conforman en Perú
las Fuerzas Armadas, la policía y el servicio de espionaje.
Fujimori, con su ministro de Defensa
en un desfile militar (Reuters).
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Terrorismo y Sendero Luminoso son dos palabras malditas para muchos peruanos
que todavía tiemblan con el recuerdo de la guerrilla que causó
estragos en la década de los ochenta y principios de los noventa.
La pacificación fue uno de los grandes éxitos del primer
mandato de Fujimori, que ha rentabilizado políticamente la aniquilación
de Sendero Luminoso y del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA).
En campaña electoral o fuera de ella, el presidente no pierde ocasión
para recordar que bajo su Gobierno fue capturado, el 12 de septiembre de
1992, Abimael Guzmán, el temido líder senderista.
Jefrey Gamarra, antropólogo ayacuchano y director del Instituto
de Investigación y Promoción del Desarrollo y la Paz, que
trabaja con las comunidades de la sierra, lo explica así: "La campaña
de Fujimori empezó hace dos años. Se apela a los miedos más
que a las aspiraciones de la población, al temor a la vuelta de
Sendero, que está latente y que tiene que ver con una concepción
andina del tiempo. El tiempo es circular, lo que significa que el pasado
vuelve a ser futuro. Han trabajado psicosocialmente sobre estos temores
de los habitantes de los Andes".
La estrategia ha dado buenos resultados a la hora de oscurecer todo
el trabajo sucio que ha llevado a cabo el régimen para perpetuarse
en el poder. Hasta fecha reciente, justo antes de la primera vuelta de
las elecciones presidenciales, buena parte del territorio peruano era todavía
declarado zona de emergencia. Allí, las Fuerzas Armadas tenían
el poder absoluto para combatir el terrorismo y lo que hiciera falta. El
escenario ha cambiado considerablemente en los departamentos andinos, pobres
y alejados, donde nació Sendero Luminoso.
25.000 muertos
A finales de los ochenta, viajar a Huamanga, capital del departamento
de Ayacucho, era una aventura no exenta de riesgos. El aeropuerto y la
ciudad estaban militarizados. Soldados de uniforme negro, rostros pintados
y armados hasta los dientes patrullaban amenazantes. El enemigo acechaba
por todas partes. Veinticinco mil muertos y medio millón de desplazados
costó la guerra declarada por Sendero Luminoso, que colocó
al Estado al borde del colapso.
En 1994, cuando ya se había impuesto la paz, muchos limeños
de la clase alta viajaban a Ayacucho para ver cómo era la ciudad,
el territorio donde nació la pesadilla. Hoy es una ciudad tranquila
que se llena a rebosar en Semana Santa por los peregrinos que viajan para
ver el bosque de iglesias, como describen los ayacuchanos a su ciudad,
que alberga 37 templos y capillas. ¿En qué ha cambiado la
vida de los pueblos andinos que vivieron acogotados por el terror de uno
y otro bandos? Carlos Condori presidía en aquellos tiempos la asociación
de periodistas de Ayacucho. Estuvo amenazado y durante un tiempo se marchó.
Actualmente dirige una ONG que trabaja en proyectos de desarrollo. Recuerda
que en los años ochenta había dos emisoras de radio. Hoy
pueden sintonizarse 17 emisoras locales y cinco de frecuencia modulada
de ámbito nacional. "Terminada la violencia, el Estado dirigió
todas las miradas hacia Ayacucho. Las inversiones per cápita
son las más importantes de todo el país. Pero en todos los
casos no son inversiones que fomenten el desarrollo, sino en gran medida
una política de asistencia que se mantiene hasta hoy. Ayuda alimenticia
a las comunidades campesinas, asociaciones de madres, vaso de leche, comedores
populares, distribución de tractores, herramientas, fertilizantes,
ropa... El espíritu del campesino ha retrocedido: ahora pide, no
exige".
"Actualmente, más de la mitad del país recibe alimentos
del Estado. Como no tiene planes de desarrollo para la sierra, la alternativa
de Fujimori es crear una serie de organismos dedicados a programas de asistencia
social", dice Jaime Urrutia, antropólogo del Centro Peruano de Estudios
Sociales (Cepes), que vivió 20 años en Ayacucho que incluyen
la etapa más negra. "Ayacucho, Apurímac, Huancavelica, Cuzco
y Puno son los cinco departamentos más pobres de Perú, en
el corazón de la sierra centro sur. Allí, los programas de
desarrollo son casi inexistentes. Ni siquiera hay carreteras de articulación.
El capital no tiene interés alguno en invertir. La única
apuesta del Gobierno es la gran minería, oro, cobre y plata, que
deja recursos directos para mantener las arcas del Estado".
Karin Apel, cooperante alemana que trabaja para el Instituto de Investigación
y promoción del Desarrollo y Paz de Ayacucho, observa una mayor
presencia del Estado desde la derrota de Sendero Luminoso, "pero ello no
ha contribuido a fortalecer capacidades locales. Hay lindos colegios con
profesores mal pagados y poco capacitados. En las escuelas rurales van
de martes a jueves. El sueldo de un profesor de escuela no llega a los
200 dólares mensuales [36.000 pesetas]. Un profesor universitario
no supera los 400". Las infraestructuras han mejorado, pero, según
comenta Gamarra, "ésta es una población tan desatendida por
el Estado que lo que ahora ven como un regalo de Fujimori es en realidad
un derecho". Pero el empleo no ha mejorado en absoluto. "El principal producto
de exportación de Ayacucho es la fuerza de trabajo. Fujimori no
ha revertido esta tendencia".
Miedo al pasado
Carlos Iván de Gregori, antropólogo del Instituto de Estudios
Peruanos y estudioso del fenómeno senderista, señala que
en las zonas rurales donde hubo un mayor grado de violencia persiste el
miedo a un regreso al pasado. En la provincia de Huanta, por ejemplo, donde
la represión corrió a cargo de la Infantería de Marina.
Si se extrapolara a escala nacional el número de muertos, sería
de 700.000. "El trauma todavía queda. Por eso mucha gente no quiere
que se desactiven las rondas campesinas, que se crearon para combatir a
Sendero". Las secuelas de la guerra han abonado la proliferación
de las pandillas juveniles, un alto índice de suicidios y numerosos
casos de ansiedad y depresión, y las fricciones entre los desplazados
que han regresado a sus hogares y los que se quedaron. Han vuelto los más
pobres, a los que les fue peor. No llegan al 30%. Ayacucho ha tenido unos
90.000 desplazados de un censo de 500.000. "Los más golpeados están
en la franja de entre los 18 y los 50 años: la generación
que vivió los inicios de la violencia", dice Gamarra.
Todos estos factores favorecen los buenos resultados electorales que
obtuvo Fujimori en Ayacucho. En las principales zonas urbanas --Huanta,
Huamanga-- consiguió en torno al 51%, pero en las zonas rurales,
más aisladas y, por tanto, menos informadas, ganó con amplitud.
Hay distritos donde logró el 95% de los votos.
Ayacucho, después de Sendero
F. R., Ayacucho
"Yo he paseado por los territorios que supuestamente estaban liberados
por Sendero Luminoso y no queda nada. Miles de sus militantes están
en la cárcel. Prácticamente todo el comité central
está preso o muerto", señala Carlos Iván de Gregori.
Muchos de los antiguos senderistas han vuelto a la universidad. "Otros
se han vuelto evangélicos, han pasado de una religión a otra,
otros no quieren saber nada y otros siguen, pero en otra estructura del
partido".
En opinión de Jaime Urrutia, después de Sendero Luminoso
ha habido como un lavado de cerebro colectivo. "Aquí la cultura
de la prepotencia y de la no participación es de vieja data. De
la jerarquía, la arbitrariedad, la impunidad... Un proverbio común
en este país es: el que puede, puede, y el que no puede, aplaude.
Si tienes plata, puedes. Si tienes poder, puedes. Aquí no funcionan
la norma y las reglas".
La gente siente más confianza y más seguridad, pero no
existe un olvido completo. En el mundo intelectual de Ayacucho la ideología
de Sendero está presente, según cuentan las fuentes consultadas.
"Sendero fue una alternativa para la gente. Generó un espíritu
de cambio. De eso queda poco en el campo. Hoy la gente lee menos. Los mejores
intelectuales de Ayacucho se marcharon. Unos, porque temían por
su vida. Otros, para cambiarse de lugar", recuerda Carlos Condori.
El proyecto político de Sendero Luminoso se acabó. Todos
los dirigentes, incluido el mítico presidente Gonzalo, cumplen cadena
perpetua en varias cárceles del país. Sólo en remotas
zonas selváticas queda un pequeño grupo residual, aislado
e incapaz de articular una respuesta. Perfectamente controlados por el
Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), los senderistas irredentos actúan
como bandoleros. Lejos quedan los días en que la organización
proclamaba: "El partido es mil ojos y mil oídos". Una amplia red
de informadores, muy ligados a los padres de los militantes, espiaban hasta
al último de los ayacuchanos. Cuando detuvieron a Abimael Guzmán
mucha gente no podía creerlo y esperaba su fuga en cualquier momento.
Existía el convencimiento de que eso era posible y que el Estado
y el Ejército eran vulnerables. Cualquiera era sobornable. Pero
el mito se desmoronó con una sorprendente rapidez y dejó
como legado una militarización de la política, es decir,
la estrategia y la táctica de la guerra trasladadas a la política. |