La frustración hunde a los venezolanos
Cunde el desaliento en un país azotado por el
paro y los altos índices de pobreza
LUDMILA VINOGRADOFF , Caracas
"Si el proyecto de Chávez fracasa puede venir una guerra civil",
advierte en tono amenazante el comandante ex golpista Yoel Acosta Chirinos
al hacerse eco de la frustración que recorre a la mayoría
de los venezolanos de a pie por el agravamiento del desempleo, falta de
vivienda e inseguridad tras los 22 meses de gestión del mandatario.
"No estamos dispuestos a que al pueblo venezolano se le frustre una vez
más. Eso sería terrible. Perdería toda esperanza",
añade sin definir de qué proyecto habla cuando señala:
"El proyecto está desvaneciéndose y debilitándose".
Acosta fue compañero de armas del presidente de Venezuela, Hugo
Chávez, y de su rebelión de 1992. Formó parte del
grupo de militares disidentes que denunció en febrero pasado varios
escándalos de corrupción después de apoyar la candidatura
de otro ex golpista, Francisco Arias Cárdenas.
Acosta ha sorprendido con su anuncio de regresar al lado de Chávez
para que su proyecto "no naufrague. Hay mucha gente con desesperanza. Vemos
que el presidente ofrece muchas cosas y no tiene equipo para concretarlas.
Nos angustia lo que está ocurriendo. Ya el apoyo popular que tenía
Chávez ha decrecido y sigue decreciendo".
Cifras oficiales
La gente común coincide con lo que declara el disidente arrepentido,
pues las cifras oficiales no se corresponden con lo que se observa en la
calle. Es la eterna ambigüedad entre los macro y microindicadores.
Según el Gobierno, el desempleo bajó este año al 14%,
el PIB (producto interior bruto) de la economía crece a un ritmo
del 2,2%, las reservas monetarias internacionales subieron a 17.000 millones
de dólares, la devaluación de la moneda se ubica en un 1,7%
mensual, la inflación se controló al 15% y ha aumentado a
208 dólares el salario mínimo, es decir un 50% en dos años.
Sin embargo, "todo está parado", dice Emma Medina, cajera de
un supermercado en la caraqueña urbanización de La Florida.
"Ahora gano el doble de mi salario básico que hace dos años
pero mi hermano se quedó sin empleo en el mismo tiempo. Es cierto
que hay más delincuencia y desempleo que antes, pero es que votamos
por Chávez en 1998 porque nos perjudicaron en la liquidación
con la nueva Ley del Trabajo y si no se hubieran metido con el bolsillo
de los trabajadores no habríamos votado por un militar desconocido",
dice, medio arrepentida e insegura de su venganza electoral.
El aumento salarial decretado fue un gancho para que los sectores populares
fueran a votar en los siete comicios de todo tipo, incluido el de la nueva
Constitución que ha convocado el Gobierno en estos dos años
y que lo ha convertido en invicto en este período. No obstante,
las cifras extraoficiales de CENDA, Centro de Estudios y Documentación
de los Trabajadores, señalan que el desempleo formal llega al 22%,
la economía sumergida informal subió al 55%, lo que refleja
ese 80% de pobreza del venezolano, y el salario mínimo no alcanza
para comprar la cesta de alimentos, valorada en 600 dólares.
De los 23 millones de habitantes, la fuerza activa llega a 11 millones
de personas, pero los que tienen empleo fijo apenas pasan de los 3 millones
de trabajadores, de los cuales 1,3 millones están en la nómina
de la Administración central y descentralizada y el resto, en el
sector privado, después de haber cerrado 3.200 empresas; las que
siguen abiertas operan al 50% de su capacidad.
"Claro, los sectores populares salieron favorecidos con los decretados
aumentos; con tres salarios mínimos en una familia pueden cubrir
sus necesidades básicas, porque no pagan impuestos ni los servicios
públicos. Pero nosotros, de la clase media, estamos peor que antes",
dice frustrada Mercedes Ramírez, administradora y locutora que no
consigue empleo fijo desde hace año y medio, después de haber
votado por Chávez.
Para Ramírez, de 49 años, el remedio fue peor que la enfermedad.
"No soy una resentida social, pero queremos vivir en armonía y paz.
No puede ser que ahora tengamos 100 muertes violentas cada fin de semana
y haya crecido la delincuencia. No podemos continuar así. Escucho
rumores fuertes en la calle de que viene pronto una rebelión popular
o una guerra civil".
Los casi siete millones de venezolanos desocupados han ingresado en
la economía sumergida, en lo que aquí se denomina el rebusque,
que se refleja en la invasión de buhoneros (vendedores ambulantes)
en las avenidas de las grandes ciudades.
Uno de estos buhoneros se dedica a limpiar botas y zapatos en
el Gran Café del bulevar de Sabana Grande de Caracas. Es un moreno
de unos 40 años que chapucea algunas palabras en inglés para
atraer a los turistas y dice llamarse Hendrix Gómez. "Soy chavista
porque quise dejar de ser pobre. Antes, los 10 dólares que ganaba
al día me alcanzaban para comer y llevar algo a la casa. Ahora,
para una sola comida y una botellita de ron. Pero cuando nos saquen del
bulevar vendrá una explosión social. Te acordarás
de mí, my babe".
Domingo Segura Báez, jubilado de 72 años, confiesa que
votó por Chávez "la primera vez en diciembre de 1998, pero
no la segunda en julio pasado porque me sentí frustrado por estos
dos años perdidos. Después vino todo este chungo [revoltijo,
en chileno] constitucional que llevó al país a un enguerrillamiento
y a una división profunda de la sociedad".
Nacido en Chile, Segura emigró a Venezuela durante la dictadura
de Pinochet. "No me gusta el estilo de Chávez, pero lo mejor que
ha podido ocurrir es haberle dado la Ley Habilitante. Con ese poder absoluto
en sus manos, ya no tendrá excusas para sacar al país de
la crisis y será el único responsable de su propio fracaso.
Dios quiera que resulte, porque no sabemos lo que puede ocurrir en los
próximos meses".
Ley Habilitante
Hace una semana, la mayoría parlamentaria chavista le aprobó
al mandatario los poderes especiales o la Ley Habilitante para que durante
un año dictara 38 leyes en las seis áreas más importantes
del país: financiera, económica y social, infraestructura,
transporte y telecomunicaciones, seguridad ciudadana y la reorganización
y funcionamiento del Estado.
"Yo me siento doblemente decepcionado porque nuestra lucha por reformar
el poder judicial ha quedado en una caricatura", afirma el político
William Ojeda, quien se postuló como "chavista" a la alcaldía
caraqueña de Petare en las pasadas elecciones del 30 de julio y
asegura que otro "chavista", José Vicente Rangel Avalo, hijo del
canciller, supuestamente "le robó" los votos.
Generosa Novoa, peluquera de 65 años nacida en Galicia y con
la mitad de su vida en Venezuela está ahora triste y angustiada.
"Yo era una chavista furibunda pero ahora siento una decepción total
porque el presidente no ha cumplido con sus promesas de hacer justicia
social, la gente pasa más hambre y desempleo. En definitiva nos
ha engañado". A la peluquera se le quitó la ceguera con la
visita que hizo Fidel Castro hace dos semanas. "Lo que me terminó
de abrir los ojos fue el romance entre Chávez y Castro. Fue increíble
verlos abrazándose y besándose por televisión. Eso
no me gustó porque Castro es comunista y no quiero que el Gobierno
venezolano se copie del modelo cubano. Tengo pánico porque podemos
ir a una guerra civil. Es lo que está sonando en la calle", dice
al comentar que los españoles hacen largas filas en el Consulado
de España para abandonar el país.
La visita de Fidel Castro ha traído como consecuencia la paralización
de las inversiones nacionales y extranjeras, afirma la presidenta del gremio
de comerciantes, Alvis Muñoz, lo que ha incidido en la desconfianza
de los empresarios por la prometida reactivación económica
y social del gobierno.
El analista político Axel Capriles explica que el plan de Chávez,
a quien califica de "nuevo rey sol" está bien concebido. "Consiste
en ahuyentar del país a todo aquel que tenga la pérfida intención
de pensar por sí mismo, en quebrar a todos los grupos económicos,
en aumentar la inseguridad personal y la criminalidad para expulsar a los
productivos inmigrantes extranjeros, en dejar un país habitado exclusivamente
por mentes marginales o serviles".
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