Colombia confía
en que el acuerdo con las FARC permita esta vez acabar con la guerra
Pastrana y Tirofijo acuerdan mecanismos para acelerar el intercambio
de prisioneros
JUAN JESÚS AZNÁREZ / ENVIADO ESPECIAL,
Bogotá
Los acuerdos alcanzados por el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC) probablemente no cumplieron las expectativas de los
nacionales más castigados por una guerra interna de casi cuatro
decenios, pero fueron aplaudidos mayoritariamente porque destrabaron el
proceso de paz y cerraron el paso a una escalada bélica de imprevisibles
consecuencias. El escepticismo teme que el documento suscrito en el municipio
de Los Pozos termine siendo letra muerta, un voluntarismo sin resultados
concretos.
La reanudación de las conversaciones suspendidas el 14 de noviembre
por la guerrilla, aduciendo que el Ejecutivo no combate decididamente a
los paramilitares, fue el resultado más tangible de la cumbre sostenida
el jueves y el viernes por el presidente, Andrés Pastrana, y el
jefe máximo de las FARC, Manuel Marulanda, Tirofijo. Los
dos dirigentes, y sus más estrechos colaboradores, acordaron la
creación de comisiones de seguimiento y mecanismos de verificación
que aceleren el intercambio de prisioneros, impidan un nuevo bloqueo del
proceso, logren avances del derecho humanitario y acuerdos palpables contra
el paramilitarismo, los secuestros, el reclutamiento de menores o los ataques
a la población civil.
"Es un hecho positivo. Colombia era una olla a presión", declaró
Luis Eduardo Garzón, que aspirará a contender por la presidencia
de Colombia el año próximo, al analizar el documento de 13
puntos firmado en la cumbre de Los Pozos, a 800 kilómetros de Bogotá,
en el corazón de los 42.000 kilómetros cuadrados cedidos
por el Gobierno a las FARC, en noviembre de 1998, para facilitar el diálogo
de paz. Pastrana prorrogó hasta el 9 de octubre la vigencia de esa
cesión, y una comisión tratará de certificar que esa
geografía, equivalente a la extensión de Suiza, cumpla sus
objetivos iniciales, esto es, facilitar las negociaciones, y no se convierta
en la denunciada retaguardia donde las FARC se fortalecen militarmente,
forjan negocios con el narcotráfico y ocultan a los secuestrados.
El liberal Horacio Serpa, también presidenciable, celebró
el nuevo acercamiento político porque "se va dialogar muy en serio
sobre fórmulas para confrontar el paramilitarismo y conseguir el
desescalamiento de la guerra". Pastrana y Marulanda resucitaron la opción
política, un logro nada desdeñable en un país donde
las armas imponen su lógica desde hace decenios, y la mesa de negociación
se reunirá tres veces a la semana. No obstante, la consecución
del ansiado cese del fuego y de las hostilidades, el meollo del conflicto,
es un desafío todavía en la luna. Dentro de ocho meses, Colombia
entrará en precampaña electoral, y es previsible que el ruido
y el oportunismo políticos resten sosiego y curso a las laberínticas
conversaciones, cuya nueva fase deberá reanudarse este miércoles.
Los acuerdos de Los Pozos, un cúmulo de vaguedades para el analista
Bernardo Gutiérrez, alumbraron la formación de un grupo de
notables que formulará recomendaciones contra las Autodefensas Unidas
de Colombia (AUC), unos escuadrones de extrema derecha, con 8.150 hombres
entre sus filas, que en su bárbara lucha contra la guerrilla sembraron
de cadáveres civiles el suelo colombiano. El Gobierno y las FARC,
con más de 16.000 miembros y un poco menos reticentes al desembarco
de observadores extranjeros, invitaron a la comunidad nacional e internacional
a sumarse al proceso.
Incredulidad
Los incrédulos, y los opositores a las concesiones a la guerrilla,
entre ellos el derechista liberal Álvaro Uribe, niegan al Gobierno
facultades para negociar con un grupo ilegal, las FARC, el destino de otro
también proscrito: los paramilitares. "No estoy de acuerdo con negociar
con un actor irregular la política contra el otro [irregular]",
manifestó Uribe, otro de los hombres que preparan su candidatura
a la jefatura de Gobierno en las elecciones de junio de 2002.
El general retirado Harold Bedoya, encuadrado en la línea dura,
despreció los resultados de la cumbre porque "todo sigue siendo
un catálogo de buenos deseos, de buenas voluntades, que se va a
hablar de cese de hostilidad cuando ya llevamos prácticamente dos
años y medio y esto no se ha concretado en nada. Estamos en las
mismas". El ex jefe militar, derrotado aspirante a la presidencia, pronostica
que la nueva prórroga de la zona bajo control de las FARC conducirá
a la consolidación "del Estado de Tirofijo, del Estado criminal
que nos está destruyendo a todos. Realmente no he podido descubrir
algo que tranquilice a los colombianos". |