Argentina,
a golpe de mercado
La crisis
política agudiza la dramática situación económica
y social después de tres años de recesión
FRANCESC
RELEA |
Buenos Aires
El
mismo día que el fiscal argentino Carlos Stornelli solicitaba formalmente
una citación judicial para interrogar al ex presidente Carlos Menem,
por el escándalo del contrabando de armas a Croacia y Ecuador en
los años noventa, salía a la calle el último número
de la revista rosa Gente con una foto en portada de Cecilia Bolocco,
novia del ex mandatario peronista, y la siguiente frase: 'Mi boda durará
tres días y tres noches'. Los agobios de signo opuesto de la popular
pareja -con la justicia él, con los festejos casamenteros ella-,
reflejan las dos caras, real y virtual, de la Argentina de hoy: una profunda
crisis política, económica y social frente a una idea de
nación que sólo existe en el sueño de los argentinos.
La
grave acusación contra Menem de ser el jefe de una 'asociación
ilícita' que fraguó el desvío de 6.500 toneladas de
material militar del Ejército argentino ha agravado la conflictiva
situación de un país en recesión desde hace tres años.
La
posibilidad, por remota que sea, de que un ex presidente de la República
acabe detenido y encarcelado ha puesto en aprietos la institucionalidad
y corre el riesgo de convertirse en una cuestión de Estado. De ello
se está encargando el opositor Partido Justicialista (PJ-peronista),
que preside Menem, y que ha declarado una cruzada en defensa de su líder.
Mal asunto para un país que enfrenta desde hace meses severos problemas
económicos y sociales y para un Gobierno con apenas 16 meses en
el poder.
Ruptura
de la coalición
Se
respiraba aire de crisis desde hacía tiempo. El Gobierno de coalición
presidido por Fernando de la Rúa vive a ritmo de sobresalto desde
la dimisión, el pasado octubre, del vicepresidente Carlos Chacho
Álvarez, referente de la Alianza entre la Unión Cívica
Radical (UCR) y el Frente del País Solidario (Frepaso, conglomerado
de corte socialdemócrata). Fue precisamente la corrupción
-el caballo de batalla de la campaña electoral de la Alianza- la
que provocó la caída de Álvarez y la primera fractura
de la coalición gubernamental. Varios senadores del oficialismo
y de la oposición cobraron sobornos a cambio de votar a favor de
la polémica reforma laboral.
El
ministro de Economía, José Luis Machinea, era el siguiente
eslabón sobre el que se cebó la presión. Ni el aumento
de impuestos, ni el recorte del gasto en 900 millones de dólares,
ni el paquete de ayuda de 40.000 millones de dólares negociado en
diciembre con el Fondo Monetario Internacional (FMI) sirvieron para controlar
el enorme déficit público (6.500 millones de dólares).
Por
el contrario, la desconfianza exterior aumentó, y con ella, el temor
a una suspensión del pago de la deuda. En este contexto, el ministro
Machinea transmitía inseguridad y vacilación. Fue una crónica
de una dimisión anunciada que se concretó el 2 de marzo.
Su
sucesor, Ricardo López Murphy, fue bien recibido por los mercados.
Su pasión por la disciplina fiscal y su ortodoxia gustaban a las
organizaciones financieras internacionales. Pero el nuevo ministro tenía
un problema. Hablaba claro, sin importarle el auditorio. Si creía
en una rebaja nominal del 10% en todos los salarios, lo decía y
en paz. Así lo hizo en abril de 1999 en unas polémicas declaraciones.
Diez
días después de asumir como ministro de Economía,
López Murphy anunció un plan de ajuste para reducir el déficit
en 2.000 millones de dólares, que contemplaba un recorte de 1.000
millones en las transferencias del Estado a las provincias y una disminución
en los incentivos a los docentes, entre otros aspectos.
El
rechazo unánime de los sindicatos (con huelga general y cortes de
carreteras), de la oposición peronista, de los gobernadores provinciales
y de un sector del propio Gobierno (dimitieron tres ministros), convirtió
a López Murphy en el ministro más breve. El presidente De
la Rúa lo abandonó 15 días después de nombrarle
y de negar reiteradamente su dimisión.
A
la desesperada, convocó al líder del pequeño partido
Acción por la República, Domingo Cavallo, bestia negra
del radicalismo, cuyos dirigentes debieron tragar sapos y culebras, empezando
por el ex presidente Raúl Alfonsín. El artífice de
la ley de convertibilidad que acabó con la hiperinflación
en el Gobierno de Menem es el último cartucho de De la Rúa.
Fiel a su estilo, Cavallo entró en tromba. De entrada dijo que había
que reducir el déficit no en 2.000 millones, sino en 3.000, puso
un nuevo impuesto (a las transacciones financieras) y pidió poderes
especiales al Congreso para su plan de competitividad.
Ha
vuelto un político heterodoxo, probablemente menos sólido
técnicamente que López Murphy, pero capaz de mantener un
discurso político destinado a infundir ilusión y optimismo
a los argentinos. Y a los mercados. En palabras del analista y ex director
del Buenos Aires Herald, James Neilson, 'no sólo de cifras
y presupuestos viven los mercados, sino también de imágenes
y fantasías que a veces no convencerían a un zafrero analfabeto'.
Con
Cavallo como hombre fuerte del Gabinete argentino, el presidente
Fernando de la Rúa ha pasado a un segundo plano, donde desempeña
un papel de acompañamiento, en el que, probablemente, se siente
más cómodo. El ministro de Economía pone todo el énfasis
en la recuperación y el crecimiento, que permitiría reducir
el déficit y la desconfianza sobre el pago de la deuda. Pero, de
momento, la situación no ha cambiado. La demanda exterior (exportaciones),
que podría ayudar al crecimiento, sigue frenada en parte por un
tipo de cambio del dólar que es demasiado alto respecto del euro
y de otras monedas.
El
temor a una suspensión del pago de la deuda conlleva la elevación
de la prima de riesgo del país, que la semana pasada alcanzó
el récord de 1.284 puntos, cifra que situó a Argentina en
tercer lugar del ranking de mercados emergentes con mayor índice
de riesgo. Distintos sectores, entre ellos los empresarios agrupados en
la Unión Industrial Argentina (UIA), expresan su indignación
ante lo que califican de 'golpe de mercado' y subrayan que el grado de
riesgo no se corresponde con la capacidad productiva del país.
Maniobras
especulativas
Las
fuertes sacudidas de la Bolsa y de los bonos responden esencialmente a
maniobras especulativas de los mercados, pero no hay que olvidar que en
estos momentos hay pocas transacciones con Argentina. El problema básico
es que no entra dinero. Los bancos y los inversores privados no renuevan
los bonos a su vencimiento, mientras que los inversores directos están
en un compás de espera. En otras palabras, el mercado internacional
se ha cerrado para Argentina.
A
la vista de las circunstancias, Cavallo decidió suspender la licitación
de letras y bonos del Tesoro por valor de 700 millones de dólares
que estaba programada para el martes pasado, para evitar pagar intereses
ruinosos.
El
superministro libra batallas en diversos frentes y adopta medidas
a velocidad de vértigo. El impuesto sobre las transacciones financieras
ha sido incrementado para compensar 'la gran evasión fiscal detectada
el mes de abril', ha rebajado el arancel de importación a cero,
ha reducido el IVA del 21% al 10,5%, pero lo ha ampliado a todos los bienes
de capital.
Ha
anunciado una nueva convertibilidad entre el peso y una canasta que incluirá
al dólar y al euro, pero esto sólo será realidad el
día que ambas monedas estén a la par. De este modo, el peso
pasaría a ser la media armónica entre el dólar y el
euro. Es decir, si el dólar sube un 5% respecto del euro, el peso
quedaría reevaluado un 2,5% frente al euro y un 2,5% devaluado frente
al dólar.
El
problema es que Domingo Cavallo anunció una medida que no es fácil
de comprender para el gran público y que no se sabe cuándo
se podrá aplicar, lo que produce inevitablemente una gran incertidumbre.
Los analistas creen que la convertibilidad del peso resistirá y
que romperla sería un desastre porque los argentinos están
endeudados en dólares.
Nuevo
nombre para la vieja deuda
El
Gobierno argentino está enfrascado en la negociación de lo
que denomina canje de deuda, que consiste en cambiar bonos de corto plazo
por otros títulos de vencimiento más extenso. El objetivo
es colocar los vencimientos de corto plazo después del año
2005, cuando las necesidades de pago de deuda disminuyen considerablemente. La
cifra máxima que se baraja es de 20.000 millones de dólares,
pero la aparición de nuevos agujeros en el presupuesto dificulta
la operación. Cavallo dijo ayer que los últimos cálculos
efectuados por su ministerio han descubierto un desajuste fiscal de 4.000
millones de dólares. Habrá que ver a cuántos tenedores
de deuda aceptarán entrar en el canje, que permitiría estar
en mora de intereses y que podría significar un ahorro de unos 3.500
millones de dólares anuales. Lógicamente, el Gobierno tendrá
que ofrecer un tipo de interés atractivo para los nuevos bonos.Este
canje de deuda se habría llamado en los años ochenta simple
y llanamente reestructuración de deuda.El
ex ministro español Carlos Solchaga, que trabaja con la jefatura
del Gobierno de Fernando de la Rúa en el asesoramiento de la reforma
de la administración tributaria y política fiscal en Argentina,
estima que si durante el tiempo que se reducen los intereses por la moratoria
la economía comienza a crecer -el FMI insiste en que crecerá
un 2,5% este año-, 'a lo mejor se puede romper el ciclo vicioso
en el que se halla inmersa Argentina'.Cavallo
funcionará si tiene el poder de conseguir que haya un salto hacia
adelante en el crecimiento económico y que eso lleve a un aumento
de los ingresos fiscales, junto con el nuevo impuesto a las transacciones
financieras. Y empieza a demostrar que se queda en los 6.500 millones de
dólares de déficit para el año en curso, tal y como
acordó Argentina con el FMI. Si eso fuera así, la gente empezaría
a albergar cierta esperanza de que Argentina no va a necesitar mucha financiación. |