Lunes, 30 de abril de 2001

Argentina, a golpe de mercado
La crisis política agudiza la dramática situación económica y social después de tres años de recesión 
 

 
 
FRANCESC RELEA | Buenos Aires 

El mismo día que el fiscal argentino Carlos Stornelli solicitaba formalmente una citación judicial para interrogar al ex presidente Carlos Menem, por el escándalo del contrabando de armas a Croacia y Ecuador en los años noventa, salía a la calle el último número de la revista rosa Gente con una foto en portada de Cecilia Bolocco, novia del ex mandatario peronista, y la siguiente frase: 'Mi boda durará tres días y tres noches'. Los agobios de signo opuesto de la popular pareja -con la justicia él, con los festejos casamenteros ella-, reflejan las dos caras, real y virtual, de la Argentina de hoy: una profunda crisis política, económica y social frente a una idea de nación que sólo existe en el sueño de los argentinos.

La grave acusación contra Menem de ser el jefe de una 'asociación ilícita' que fraguó el desvío de 6.500 toneladas de material militar del Ejército argentino ha agravado la conflictiva situación de un país en recesión desde hace tres años.

La posibilidad, por remota que sea, de que un ex presidente de la República acabe detenido y encarcelado ha puesto en aprietos la institucionalidad y corre el riesgo de convertirse en una cuestión de Estado. De ello se está encargando el opositor Partido Justicialista (PJ-peronista), que preside Menem, y que ha declarado una cruzada en defensa de su líder. Mal asunto para un país que enfrenta desde hace meses severos problemas económicos y sociales y para un Gobierno con apenas 16 meses en el poder.

Ruptura de la coalición

Se respiraba aire de crisis desde hacía tiempo. El Gobierno de coalición presidido por Fernando de la Rúa vive a ritmo de sobresalto desde la dimisión, el pasado octubre, del vicepresidente Carlos Chacho Álvarez, referente de la Alianza entre la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frente del País Solidario (Frepaso, conglomerado de corte socialdemócrata). Fue precisamente la corrupción -el caballo de batalla de la campaña electoral de la Alianza- la que provocó la caída de Álvarez y la primera fractura de la coalición gubernamental. Varios senadores del oficialismo y de la oposición cobraron sobornos a cambio de votar a favor de la polémica reforma laboral.

El ministro de Economía, José Luis Machinea, era el siguiente eslabón sobre el que se cebó la presión. Ni el aumento de impuestos, ni el recorte del gasto en 900 millones de dólares, ni el paquete de ayuda de 40.000 millones de dólares negociado en diciembre con el Fondo Monetario Internacional (FMI) sirvieron para controlar el enorme déficit público (6.500 millones de dólares).

Por el contrario, la desconfianza exterior aumentó, y con ella, el temor a una suspensión del pago de la deuda. En este contexto, el ministro Machinea transmitía inseguridad y vacilación. Fue una crónica de una dimisión anunciada que se concretó el 2 de marzo.

Su sucesor, Ricardo López Murphy, fue bien recibido por los mercados. Su pasión por la disciplina fiscal y su ortodoxia gustaban a las organizaciones financieras internacionales. Pero el nuevo ministro tenía un problema. Hablaba claro, sin importarle el auditorio. Si creía en una rebaja nominal del 10% en todos los salarios, lo decía y en paz. Así lo hizo en abril de 1999 en unas polémicas declaraciones.

Diez días después de asumir como ministro de Economía, López Murphy anunció un plan de ajuste para reducir el déficit en 2.000 millones de dólares, que contemplaba un recorte de 1.000 millones en las transferencias del Estado a las provincias y una disminución en los incentivos a los docentes, entre otros aspectos.

El rechazo unánime de los sindicatos (con huelga general y cortes de carreteras), de la oposición peronista, de los gobernadores provinciales y de un sector del propio Gobierno (dimitieron tres ministros), convirtió a López Murphy en el ministro más breve. El presidente De la Rúa lo abandonó 15 días después de nombrarle y de negar reiteradamente su dimisión.

A la desesperada, convocó al líder del pequeño partido Acción por la República, Domingo Cavallo, bestia negra del radicalismo, cuyos dirigentes debieron tragar sapos y culebras, empezando por el ex presidente Raúl Alfonsín. El artífice de la ley de convertibilidad que acabó con la hiperinflación en el Gobierno de Menem es el último cartucho de De la Rúa. Fiel a su estilo, Cavallo entró en tromba. De entrada dijo que había que reducir el déficit no en 2.000 millones, sino en 3.000, puso un nuevo impuesto (a las transacciones financieras) y pidió poderes especiales al Congreso para su plan de competitividad.

Ha vuelto un político heterodoxo, probablemente menos sólido técnicamente que López Murphy, pero capaz de mantener un discurso político destinado a infundir ilusión y optimismo a los argentinos. Y a los mercados. En palabras del analista y ex director del Buenos Aires Herald, James Neilson, 'no sólo de cifras y presupuestos viven los mercados, sino también de imágenes y fantasías que a veces no convencerían a un zafrero analfabeto'.

Con Cavallo como hombre fuerte del Gabinete argentino, el presidente Fernando de la Rúa ha pasado a un segundo plano, donde desempeña un papel de acompañamiento, en el que, probablemente, se siente más cómodo. El ministro de Economía pone todo el énfasis en la recuperación y el crecimiento, que permitiría reducir el déficit y la desconfianza sobre el pago de la deuda. Pero, de momento, la situación no ha cambiado. La demanda exterior (exportaciones), que podría ayudar al crecimiento, sigue frenada en parte por un tipo de cambio del dólar que es demasiado alto respecto del euro y de otras monedas.

El temor a una suspensión del pago de la deuda conlleva la elevación de la prima de riesgo del país, que la semana pasada alcanzó el récord de 1.284 puntos, cifra que situó a Argentina en tercer lugar del ranking de mercados emergentes con mayor índice de riesgo. Distintos sectores, entre ellos los empresarios agrupados en la Unión Industrial Argentina (UIA), expresan su indignación ante lo que califican de 'golpe de mercado' y subrayan que el grado de riesgo no se corresponde con la capacidad productiva del país.

Maniobras especulativas

Las fuertes sacudidas de la Bolsa y de los bonos responden esencialmente a maniobras especulativas de los mercados, pero no hay que olvidar que en estos momentos hay pocas transacciones con Argentina. El problema básico es que no entra dinero. Los bancos y los inversores privados no renuevan los bonos a su vencimiento, mientras que los inversores directos están en un compás de espera. En otras palabras, el mercado internacional se ha cerrado para Argentina.

A la vista de las circunstancias, Cavallo decidió suspender la licitación de letras y bonos del Tesoro por valor de 700 millones de dólares que estaba programada para el martes pasado, para evitar pagar intereses ruinosos.

El superministro libra batallas en diversos frentes y adopta medidas a velocidad de vértigo. El impuesto sobre las transacciones financieras ha sido incrementado para compensar 'la gran evasión fiscal detectada el mes de abril', ha rebajado el arancel de importación a cero, ha reducido el IVA del 21% al 10,5%, pero lo ha ampliado a todos los bienes de capital.

Ha anunciado una nueva convertibilidad entre el peso y una canasta que incluirá al dólar y al euro, pero esto sólo será realidad el día que ambas monedas estén a la par. De este modo, el peso pasaría a ser la media armónica entre el dólar y el euro. Es decir, si el dólar sube un 5% respecto del euro, el peso quedaría reevaluado un 2,5% frente al euro y un 2,5% devaluado frente al dólar.

El problema es que Domingo Cavallo anunció una medida que no es fácil de comprender para el gran público y que no se sabe cuándo se podrá aplicar, lo que produce inevitablemente una gran incertidumbre. Los analistas creen que la convertibilidad del peso resistirá y que romperla sería un desastre porque los argentinos están endeudados en dólares.


Nuevo nombre para la vieja deuda 
El Gobierno argentino está enfrascado en la negociación de lo que denomina canje de deuda, que consiste en cambiar bonos de corto plazo por otros títulos de vencimiento más extenso. El objetivo es colocar los vencimientos de corto plazo después del año 2005, cuando las necesidades de pago de deuda disminuyen considerablemente. La cifra máxima que se baraja es de 20.000 millones de dólares, pero la aparición de nuevos agujeros en el presupuesto dificulta la operación. Cavallo dijo ayer que los últimos cálculos efectuados por su ministerio han descubierto un desajuste fiscal de 4.000 millones de dólares. Habrá que ver a cuántos tenedores de deuda aceptarán entrar en el canje, que permitiría estar en mora de intereses y que podría significar un ahorro de unos 3.500 millones de dólares anuales. Lógicamente, el Gobierno tendrá que ofrecer un tipo de interés atractivo para los nuevos bonos.Este canje de deuda se habría llamado en los años ochenta simple y llanamente reestructuración de deuda.El ex ministro español Carlos Solchaga, que trabaja con la jefatura del Gobierno de Fernando de la Rúa en el asesoramiento de la reforma de la administración tributaria y política fiscal en Argentina, estima que si durante el tiempo que se reducen los intereses por la moratoria la economía comienza a crecer -el FMI insiste en que crecerá un 2,5% este año-, 'a lo mejor se puede romper el ciclo vicioso en el que se halla inmersa Argentina'.Cavallo funcionará si tiene el poder de conseguir que haya un salto hacia adelante en el crecimiento económico y que eso lleve a un aumento de los ingresos fiscales, junto con el nuevo impuesto a las transacciones financieras. Y empieza a demostrar que se queda en los 6.500 millones de dólares de déficit para el año en curso, tal y como acordó Argentina con el FMI. Si eso fuera así, la gente empezaría a albergar cierta esperanza de que Argentina no va a necesitar mucha financiación.


 

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