REFORMA
HISTÓRICA
El
Senado de México aprueba la ley que reconoce los derechos de 10
millones de indígenas
El
texto reconoce las culturas y prohíbe la discriminación de
las minorías
JUAN JESÚS
AZNÁREZ |
México
El
Senado mexicano aprobó por unanimidad un proyecto de ley, de carácter
histórico, que prohíbe la discriminación de los diez
millones de indígenas mexicanos, míseros entre los 40 millones
de compatriotas pobres; reconoce constitucionalmente sus derechos y culturas,
y obliga al Gobierno a otorgarles recursos y promover políticas
de desarrollo. El texto, no obstante, se prestará a dobles interpretaciones
y acota el alcance de la autonomía establecida en el proyecto redactado
en 1996 por la comisión parlamentaria, que resumió los acuerdos
de San Andrés Larrainzar.
La
reforma aprobada por el Senado en la noche del miércoles modifica
cinco artículos constitucionales, agrega cuatro disposiciones transitorias
sobre la representación política de los indígenas
y otras cuestiones y deberá ser refrendada por la Cámara
de Diputados, y después, reglamentada por los Congresos de los 31
Estados de México, y su Distrito Federal, sede de la alcaldía
de Ciudad de México. Queda por ver si el Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN) acepta, para reanudar las conversaciones
de paz en Chiapas, suspendidas hace cinco años, las correcciones
incorporadas al proyecto de ley de 1996 por el gubernamental Partido de
Acción Nacional (PAN), conservador, el Partido Revolucionario Institucional
(PRI), y el Partido Revolucionario Democrático (PRI), izquierda,
que votó a favor con reservas al considerarla incompleta.
El
proyecto de ley concede una amplía autonomía a las 57 etnias
mexicanas, que podrán establecer sus formas de organización
social, política, económica y cultural, aplicar justicia
de acuerdo a sus usos y costumbres y disfrutar de sus recursos naturales.
Esa libre determinación y disfrute no podrá, sin embargo,
trascender los límites impuestos por la Carta Magna.
Una
de las enmiendas que conducirá a la polémica es aquella que
cambia el reconocimiento de las comunidades indígenas como entidades
de 'derecho público' por el de comunidades de 'interés público'.
Los 109 senadores asistentes aprobaron cautelas para evitar que la ley
abra el paso a reclamaciones independentistas, a problemas de jurisdicción
entre las autoridades federales e indígenas, o a choques por la
propiedad de tierras.
La
reacción del dirigente indigenista Luis Hernández permite,
sin embargo, anticipar objeciones a una resolución que, pese a sus
imperfecciones, representa un avance sustancial respecto a la marginación
del mundo indígena. Si bien la reforma le otorga derecho, también
'los recorta, lo que impide que se lleve a la práctica', manifestó
Hernández. Tremendamente complejo el problema indígena, los
diferentes Estados mexicanos deberán adecuar sus legislaciones al
contenido de la ley en ciernes.
Condiciones
zapatistas
Su
aprobación en los términos redactados hace cinco años,
salvo correcciones técnico-jurídicas que no le desvirtúen,
fue una de las tres condiciones del EZLN para volver a la mesa de negociaciones,
que abandonó denunciando el incumplimiento de los acuerdos de San
Andrés
Todavía
pronto para hablar de la trascendencia de los cambios aprobados por el
Senado, pues algunas interrogantes permanecen sin respuesta. La Constitución
y la integridad territorial, y las garantías individuales, sobre
todo las de las mujeres, se perfilaron en el hemiciclo como diques al derecho
consuetudinario reclamado por el indigenismo. Las reformas redactadas en
1996, comentó días antes a este periódico César
Augusto Santiago, diputado del opositor PRI, 'establecerían de derecho
dos clases de ciudadanos: los ciudadanos mexicanos y los ciudadanos mexicanos
indígenas. ¿Es pertinente esa distinción en la ley
suprema de la nación?'.
El
legislador no descartaba que un grupo de ciudadanos se definiera como indígena
sujeto de derecho colectivo y, 'en consecuencia, autoproclame su autonomía
en las tierras y el territorio que deseen'. 'Con esto basta para que ese
autoproclamado pueblo indígena autónomo tenga su propio
sistema de gobierno, su sistema judicial, su modelo educativo, su sistema
electoral y sus medios de comunicación'. Impedir ese tipo de conflictos
ha sido el norte seguido por los diputados del PAN y del PRI, y también
del PRD, más audaces en el diseño de la libre determinación
del 10% de la población.
El
reconocimiento constitucional de los usos y costumbres tal como aparecía
en el proyecto de ley enviado al Congreso implicaba, según sus críticos,
el reconocimiento de derechos originarios, pero también la perpetuación
de abusos o aberraciones cometidos 'de buena fe'. Todos coinciden en la
necesidad de respetar la tradición cuando no vulnere los derechos
universales.
Nadie
rechaza en México hacer justicia con los indígenas, despojados,
humillados y tratados como animales durante siglos, víctimas de
la ausencia de políticas integradoras y de un racismo todavía
vigente. Las divergencias sobre el alcance de la autonomía son manifiestas,
y los defensores del proyecto de ley original argumentaron que, en su conjunto,
vindicaba y abona las cuantiosas deudas pendientes. Sus adversarios, acusan,
esconden una animadversión hacia el indígena detrás
de los reproches legales. |