Cita en la selva de Colombia
El presidente Pastrana y Tirofijo, líder de
las FARC, se reúnen hoy en la zona desmilitarizada en un intento
de desbloquear las negociaciones de paz
JUAN JESÚS AZNÁREZ / ENVIADO ESPECIAL
, Bogotá
Los dos principales jefes colombianos, el uno investido por las urnas,
el presidente Andrés Pastrana, y el otro por los fusiles, Manuel
Marulanda, Tirofijo, líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC), acuden hoy a San Vicente del Caguán no tanto
para avanzar en la solución de los problemas nacionales pendientes
como para evitar un agravamiento del conflicto vigente hace cuatro decenios.
Los dos dirigentes intentarán, al menos, desbloquear un proceso
de conclusión lejana e incierta.
El encuentro que se desarrollará hoy en la zona cedida por el
Gobierno, en noviembre de 1999, a la poderosa guerrilla, al objeto de facilitar
las conversaciones en un ambiente distendido, tiene como objetivo fundamental
impedir que la actual interrupción lleve a una nueva escalada bélica
de las partes. "Santo Dios, santo fuerte, santo inmortal, líbranos
Señor de todo mal", invocaba el analista Armando Benedetti parafraseando
las admoniciones de su abuela cuando amenaza tormenta. El Gobierno, tras
la reunión de hoy, deberá decidir si concede una nueva prórroga
de control de las FARC sobre esa geografía, o la suspende. Es previsible
la prórroga, según los analistas.
Mientras tanto, a través de sus diferentes organizaciones, la
sociedad pidió a los dos dirigentes que acuerden medidas para impedir
la leva de menores, los secuestros, los ataques a la población civil,
la pérdida de vidas y bienes entre los colombianos atrapados por
el fuego cruzado de ejército, guerrillas, paramilitares, narcotraficantes
y delincuencia común asociada a esos grupos. Periodistas, empresarios,
campesinos, o habitantes de las ciudades donde campea la violencia son
blancos posibles de uno u otro bando. Las perspectivas de la reunión
a desarrollarse en algún punto de los 42.000 kilómetros cuadrados
de zona desmilitarizada, una extensión equivalente a la de Suiza,
no son muy alentadoras. Lejos de haberse avanzado en la discusión
de los asuntos enumerados en el borrador de la primera fase de las negociaciones,
reformas agraria, política o social, el proceso entró en
barrena hasta acabar, el 14 de noviembre, con la retirada de las FARC de
la mesa de negociaciones. Argumentó la guerrilla que el Gobierno
no combatió como debe a los paramilitares, y atribuyó un
inaceptable alcance militarista al Plan Colombia, un programa teóricamente
concebido para erradicar los cultivos de droga.
Uno de los detonantes de la ruptura fue el encuentro sostenido por el
ministro del Interior, Humberto de la Calle, con el jefe de los grupos
paramilitares, Carlos Castaño, para abordar la liberación
de varios legisladores secuestrados por esas falanges de extrema derecha,
a la que se considera responsable de más del 50% de las vulneraciones
de los derechos humanos cometidos durante el desarrollo de un conflicto
que se ha cobrado 35.000 vidas civiles en los últimos diez años.
Algunos datos certifican la dimensión de la guerra interna padecida
por este país de 40 millones de habitantes, diezmado por los asesinatos,
los secuestros, el éxodo de sus profesionales, la inseguridad y
el miedo. Los hombres alzados en armas son 29.000, según el informe
anual del ministerio de Defensa sobre derechos humanos, que operan en un
área casi igual al doble de la superficie de Centroamérica,
es decir en cerca de 600 de los 1.108 municipios del país. Esto
evidencia, de acuerdo con ese documento, que en Colombia "no hay una guerra
civil sino una guerra contra la sociedad". Las FARC cuentan con 16.492
hombres, los paramilitares, con 8.150 y otros 4.533 integran el Ejército
de Liberación Nacional (ELN). Más de las dos terceras partes
de los ingresos que financian a esos tres movimientos proceden de actividades
relacionadas con el narcotráfico.
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