La muerte de Tito
Puente deja a la música latina sin su figura más legendaria
El artista, de origen puertorriqueño, grabó más
de 100 discos y ganó cinco 'grammys'
CARLOS GALILEA, Madrid
Tito Puente, de eterna sonrisa pícara y una nube de pelo
blanco, aporreó con maestría sus timbales durante más
de 50 años. El rey de la música latina, nacido en el barrio
de Harlem, en Nueva York, de padres puertorriqueños, grabó
más de cien discos y compartió escenarios con los grandes
del jazz. Sus apasionadas interpretaciones a la percusión irradiaban
sabor caribeño. Desde los años sesenta acompañó
con frecuencia a Celia Cruz en sus giras por todo el mundo. Tito Puente,
de 77 años, murió la noche del miércoles en Nueva
York tras una operación de corazón de más de 17 horas.
Tito Puente y Celia Cruz, en 1990 (S. Colomero).
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Más de cien discos, cerca de doscientas obras, cinco premios Grammy
-el último de ellos este año por su disco Mambo Birdland-,
su estrella en el Hollywood Walk of Fame y doctorados de varias universidades,
convierten a Tito Puente en una figura legendaria de la música latina.
Al compositor, arreglista, timbalero, vibrafonista y director de orquesta
le han llamado el rey del timbal, el rey del mambo, el rey de la música
latina o, simplemente, El Rey. Además de excelente músico,
era un guasón. Su rostro sonriente se recordará casi tanto
como sus capacidades musicales. En los conciertos se le ocurría
presentar Oye cómo va como "aquella canción que compuso
Carlos Santana". En realidad la escribió él muchos años
antes de que el guitarrista la hiciera famosa -Santana también grabó
su Para los rumberos -; o bien podía decirle con cara de
póquer al periodista que se disponía a entrevistarle: "Pregúnteme
usted lo que quiera salvo cómo me llamo y por qué nací".
La unión más linda
Ernesto Antonio Puente había nacido el 20 de abril de 1923 en
El
Barrio, de Nueva York, en una familia puertorriqueña. Se sentía
muy orgulloso de sus orígenes. "Crecí en un lugar del este
de Harlem donde el jazz y la música latina estaban muy relacionados.
Y el matrimonio del jazz con la música latina es la unión
más linda que haya existido", comentó hace justamente tres
años. En el Museo de El Barrio se le tributó entonces un
emotivo homenaje por sus 50 años como director de orquesta. Y se
editó una caja de tres discos, 50 Years of Swing, que recogía
cincuenta de sus grabaciones, desde Que no, que no, con fecha de
1946.
Aunque quería ser un bailarín como Fred Astaire, el pequeño
Ernesto se dedicó a estudiar música -lo hizo en la prestigiosa
Julliard- tras haberse partido un tobillo en un accidente de bicicleta.
Tocó en el Palladium, la meca de la música bailable en Nueva
York, y en competencia con las orquestas de Machito y Tito Rodríguez,
en históricas sesiones de mambo y chachachá por las que se
dejaban ver Marlon Brando y Marlene Dietrich.
Ello no le impedía pasarse por el club de jazz Birdland para
improvisar junto a Dizzy Gillespie o Lionel Hampton. La historia de Tito
Puente, que grabó vinilos clásicos como Cuban carnival,
Puente goes jazz o Dancemania, es la de la música latina
en la Gran Manzana durante el último medio siglo. Había empezado
como batería en la orquesta de Noro Morales. Y a mediados de los
cuarenta, tocaba el saxofón y dirigía la orquesta de un buque
de la Navy, con el que se vio envuelto en varias batallas contra los japoneses.
Tras dejar de servir en la Marina de Estados Unidos, montó su primer
conjunto, The Picadilly Boys. Solía escabullirse con discreción
cuando alguien le mencionaba el asunto, pero era generoso: en 1980 creó
unas becas con el fin de ayudar a jóvenes estudiantes de música.
Y un hombre de palabra. La primera vez que vino a Europa fue a ver a la
Virgen de la Merced y le prometió que la visitaría cada vez
que pisara el Viejo Continente: "No importa dónde esté, siempre
paso por Barcelona". Celia Cruz le consideraba una de sus tres cabecitas
de algodón -las otras son su marido, Pedro Knight, y Johnny
Pacheco-. Con la cantante cubana compartió un gran afecto y cartel
en los mejores festivales de jazz. Grabó discos con ella y con otras
mujeres de rompe y rasga como La Lupe, Graciela o La India. La lista de
músicos importantes que trabajaron con el maestro incluye los nombres
de Cachao, Vicentico Valdés, Miguelito Valdés, Santos Colón,
Rolando Laserie, Oscar D'León, Héctor Lavoe, Ray Barretto,
Willie Bobo, Mongo Santamaría, Charlie Palmieri, Mario Bauzá,
Patato Valdés, Stan Kenton y Count Basie.
A Tito Puente se le puede ver en el filme Los reyes del mambo tocan
canciones de amor al lado de Antonio Banderas, y en Días
de radio, de Woody Allen, en el papel de su viejo amigo Xavier Cugat.
Se va uno de los artistas que más ha contribuido a la pujanza de
lo latino en Estados Unidos. Nunca más desfilará por la Quinta
Avenida en junio, en el día de Puerto Rico, ni podrá ver
cumplido su sueño de ser la primera orquesta latina que toque en
la Luna. Quizá logre que sea la primera en hacerlo en el cielo,
mientras sonríe burlón y la arma percutiendo sus gozosos
timbales.
Adiós a un mito del Harlem hispano
ISABEL PIQUER, Nueva York
El Harlem hispano, conocido como El Barrio, está de luto. Ayer
murió su rey. A primeras horas de la mañana, la noticia de
la desaparición de Tito Puente sorprendió a los habitantes
del que sigue siendo el refugio de los puertorriqueños de Nueva
York, el lugar donde el músico se crió y actuó en
sus primeros conciertos. "Tenemos el corazón bien dolorido", comentaba
ayer uno de sus colegas, el trompetista Chocolate Armenteros. Desde Buenos
Aires, su compañera de tantos conciertos, la inagotable Celia Cruz,
lamentó su muerte y recordó con cariño sus décadas
de complicidad.
Cruz y Puente seguían actuando regularmente en Nueva York. "Era
como otro mundo. Su música era muy emocionante y sus arreglos eran
increíbles. Pero sobre todo recuerdo su sonrisa. La sonrisa de Tito
Puente vivirá para siempre", dijo la cantante desde la capital argentina.
Otro de sus más viejos colaboradores, Joe Cuba, aseguró que,
sin Puente, el jazz latino no hubiera conseguido su éxito actual.
La noticia se sintió sobre todo en las calles del Harlem hispano.
"La gente no ha parado de llamarme, entristecida y sorprendida por la noticia",
comentaba ayer Chocolate Armenteros, uno de los amigos de la familia del
músico fallecido. "Grabamos muchos discos juntos. A él le
encantaba mi tierra, Cuba. Se nos ha ido tan rápido como Machito.
Nadie se lo esperaba. Era un director exigente como uno tiene que ser para
llegar a su categoría, le gustaba que todo estuviera muy organizado.
Él era el alma de la salsa".
Tito Puente nació en la calle 117 y se crió en la 111;
desde hace muchos años ya no residía en El Barrio, que sigue
siendo mayoritariamente puertorriqueño. "Era todo un caballero,
una persona muy asequible, pese a su éxito. Era el rey de la música
caribeña", contó Ángel Santos, director del Museo
de la Salsa. "Esperamos poder participar en sus funerales para rendir un
último homenaje a su memoria", dijo Santos.
Un degustador de ritmos
FIETTA JARQUE
A Tito Puente no le gustaba la salsa. El incansable percusionista siempre
despreció ese término, que, según él, había
contribuido a que la gente de hoy no se preocupe por distinguir los géneros
y la variedad de la música latina. "La salsa es para comer, un condimento",
afirmaba. "Al decir la palabra salsa no se distingue una guajira de un
mambo, de un chachachá, un merengue, una cumbia o lo que sea". Comentaba,
con humor, que una vez le habían pedido que interpretara una salsa
argentina.
Sin embargo, su particular estilo sí que "condimentó"
el jazz de los años cuarenta y cincuenta. El latin jazz sólo
pudo surgir de los latidos de la música afrocubana y, según
Tito Puente, ni siquiera los grandes del jazz americano fueron capaces
de interpretarlo con autenticidad. "Las orquestas de jazz no pueden tocar
latino bien ¡nunca!; pero las latinas sí pueden tocar jazz,
y bien", decía hace un par de años en una entrevista. "No
saben sacarle el sabor que le sacamos nosotros porque ellos no tienen clave,
no conocen los tumbaos del bajo ni los guajiros del piano".
En la particular cocina de la música, Tito Puente fue
sal y picante, pero también un gran degustador de los ingredientes
esenciales de la cultura latina.
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