Los lores anulan la inmunidad de Pinochet
La alta instancia judicial excluye de esa protección los crímenes contra la humanidad
![]() de los Lores en Londres (Reuters). |
Los lores Donald Nicholls, Johan Steyn y Leonard Hoffmann votaron contra la inmunidad, dejando en minoría al presidente del tribunal, lord Gordon Slynn, y al más antiguo miembro del comité, lord Anthony Lloyd. Ahora corresponde mover pieza al secretario de Estado de Interior, Jack Straw, para comenzar el procedimiento de extradición de Pinochet a España.
Pinochet, que fue informado formalmente de la sentencia por una intérprete oficial enviada a la clínica por la Cámara de los Lores, rompió a llorar tras saber que tendrá finalmente que comparecer ante los tribunales.
El escenario de las seis sesiones que celebraron los cinco jueces para escuchar la apelación tuvo continuidad ayer. Los tres jueces que habían planteado abiertamente las referencias a Adolf Hitler, al genocidio, la tortura, la desaparición de miles de personas, decidieron ser coherentes y llevar sus inquietudes al voto formal. Lord Nicholls y lord Steyn, a los que se unió lord Hoffmann, estimaron que las circunstancias habían cambiado entre la decisión del alto tribunal de justicia, el pasado 28 de octubre, por la que se concedió la inmunidad a Pinochet como jefe de Estado en ejercicio de sus funciones.
El sistema de decisiones en el tribunal, tal como estaba previsto, consistió en que cada juez elaboró su posición por escrito y la puso en conocimiento de los demás. El primero en exponer fue el presidente del tribunal, lord Slynn. El secretario del comité judicial, togado y con la famosa peluca de crin de caballo, le dio la palabra a las 14.05 hora de Londres (15.05 hora peninsular española). Con rostro severo, muy diferente a la simpatía que derrochó durante la vista oral de la apelación, lord Slynn dijo: "Por las razones que expongo en mi escrito yo sostendría que el apelado, como ex jefe de Estado, es inmune frente a su arresto relacionado con los asuntos planteados en la orden de detención del 22 de octubre de 1998 , y que el recurso de apelación debe ser desestimado".
En el mismo sentido se manifestó el magistrado más antiguo del tribunal, lord Lloyd. Sin embargo, la intervención de lord Nicholls dio un giro cuando se declaró partidario de revocar la decisión del Tribunal Supremo y, por tanto, de admitir el recurso contra la inmunidad de Pinochet. En lo mismo concluyeron lord Steyn y lord Hoffmann cuando el secretario del juzgado les dio su correspondiente turno de palabra. Hoffmann, el más joven de los jueces con 64 años, coincidió con los argumentos de Nicholls y Steyn..
Fue lord Steyn quien explicó, sin ambages, en su voto, el cambio de contenido del debate. "Desde aquella audiencia en el Alto Tribunal el caso se ha visto transformado en muchos sentidos. La naturaleza del caso contra el general Pinochet está ahora muchísimo más clara. Y la Cámara ha podido aprovechar las alegaciones de abogados internacionales distinguidos. A la luz de todo el material disponible ahora estoy convencido de que la conclusión del Alto Tribunal de Justicia fue un error", explicó.
No fue un acto oficial
Tal como lo había planteado durante las sesiones de la apelación, lord Steyn señala en su fallo que "cuando Hitler ordenó la solución final su actuación podría ser considerada como un acto oficial derivado del ejercicio de sus funciones como jefe de Estado. Este es el razonamiento al que conduce inexorablemente el Alto Tribunal de Justicia. El abogado de Pinochet ha alegado que esta conclusión es el resultado ineludible de lo que se dice en el estatuto ".
Steyn recordó que los propios abogados de Pinochet "expresaron y, correctamente, admitieron que éste tipo de crímenes no pueden ser clasificados como actos oficiales realizados en ejercicio de las funciones de jefe de Estado. Esto demuestra que una línea significativa debe ser trazada".
Según lord Steyn, la pregunta clave es si esa línea debe ser determinada por la ley interna de Chile, donde la mayor parte de los hechos han ocurrido, o a la luz de lo principios del derecho consuetudinario internacional. En su opinión, "la ley interna no puede ser decisiva para saber dónde trazar la línea. Si lo fuera, las leyes internas más aberrantes pueden ser invocadas para ampliar las funciones del jefe de Estado. Pero no necesito decir más porque los defensores de general Pinochet han admitido que la distinción entre actos oficiales realizados en el ejercicio de las funciones de jefe de Estado y actos que no satisfacen dichos requerimientos deben depender de las reglas de la ley internacional".
Pero Steyn no dejó de reconocer que la inmunidad de actos de Estado, según la ley británica, hubiera protegido a Pinochet si este siguiese en sus funciones de jefe de Estado en Chile. "Si siguiese siendo jefe de Estado, sería entonces inmune respecto al procedimiento de extradición en curso. Pero ha dejado de serlo y exige una inmunidad como ex jefe de Estado, pero está muy claro que la inmunidad en favor de un ex jefe de Estado no es absoluta".
Si la decisión a favor de mantener la inmunidad de Pinochet hubiese supuesto su inmediata libertad para regresar a Chile, la resolución adoptada ayer deja la puerta de la extradición del ex dictador a España ante el secretario de Interior, Jack Straw, quien debe de aquí al próximo 2 de diciembre pronunciarse sobre si se pone en marcha o no el procedimiento. Los tres lores le han dejado a Straw, precisamente, la decisión política.
Un suspiro invadió la Cámara antes de los aplausos
En la soberbia Cámara, revestida de terciopelo escarlata con incrustaciones de oro, destacaba en un extremo el trono bajo un baldaquino gótico, el mismo desde el cual la Reina pronunció el martes pasado el discurso de apertura del periodo de sesiones del Parlamento. En la planta superior, llamada Strangers (ajenos) se alojan, según el derecho, aquellas personas que no son "parte" en un pleito. En la planta baja, donde están los lores, se sitúan los abogados y personas vinculadas a la batalla. Pero fue precisamente desde la planta superior, en la que se hallaban unos setenta periodistas, donde brotó un profundo suspiro, seguido de aplausos, al conocerse que la mayoría en lugar de apoyar la inmunidad del general Pinochet estaba a favor de quitársela. Eso ocurrió al cabo de los diez minutos cortos que duró la ceremonia, cuando el más joven de los jueces, lord Hoffmann, de 64 años, dijo que estaba de acuerdo con los dos votos contrarios a la inmunidad, los de Lord Steyn y lord Nicholls.
Todo estaba quizá escrito en el rostro de lord Slynn, presidente del tribunal, quien esperaba en el centro de la Cámara, sentado sobre un amplio sillón cuadrado. Se le veía muy serio, miraba hacia abajo, y ya no era la misma persona, más bien simpática, de las seis sesiones de la apelación. Estaba flanqueado, a la derecha, por lord Lloyd y lord Hoffmann; a la izquierda estaban lord Nicholls y lord Steyn.
En contrapunto con lord Slynn a lord Hoffmann se le veía relajado, recostado cómodamente sobre el espectacular sillón, con los pies cruzados. Todos vestían ropa de calle.
La racha a favor de la inmunidad de Pinochet duró un par de minutos, aquellos empleados por lord Slynn y lord Lloyd. El que la rompió fue Lord Nicholls, a quien inmediatamente apoyó con argumentos muy contundentes lord Steyn. La tensión arriba y abajo crecía. Los políticos próximos a Pinochet y abogados, Clare Montgomery y Clive Nicholls, eran objeto de una severa indagación por sus propios mandantes. Y, entonces, lord Hoffmann, se puso de pie, como sus colegas llegado el turno, y dijo que había tenido la ventaja de leer los borradores de sus amigos Nicholls y Steyn y que estaba a favor de quitarle la inmunidad a Pinochet. Fue en ese instante, una fracción de segundos, que hubo un vacío, un espacio de tiempo en blanco. Aquellos que no podían creerlo -los periodistas habían hecho una porra e el laberíntico camino hacia la primera planta y la mayoría apostaba a que Pinochet regresaría a Chile inmediatamente, tras una decisión que le sería favorable- por fin estallaron. Fue un suspiro profundo que continuó con aplausos.
Abajo, los partidarios de Pinochet miraron a los representantes de la firma de abogados -los solicitors---y pedían explicaciones. Pero qué había sucedido. ¡Era posible que ganasen aquellos lores que estaban contra la inmunidad! Un miembro de la firma de abogados les explicó la situación. Había que seguir, les dijo, la batalla.
Fuera, en los vestibulos de la cámara de los lores, ya estaban salidos de la imprenta de Westminster el documento de 62 folios, color verde, con las posiciones razonadas de los cuatro jueces lores. El quinto, el de lord Hoffmann, ocupaba apenas tres líneas. Estaba de acuerdo con sus "doctos amigos" Nicholls y Steyn para admitir el recurso de apelación contra la inmunidad.
Clare Montgomery y Clive Nicholls, abogados de Pinochet, aún lucían sus togas y pelucas en los pasillos, mientras hojeaban el documento con las posiciones de los lores. El rostro de la abogada Montgomery parecía algo crispado. ¿Se esperaba esto? "No voy a comentarle nada", dijo a la pregunta de periodista, y dio media vuelta. Su colega Nicholls, más contenido, observó de arriba abajo al periodista preguntarle si entraba dentro de sus cálculos el fallo contra la inmunidad y la ley de 1978 que él tanto había defendido. "No comment", dijo con una sonrisa amable y deportiva.
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