Clinton autoriza la venta de alimentos a Cuba y que se pueda volar libremente desde EE UU
El presidente pone en marcha una 'diplomacia del béisbol' para suavizar el embargo a la isla
JAVIER VALENZUELA,
Washington
Bill Clinton quiere que el béisbol, deporte que apasiona por igual a estadounidenses y cubanos, sirva de puente entre ambas orillas del estrecho de Florida. El permiso concedido a los Orioles, de Baltimore, para que juegue al béisbol con una selección cubana es la guinda del importante paquete de medidas anunciado ayer por el presidente para suavizar el embargo norteamericano a la isla. Entre las más novedosas, la autorización de la exportación de alimentos a particulares cubanos y la creación de un servicio de correos directo entre ambos países. También será posible volar a la isla desde todo EE UU.
![]() adoptadas con respecto a Cuba (EPA). |
La diplomacia del béisbol podría ser un equivalente de lo que fue, en tiempos de Richard Nixon, la del ping-pong para las relaciones entre Washington y Pekín. En más de una ocasión, Clinton ha declarado que, si Castro realiza gestos de apertura en materia de democracia y derechos humanos, él defenderá que Estados Unidos sostenga con Cuba relaciones como las que sostiene con la comunista China. A falta de esos gestos y dada el muy fuerte peso del exilio cubano, la Casa Blanca desea que la diplomacia del béisbol sea al menos ser como la del fútbol, que el pasado año alivió las tensiones entre Washington y Teherán.
La más novedosa de las medidas anunciadas ayer fue la autorización concedida a la venta de alimentos y productos agrícolas, incluidos maquinaria y fertilizantes, a "organizaciones no gubernamentales" de Cuba, es decir, agricultores privados, propietarios de restaurantes y grupos religiosos y caritativos. Hasta ahora, Estados Unidos prohibía el envío a la isla del menor saco de alubias y empresarios como el español Javier Ferreiro dieron con sus huesos en la cárcel por exportar a Cuba alimentos norteamericanos. Otra novedad de gran calado es el establecimiento de un servicio de correos directo entre EE UU y Cuba.
Las otras decisiones amplían las previamente adoptadas en marzo de 1998. Se permite a cualquier residente en EE UU el envío de hasta 1.200 dólares (cerca de 170.000 pesetas) anuales a amigos o familiares en Cuba. Bajo las reglas del pasado marzo, solo podían hacerlo cubanos de nacionalidad norteamericana. Se expanden también los vuelos charter entre EE UU y Cuba, que desde marzo comunican a Miami con La Habana. Ahora podrá volarse a la isla desde otras ciudades norteamericanas.
La apertura de Clinton, que sólo entrará en vigor si es autorizada por Fidel Castro, provocó la acerba crítica del sector radical del exilio cubano, que, a través de la congresista Ileana Ros-Lehtinen, lo interpretó como "un intento de enmascarar la normalización de relaciones con la dictadura cubana". Pero tampoco satisfizo al creciente sector político y económico norteamericano que pide el fin del embargo. Ese sector, cuyo peso se ha robustecido en Washington desde el fallecimiento en noviembre de 1997 de Jorge Mas Canosa y la visita a la isla de Juan Pablo II en enero de 1998, se moviliza por razones humanitarias o de interés.
Temor a la competencia
Muchos políticos y empresarios creen que EE UU debería comenzar a sentar las bases para restablecer su hegemonía en Cuba tras la muerte de Castro. Contemplan con angustia como Canadá, México, España, Italia, Francia y otros aliados van consolidando sus posiciones en la isla.
Pero Clinton rechazó ayer hacer esa "revisión bipartidista" de la política norteamericana respecto a Cuba que le habían pedido 24 senadores demócratas y republicanos y varios ex secretarios de Estado, entre ellos Henry Kissinger. Insistió en el mantenimiento del embargo con las excepciones humanitarias decididas y anunció un refuerzo de Radio Martí, la emisora anticastrista de Miami que subvenciona Washington. "Clinton ha perdido una oportunidad de cambiar una política cruel con el pueblo cubano", declaró el senador John Warner.
Madeleine Albright dejó, sin embargo, la puerta abierta a nuevos pasos en la declaración oficial que hizo sobre las medidas aprobadas por el presidente. La secretaria de Estado apuntó que la política de Washington se encamina ahora a "fortalecer el desarrollo en Cuba de una sociedad civil y democrática que tome el relevo al final del régimen castrista".
ROSA TOWNSEND,
Miami
Aunque los politólogos daban desde hace semanas como segura la creación de una comisión para revisar la política de EE UU hacia Cuba, se han impuesto de nuevo las limitaciones de política doméstica a las que se ha venido enfrentando Bill Clinton, especialmente ahora en época preelectoral para su fiel vicepresidente Al Gore. El presidente norteamericano siempre ha querido ser más aperturista de lo que la realidad le ha permitido, y el propuesto paquete de medidas de acercamiento al pueblo cubano sirve como un ejemplo.
La presión del exilio anti Castro y proembargo, que en votos se traduce potencialmente en medio millón en Florida en las próximas elecciones nacionales, dio como resultado la política de cal y arena anunciada ayer. Por una parte se liberaliza el envío de ayuda y los contactos y por otra se incrementa el presupuesto para Radio Martí y se deniega la petición solicitada por prominentes conservadores, liderados por Henry Kissinger, de reevaluar la efectividad del embargo.
Varios pasos dados en el último año por la Casa Blanca señalaban un balance favorable, aunque tímido, hacia la normalización de las relaciones entre Washington y La Habana. De hecho, tanto los exiliados de Miami y Nueva Jersey, como los intelectuales y empresarios norteamericanos o la iglesia católica, lo interpretaban como el preludio para un cambio de política.
Todo comenzó con la declaración expresa de Clinton en su viaje a China sobre su deseo de reabrir los canales con La Habana de forma parecida a como lo había hecho con Pekín. Y en marzo ya había iniciado esa andadura al restablecer los vuelos directos, reducir las restricciones para la ayuda humanitaria y autorizar el envío limitado de dinero a familiares.
El descabezamiento del exilio radical de Miami al morir su líder, Jorge Más Canosa hacía más propicio el clima político para un cambio. Sobre todo teniendo en cuenta que el corazón del exiliado cubano promedio ya se lo había ganado Clinton firmando la ley Helms-Burton de endurecimiento del embargo, como un gesto de solidaridad tras el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate en febrero de 1996. Ese fue el momento clave de la era Clinton-Castro. Hasta la muerte de los cuatro pilotos en el estrecho de Florida, Clinton estaba firmemente opuesto a reforzar el embargo comercial de 36 años. Desde entonces ha sido el propio Clinton el que ha estado embargado, y al mínimo indicio de apertura, el exilio ultraconservador le levanta la voz, como también hizo ayer, mucho más fuerte de lo que lo hacen otros sectores de influencia.
La flexibilización de este embargo -que no bloqueo, por mucho que así lo califiquen los apologetas de la última satrapía en América-, no es sino una prueba de sentido común que la administración demócrata habría dado hace años si no fuera porque Fidel Castro, su régimen y los jaleadores de aquella dictadura en el exterior, demuestran todos los días su desdén a las demandas de democratización y su desprecio a los derechos humanos y civiles de los ciudadanos cubanos.
Pero, muerto hace un año el gran sacerdote del odio anticomunista e influyente millonario que era Mas Canosa, y definitivamente agónico el régimen del pontífice revolucionario del Patria o Muerte, en Estados Unidos comienza a imponerse la convicción, general en los países europeos, de que el embargo sólo sirve a Castro como hoja de parra tras la que ocultar toda la miseria y el dolor que su obstinación inflige a la maltratada población de la isla.
Que el régimen de Castro se va a hundir es algo que ya sólo niegan sus invitados occidentales, y especialmente españoles, agasajados a cambio de su "comprensión histórica" de los desmanes de aquella dictadura. Y Estados Unidos no quiere que, cuando esto suceda, los europeos le lleven demasiada ventaja con su presencia e implantación empresarial y cultural en las islas. Intentaron vetar dicha presencia europea con la Ley Helms-Burton, pero nadie duda ya de que esta medida ha fracasado.
Las medidas que se anuncian son modestas en un principio, pero permitirán un mayor contacto entre las familias cubanas divididas y entre los ciudadanos norteamericanos y los habitantes de la isla. Y es fácil adivinar que son sólo un primer paso hacia una mayor normalización de las relaciones, a no ser que sectores inmovilistas del régimen cubano se las arreglen para provocar algún conflicto.
La Conferencia de Helsinki en 1975, con la promoción de los contactos entre los bloques en Europa, supuso el comienzo del fin de las dictaduras en el este de Europa.
Los contactos entre norteamericanos y cubanos sólo pueden debilitar a quien se mantiene gracias a la represión y a la imposición de ideas fracasadas e inhumanas. Los contactos también deben servir para acercar posiciones de cara a una transición pacífica para sacar a Cuba del absurdo en que se halla.
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