El País Digital
Viernes
21 mayo
1999 - Nº 1113

Zedillo asegura en California que las reformas políticas en México no tienen marcha atrás

Gritos e insultos contra el presidente mexicano durante su visita a Estados Unidos

JUAN JESÚS AZNÁREZ, México
El presidente Ernesto Zedillo concluyó ayer su viaje oficial a la mexicanizada California, la gira de mayor duración e importancia efectuada nunca por un gobernante mexicano, asegurando que la modernización política de su país no tiene marcha atrás y con una última parada en San Diego, justo en la frontera donde en los últimos cuatro años han muerto 395 compatriotas. Todos trataban de alcanzar, en condiciones meteorológicas o geográficas extremas, el próspero Estado sureño que agrupa a cuatro millones de mexicanos con la documentación en regla.

Zedillo, a su llegada a un colegio
de Los Ángeles (Reuters).
"La estrategia de Estados Unidos en el cruce fronterizo pone a los emigrantes en peligro mortal", advirtió Lourdes Arias, activista del Centro Pastoral Migratorio Scalabrini.

No son gratuitos los honores oficiales dispensados a Zedillo en su visita de Estado a Sacramento, San Francisco o Los Ángeles, ciudad con el mayor número de mexicanos después de Ciudad de México: los mexicano-estadounidenses constituyen una gran fuerza política en California. Una tercera parte de sus habitantes es de origen hispano, y la victoria electoral del gobernador Gray Davis en noviembre pasado fue atribuida en parte a su acercamiento con ese pujante sector social.

Los mexicanos de EE UU centrifugan sentimientos diversos sobre la nación de origen; hablan inglés, español, o una mezcla de ambos en la mayoría de los casos; y quedan progresivamente atrapados en una compleja dualidad cultural.

Segundo comprador

En el aspecto económico, las reuniones con empresarios, financieros, inversionistas, y grupos periodísticos, tampoco son ajenas al viaje: el comercio bilateral sumó 22.000 millones de dólares (3,3 billones de pesetas) en 1997, un 76% más que en 1994, según datos oficiales. México importó de California, el pasado año, mercancías por 14.344 millones de dólares (2,2 billones de pesetas) y se convirtió en el segundo comprador del Estado. Pero no todos fueron atenciones. Zedillo, que primero intervino con un discurso ante el Congreso de California, escuchó en su itinerario las protestas de los grupos de manifestantes prozapatistas o de simpatías políticas opositoras, que le salieron al paso con gruesos insultos y manifestaban haber abandonado México impelidos por la pobreza, o hartos de las trampas y exclusiones del sistema cuya transformación democrática prometió el presidente en todos sus actos públicos. "¡Traidor!, ¡Ladrón!", les espetaron los manifestantes más violentos en Los Angeles.

Otros protestaban contra la liberalización económica. Pedro Arias, con 40 años de residencia en California, establecía un paralelismo entre el presidente que cedió casi la mitad de México a Estados Unidos, tras la invasión estadounidense del siglo XIX, y la apertura económica de Zedillo: "Este presidente continúa entregando el país a Estados Unidos, a Japón o a quien sea", bramaba.

Defensa decidida

El escritor Carlos Fuentes instaba a una decidida defensa oficial de sus compatriotas en Estados Unidos, de la peonada patria que contribuye de manera decisiva a que California sea el estado más rico de la Unión Americana. "No merecen ni el mal trato, ni el prejuicio, ni la muerte, que a veces le son reservados al norte de la frontera".

En San Diego, al lado de Tijuana, al otro lado de una línea divisoria de 2.000 kilómetros, casi todos sus habitantes hablan español porque casi todos proceden de México: cada día, 58.000 vehículos cruzan la aduana en viajes de ida y vuelta entre la turbulenta ciudad mexicana y la visitada por Zedillo.

El mismo recorrido que hizo Zedillo para prometer un progreso que evite la emigración de sus nacionales hacia una vida más digna, y para hacer una defensa más activa de quienes se fueron y en California padecen los rigores de la emigración.

La oposición mexicana desdeña los anuncios de apertura del PRI

J.J.A., México
La oposición mexicana desdeña la controlada apertura política registrada en el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) pero no consigue forjar una alianza que permite desbancarlo de la presidencia de la república, en su poder desde hace setenta años.

"¡Una sorpresota! ¡Se me han caído los calcetines!", ironizaba el líder del Partido de la Revolución Democrático (PRD), Cuauhtémoc Cárdenas al comunicársele que Esteban Moctezuma, ministro de Desarrollo Social, había renunciado a la nominación de su partido, el oficial Partido Revolucionario Institucional (PRI) como su candidato presidencial en las elecciones del 2000. Poco después anunciaba su renuncia, también cantada, el empresario y gobernador de Veracruz, Miguel Alemán.

El titular de Gobernación, dimisionario, Francisco Labastida, queda pues como el hombre del presidente, Ernesto Zedillo, el candidato del sistema al que poco inquietan de momento sus dos principales contrincantes el gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo, y el ex gobernador de Puebla, Manuel Bartlett. Madrazo, priísta tradicional y ahora rompedor de moldes porque los nuevos parecen no favorecerle, declaró que "el reto está en romper la línea de los apoyos corporativos que se manifiestan a favor de un candidato", en referencia al atribuido movimiento del aparato del PRI en apoyo de Labastida. "Bienvenido, compañero Labastida. ¡Qué bueno que se bajó del caballo y camine por su propio pie", saludaba Bartlett, quien se definió a sí mismo como "el gallo a batir".

También intervino el subcomandante Marcos, desde la selva Lacandona, en la avalancha de parabienes, críticas o suspicacias al anunciado entierro del dedazo, el vicio ejercido desde 1929 por los sucesivos presidentes del gobierno, todos del PRI, para imponer directamente a su sucesor. El desafío del partido de gobierno, declaró, no es escoger un candidato sino hacerlo "sin que corra la sangre". Las normas priístas, que conceden el triunfo al precandidato que sume mayor número de distritos no el mayor número de votos, México tiene 300 distritos, son "un golpe directo a los poderes regionales", de Madrazo o Bartlett.

Paso adelante

Los dos contrincantes de Labastida no han objetado en esencia las nuevas reglas del juego aprobada el pasado lunes por el Consejo Político del PRI, y por tanto, no son de esperar corto plazo mayores protestas contra ellas. Entre tanto, la apertura del PRI mueve a todo tipo de comentarios, pero independientemente de que los dados puedan estar cargados en favor de Labastida, tal como advierten los críticos del proceso, se trata de un paso adelante que facilitará en el futuro una mayor equidad entre los cuadros del partido oficial aspirantes a la jefatura del Gobierno, y una progresiva disminución del excesivo poder presidencial.

La militancia, durante siete decenios acostumbrada al acarreo, probablemente votará inducida desde arriba, por la maquinaria, y Labastida es el ungido, pero, en última instancia, es a ella a la que corresponderá pronunciarse aunque con pocas opciones en las elecciones del 2000.

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