El País Digital
Lunes
19 abril
1999 - Nº 1081

Cárdenas dimitirá como alcalde de la capital de México para competir por la presidencia

El ministro del Interior anuncia su intención de lograr la postulación por el PRI

ANTONIO O. ÁVILA, México
La clase política mexicana vive un momento de crispación en medio de una guerra sin cuartel entre los principales aspirantes a la presidencia del país en las cruciales elecciones del año que viene. En ese marco, el fin de semana ha sido pródigo en movimientos tácticos, y dos de los precandidatos más importantes han reconocido públicamente sus intenciones: el ministro del Interior, Francisco Labastida, del partido oficial, y Cuauhtémoc Cárdenas, de la oposición centroizquierdista, quien además anunció que dimitirá como alcalde de la capital para luchar por la presidencia.

Cárdenas, que arrebató al gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) el Gobierno de la Ciudad de México, el segundo puesto político más importante del país, en las elecciones de 1997, ha quemado sus naves al anunciar su dimisión en un momento en que, dentro de su propio partido, numerosas voces se oponen a su candidatura.

A la cabeza de las críticas se encuentra su compañero y cofundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD) Porfirio Muñoz Ledo, quien ataca a Cárdenas tras desvelarse que mantuvo una reunión secreta con el ex presidente Carlos Salinas, en los difíciles días de 1988, cuando se acusaba a éste de haber obtenido la presidencia mediante el fraude electoral.

Muñoz Ledo, con una amplia carrera política que le ha llevado a ser presidente del PRI, ministro en Gobiernos priístas, representante de México en la ONU y muchas otras cosas en la oposición, pretende dejar fuera de la carrera a Cárdenas pero, según fuentes del partido, no tiene la menor oportunidad.

El semanario Milenio apuntó esta semana que Cárdenas ha vivido una "semana de perros", en parte por "los insultos enloquecidos de un Porfirio desmesurado, amnésico, asesorado por quién sabe quién, obsesionado con quién sabe qué".

Pero nadie escapa a esta fiebre preelectoral. Y menos que nadie el PRI. También este fin de semana, el ministro del Interior, Francisco Labastida, admitió que va en serio por la postulación de su partido, algo que todos los analistas daban por descontado, pero que el interesado todavía no había admitido en público. Labastida debe pelear la postulación con tres distinguidos dinosaurios de su partido : el gobernador de Tabasco (sur), Roberto Madrazo, el ex ministro del Interior Manuel Bartlett, y el expresidente del PRI Humberto Roque Villanueva, además del ministro de Desarrollo Social, Esteban Moctezuma, al que se menciona como el delfín del presidente Ernesto Zedillo.

Los dinosaurios exigieron el sábado a la dirección nacional del PRI que sea la militancia la que elija al candidato en elecciones primarias, y no una convención de delegados, o cualquier otro método susceptible de plegarse a las presiones del presidente o de los mandamases del partido. Temen todos ellos la intervención de Zedillo para imponer un heredero, que sería Labastida o Moctezuma. El presidente del PRI, José Antonio González Fernández, les recibió conciliador, se hizo una foto con todos ellos, pero evitó pronunciarse sobre el método por el que finalmente se elegirá al candidato.

Riesgos financieros

Los obuses políticos caen pues en todos los campos y la incertidumbre gana terreno, hasta el punto de que en el mundo financiero se afirma que la economía mexicana tiene un horizonte optimista que sólo puede ser afectado por las cuestiones relacionadas con la sucesión presidencial.

Así las cosas, todo parecería en favor de los conservadores del Partido de Acción Nacional (PAN), pero también éstos tienen un panorama complicado, pues su precandidato Vicente Fox, actual gobernador del central Estado de Guanajuato, parece no observar los límites de su formación política, y su campaña, que va por libre, comienza a sulfurar a la aristocracia panista, y especialmente a uno de los más fuertes líderes conservadores, Diego Fernández, que parece no congeniar del todo con Fox.

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