El País Digital
Miércoles
10 marzo
1999 - Nº 1041

Secuestros a la carta en México y Colombia

Por política o por delincuencia común, la industria del rapto prospera en dos de los principales países americanos

JUAN JESÚS AZNÁREZ
Una camioneta blanca con el logotipo Perrera Delegacional escruta las calles de un barrio de la Ciudad de México a la caza de perros con dueño. Enlazados al menor descuido, son cargados en el vehículo y devueltos previo rescate de 10 dólares. Se trata del secuestro express de perros. Funcionarios corruptos estafan hasta un promedio de 3.300 dólares al mes con el tráfico de chuchos. El negociado de secuestros tiene en México múltiples ventanillas y es practicado por delincuentes comunes, asociados en ocasiones con la policía, pero en Colombia es más complicada: guerrilleros, paramilitares o hampones extorsionan en sus zonas de influencia en una práctica que va en aumento.

El número de secuestros en Colombia varía de acuerdo con las fuentes que proporcionan los datos, pero se acercó a los 2.000 durante el pasado año.

Entre 1976 y 1986 se ejecutaron 10.000 detenciones ilegales con un botín total próximo a los 350 millones de dólares, cuantía mínima, pues responde únicamente a los rescates conocidos.

Por tanto, saber cuánto mueve exactamente esta criminal industria es muy difícil. Según estadísticas manejadas por las autoridades, el 62% de los secuestros son perpetrados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), marxistas, y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), guevarista. Dos técnicos españoles permanecen en poder del primer grupo.

Partidas insurrectas menores como el Ejército Popular de Liberación (EPL), el Jaime Bateman Cayón o el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) completarían ese 62%.

"El secuestro como industria de los grupos subversivos se ha constituido, desde hace años, como uno de los pilares de tipo económico de todos los entes al margen de la ley", denunció el comandante de las Fuerzas Militares, general Fernando Tapias. La pesca milagrosa, los retenes guerrilleros de carreras y caminos donde se secuestra a bulto, constituyen en estos momentos el mecanismo de extorsión más frecuente.

Los civiles capturados en esos controles son conducidos a los campamentos insurgentes de la selva, donde el comisariado rebelde interroga sobre sueldos y bienes para determinar las exigencias, por encima de los 650.000 dólares muchas veces. Sucede en ocasiones que la guerrilla o los paramilitares compran a los delincuentes comunes sus víctimas, y después negocian su liberación al disponer de mejor infraestructura y medios que los rateros.

La periodista estadounidense Ann Hagerdorn Auerbach escribió en su libro Ransom (Rescate) que el 8% de los miembros de los cuerpos de seguridad del Estado de Colombia han cometido al menos un secuestro con fines económicos o políticos.

De acuerdo con la Fundación País Libre, sólo en enero fueron secuestrados 165 colombianos y extranjeros, número que casi se dobló a comienzos de marzo. De ellos, 17 son extranjeros.

Juan Francisco Mesa, abogado de la fundación, denuncia canalladas sin cuento: suele ocurrir que las FARC cobren el rescate y no devuelvan a sus víctimas, o que un miembro de la familia les lleve el dinero al lugar convenido y entonces liberan al secuestrado y retienen a quien portaba el rescate.

El 22 de marzo de 1998, las FARC capturaron al ex alcalde de Valledupar, Elías Ochoa. Liberado a los siete meses de cautiverio, su hermano Víctor, parlamentario, era secuestrado pocos días después por el ELN.

La situación en México es diferente. Casi todos los secuestros, a excepción de los ejecutados por grupúsculos guerrilleros en vías de extinción, son cometidos por bandas de maleantes, que cuentan con información bastante precisa, proporcionada a veces por policías en activo.

Los rescates importantes pueden rebasar los 650.000 dólares, y cuando se trata del padre del portero de la selección de fúbtol, Jorge Campos, el hijo mayor del popular cantante de rancheras Vicente Fernández o empresarios poderosos, las cantidades en juego son todavía mayores.

Por el banquero Alfredo Harp Helú, secuestrado durante 106 días, se pagaron hace pocos años 26 millones de dólares, el rescate más cuantioso de todos los conocidos.

Los cuerpos policiales son sobornados también por el delito, y esa circunstancia hace muchos secuestros no sean denunciados. Pese a todo, aún asombra a los más crédulos que el jefe de la policía antisecuestros del Estado de Morelos fuera a su vez el jefe de una banda de secuestradores.

El pasado año, una quincena de españoles afincados en este país desde hace décadas, con hijos mexicanos y prósperos negocios en su mayoría, cayeron en manos del sanguinario Daniel Arizmendi, el mochaorejas, ya detenido, cuya especialidad era la amputación a tijera de los apéndices auditivos de sus víctimas para apremiar el pago. "Tenía que ser enérgico para obtener algo", declaró.

En 1995, fueron denunciados 548 secuestros; al año siguiente, 569, y en 1997, 600. Las empresas de seguridad prosperan en paralelo con la incidencia del delito e ingresan anualmente hasta 5.000 millones de dólares.

Las bandas mexicanas más sofisticadas disponen de equipos de comunicación y espionaje, casas de seguridad, servicios médicos, flotas de coches, contadores públicos, empleados de banca y hasta operadores financieros para acertar en las investigaciones sobre sus objetivos.

Las otras modalidades

Otras modalidades de secuestro, con exigencias que oscilan entre los 3.000 y los 25.000 dólares, son el secuestro express de profesionales de clase media, o media alta, hasta diez al día en la Ciudad de México.

En no más de cinco horas, la familia debe entregar todo lo que puede, desde joyas, obras de arte o dinero en efectivo. Algunas víctimas ha sido atracadas hasta cuatro veces. Una de ellas relata que, en la última, después de haber sido interceptado su coche por el de los hampones, padeció once horrorosas horas. Los golpes, insultos, y vejaciones fueron constantes.

"Sobre mi cabeza accionaron las pistolas en vacío una docena de veces y en varias ocasiones jugaron a la ruleta rusa, festejando con carcajadas sus intentos fallidos".

Posteriormente fue obligado a lamerles las suelas de los zapatos, para colocarle a continuación un cuchillo entre los genitales. "Me hacían chillar como puerco a punto de ser castrado. Las vejaciones de las que fui motivo sobrepasan, con mucho, los arrebatos de la bestia más salvaje que pudiera existir".

El secuestro virtual consiste en seguir a un joven cuando sale con sus amigos. Todos son movimientos son anotados. Los delincuentes llaman a su casa, aportan la descripción y pasos del secuestrado, y exigen el desembolso de 1.000 o 2.000 dólares en cuestión de minutos.

Otra variante es la vía Internet. Por correo electrónico u otros canales, se reciben detalles ciertos sobre rutinas, matrícula del coche, cuentas bancarias, nombre del perro, o negocios. A cambio de no actuar contra ellos, deben entregar una importante suma de dinero, casi siempre negociable. Y así, suma y sigue.

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