Nicaragua recibe a Clinton con la esperanza de que pueda impulsar la reconstrucción del país
El despliegue policial y la necesidad de ayuda evitan las anunciadas protestas de los sandinistas
JUAN JESÚS AZNÁREZ / ENVIADO ESPECIAL,
Managua
Bill Clinton comenzó ayer una gira de cuatro días de solidaridad y observación por la Centroamérica devastada por el huracán Mitch con una primera escala en Nicaragua, país castigado antes por guerras coloniales, un filibustero de Tennessee, los marines y una satrapía local de divisa norteamericana. Una revolución sandinista que fracasó siendo Gobierno se sumó a las desgracias. El jefe de la Casa Blanca viajó a Nicaragua 31 años después de Lyndon Johnson. Su acto principal fue dolerse en Posoltega, donde el lodo y las piedras mataron a 2.300 de sus 17.000 habitantes.
de un niño en Posoltega (Reuters). |
A media tarde viajó a El Salvador, donde pernoctará los cuatro días de gira. "No siento ni el calor ni el polvo. Yo sólo quiero ver al señor Clinton", declaraba una joven campesina nicaragüense, una más entre las miles de personas que esperaban al rubio gobernante con la palma extendida. Nicaragua, Honduras -terriblemente devastados-, El Salvador y Guatemala perdieron más de 8.000 millones de dólares (más de 1,2 billones de pesetas), y 9.000 vidas. La alcaldesa de Posoltega, a 137 kilómetros al oeste de Managua, la sandinista Felícita Zeledón, que asistió a las ceremonias, acusó al presidente Alemán de ignorar ese municipio porque le es contrario políticamente. "Aquí el Gobierno no ha levantado ninguna vivienda, a no ser champas [tiendas de campaña de plástico]", denunció. "La gente de otros países me dicen que estamos llenos de ayuda y nosotros les respondemos que estamos llenos de necesidades".
Sobrevivientes de la tragedia de octubre compartieron sus penurias con Clinton, quien viajó con unos 26 millones de dólares en ayuda sanitaria y les anunció nuevas contribuciones. "Somos amigos y vecinos y debemos ayudarnos". EE UU, que comenzó a intervenir militarmente en Nicaragua en el siglo XIX y la invadió en 1909 para derrocar al liberal José Santos Celaya, ha destinado 305 millones de dólares a la recuperación de Centroamérica, y pidió al Congreso otros 956 millones, y beneficios económicos y comerciales.
Protestas frustradas
Los sandinistas, a quienes el presidente Ronald Reagan hizo la vida imposible desde su investidura en 1981 y hostigó a tiros a través de la Contra hasta la derrota electoral de los revolucionarios en las elecciones de 1990, denunciaron que sus autoridades municipales fueron relegadas en los actos oficiales. Sindicalistas de la oposición, también en el sandinismo y en la izquierda, habían anunciado que tomarían las desvencijadas calles de la capital para recibir a Clinton protestando contra el Gobierno de su anfitrión, al que acusan de aplicar políticas que condenan al hambre y al desempleo. No tuvieron ni fuerza política, ni margen para reclamar, tal fue el despliegue de policías y soldados y las ganas de la mayoría de confiar en la ayuda de Washington más que en entorpecer su entrega. El espacio aéreo nacional quedó cerrado al tráfico mientras el Air Force One y los helicópteros estuvieron en el aire, y Managua no pudo saludarle, o insultarle, porque apenas si la cruzó.
La capital tomada victoriosamente por el movimiento que el 19 de julio de 1979 culminó el derrocamiento del dictador Anastasio Somoza invocando la memoria de César Augusto Sandino, combatiente contra los marines en los años 30, presentaba una imagen de rutina. Limosneros ocupaban los cruces y banderas norteamericanas adornaban algunas de las calles de una urbe desfigurada por el terremoto de 1972, que mató a 6.000 personas y dejó a 300.000 sin hogar.
Nicaragua, con poco más de cuatro millones de habitantes, afronta un proceso de reconstrucción imposible de acometer sin ayuda internacional. Perdió en octubre 1.500 millones de dólares (más de 225.000 millones de pesetas). El Gobierno entregó viviendas a cien familias, pero otras 14.000 víctimas esperan su turno bajo plásticos. La poetisa Gioconda Belli arremetió públicamente contra Alemán y contra los sandinistas por "victimizar doblemente" a los damnificados por intereses de partido.
Clinton ha prometido en su viaje destinar cerca de mil millones de dólares de ayuda suplementaria para Centroamérica. También anunción su intención de "anular o aplazar al máximo posible" el pago de las deudas externas de Nicaragua y Honduras a Estados Unidos. Sólo el primer país adeuda más de 6.000 millones de dólares (unos 900.000 millones de pesetas) a Washington.
PACO GÓMEZ NADAL,
Madrid
El huracán Mitch levantó el techo de las casas de Posoltega y puso al descubierto la rivalidad entre el gubernamental Partido Liberal Constitucionalista (PLC) y el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Las principales localidades afectadas por el huracán son gobernadas por sandinistas, y -vieja lección aprendida por el presidente Arnoldo Alemán- al enemigo ni el agua. El Gobierno decidió que la ayuda internacional no fuera gestionada por los poderes locales, sino por la Iglesia católica.
Ese día empezó la guerra entre Alemán y Felícita Zeledón, la alcaldesa de Posoltega, el municipio que vio cómo 2.300 de sus vecinos quedaron enterrados bajo las laderas del volcán Casitas. Zelaya acusa todavía a Alemán de no haber respondido a las necesidades humanitarias de su municipio por razones políticas. Ayer, ambos acompañaron a Bill Clinton. Se temía que el presidente llevara a la zona lo que se conoce en Nicaragua como una portátil , es decir, un sistema de adhesiones móvil: autobuses de simpatizantes del PLC quienes, en unos minutos, se transforman en ciudadanos de cualquier pueblo encantados con la gestión del Gobierno. Lo cierto es que esa técnica ya ha sido utilizada por el presidente desde que en su primera visita a Posoltega, en los días posteriores al desastre, los vecinos le recibieron con insultos ante las cámaras de televisión.
En Posoltega, en la comunidad El Porvenir, la que desapareció por completo, todo el mundo perdió algo y recibió nada a cambio. La propia vicealcaldesa, Mayra Guevara, vio cómo su marido y tres de sus cuatro hijos eran tragados por el lodo. Guevara cuenta cómo, además de la ayuda material, es necesaria "la ayuda moral". Eso es lo que les hace falta a los niños supervivientes de El Porvenir, ahora refugiados, junto a 133 familias, en el campamento La Virgen. "Sufre temblores. A cualquier ruido dice que viene el cerro", cuenta Trinidad Herrera al referirse a su hijo Juan, de seis años. Los niños de Posoltega no saben de partidos políticos. Tienen miedo.
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