![]() Domingo 24 octubre 1999 - Nº 1269 |
ESPAÑA
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Un estatuto en el ojo del huracán A 20 años de su ratificación en referéndum, el instrumento de autogobierno vasco se ve cuestionado por las fuerzas nacionalistas que lo impulsaron y defendieron I. C. MARTÍNEZ / EMILIO ALFARO, Bilbao
Este sentimiento tiene una expresión palmaria en la decisión
del Gobierno bipartito (PNV-EA) del lehendakari Ibarretxe de no
conmemorar de ningún modo la fecha del 20º aniversario de la
aprobación del Estatuto, que se cumple mañana. La explicación
oficial es que "no hay nada que celebrar" y se acompaña del recordatorio
de las transferencias todavía pendientes, veinte años después.
Sin embargo, hay un factor no explicitado que ayuda a entender el ostensible
desapego del Gobierno vasco respecto al instrumento del que surgió,
ante una fecha tan redonda: el embarque de los dos partidos que lo dirigen,
el PNV y EA, en la singladura de Lizarra junto con Euskal Herritarrok,
su socio en el Parlamento vasco. Y ya se sabe que la senda estatutaria
y la soberanista discurren paralelas.
El disloque político que se ha producido tras la tregua de ETA
da lugar entonces a otra de las paradojas que abundan en el País
Vasco: la única institución vasca que va a celebrar oficialmente
la efeméride es la Diputación Foral de Álava, gobernada
ahora por el PP, el partido heredero de la también única
formación que propugnó el no en el referéndum
del 25 de octubre de 1979, la desaparecida Alianza Popular de Manuel Fraga.
Pero la polémica sobre la conmemoración del aniversario
es sólo la espuma de la marea de fondo: el paulatino alejamiento
sentimental del nacionalismo democrático respecto a un estatuto
que fue el primero en reivindicar, que diseñó en gran medida
y con el que ha configurado la comunidad autónoma a su imagen y
semejanza. Así, "el tratado de paz de tres guerras civiles", como
se definió desde sus filas en 1979, ha pasado a ser como "esos episodios
de la vida que uno recuerda con cariño, pero que están superados".
Lo dice Carlos Garaikoetxea, protagonista del acuerdo con Adolfo Suárez,
en su doble condición de presidente del órgano preautonómico
vasco y de la ejecutiva del PNV, un poder que nunca ha vuelto a reunir
nadie. Para el ahora líder de Eusko Alkartasuna, el estatuto nació
del "obligado pragmatismo" impuesto por las dificultades políticas
de la transición y por los "riesgos de una involución". Fue
una solución para resolver "urgencias dramáticas". ¿Y
tiene validez hoy? El estatuto, dice Garaikoetxea, podría, con voluntad
política, "dar mucho juego", incluso pensando en su superación.
Pero no lo hará, a su juicio, porque ya no puede caminar desconectado
del "enjambre" de leyes y jurisprudencia que lo "encorsetan". Así
que su partido pone ahora como techo de sus aspiraciones "la voluntad popular
y el derecho de autodeterminación".
Otros personajes nacionalistas del aquel momento comparten con Garaikoetxea
las críticas al desarrollo "cicatero" que se ha hecho del estatuto,
pero rechazan que pueda darse por amortizado ("muerto" fue la palabra empleada
en octubre de 1997 por José Elorrieta, secretario general de ELA,
el sindicato vasco mayoritario y precursor del movimiento hacia el mundo
radical que culminó en el Acuerdo de Lizarra). "Una de las causas
más importantes de desgaste del estatuto ha sido el regateo al que
ha sido sometido desde Madrid, la falta de una interpretación amplia
y generosa", opina Marcos Vizcaya, diputado en aquel tiempo del PNV y hoy
empresario. No obstante, distingue entre lo que ha sido el desarrollo y
"las posibilidades que sigue encerrando" el texto de Gernika. Sobre todo
si se conjugan las disposiciones adicionales primera de la Constitución
y el estatuto sobre los "derechos históricos", que amparan especificidades
como el Concierto Económico. Gracias a este instrumento, las administraciones
vascas dispondrán este año de más de 1,2 billones
de pesetas para sus gastos.
Emilio Guevara, ex diputado general de Álava y uno de los padres
del estatuto, es de los escasos peneuvistas que se atreven a expresar en
público su desazón por la deriva del partido. "Con todas
las limitaciones e incumplimientos que se quieran, nunca este país
ha dispuesto de la capacidad de autogobierno que tiene en estos momentos.
Pero es que, además, y con el país que tenemos, no veo otra
solución viable, en términos de territorialidad y de soberanía,
que la estatutaria", señala con vehemencia este abogado.
En el debate de estos días, lo que más crispa a los nacionalistas
es ver que la bandera del estatuto la enarbolan el PP y los socialistas,
a quienes responsabilizan de haberlo desvirtuado desde el Gobierno central
en estas dos décadas. Otra paradoja vasca. No obstante, el historiador
Antonio Rivera señala que, más que como bandera, estos dos
partidos toman el estatuto como "trinchera" ante la ofensiva soberanista-independentista
a la que se ha lanzado el nacionalismo con la excusa histórica de
propiciar la paz.
El salto por encima del Estatuto de los nacionalistas le parece "políticamente
inviable" a otro de los protagonistas del Acuerdo de Gernika, José
María Benegas. El diputado socialista confía en que se impongan
las fuerzas que dentro del PNV consideran errónea la vía
tomada, pero reconoce que hoy por hoy el partido de Arzalluz está
"en otro proyecto, el de la gran Euskal Herria, la territorialidad y la
soberanía".
Lo que más le preocupa de la deriva del PNV y EA es que deja
de nuevo a la sociedad vasca "sin proyecto común", dividida entre
constitucionalistas-autonomistas y territorialistas-soberanistas. Y desde
esa fractura, aduce Benegas, se hace imposible la propia "construcción
nacional" a la que los nacionalistas aspiran. No resulta tarea fácil
discernir cuánto del desencanto estatutario de éstos responde
a "la actitud cicatera de Madrid" y cuánto a la acción persistente
y deslegitimadora de HB y de la violencia de ETA, empecinadas en demostrar
que el pueblo vasco se equivocó en 1979 al optar por la vía
posibilista de Gernika. Unos, con Garaikoetxea a la cabeza, mantienen que
el primer factor es el esencial y recuerdan que todavía quedan por
transferir una treintena larga de materias; la principal, el discutido
régimen económico de la Seguridad Social.
Sin embargo, hay quienes piensan que sin la presencia de ETA-HB no se
habría producido el cuestionamiento de la validez del estatuto con
la virulencia actual. "Si HB no hubiera existido, el PNV habría
consolidado un estatuto totalmente descafeinado y los vascos nos hubiéramos
sentido muy cómodos en España", aseguró con toda franqueza
Jon Idígoras el pasado mes de mayo.
Mario Onaindía, dirigente en 1979 de la desaparecida Euskadiko
Ezkerra, opina con cierto tono provocador que el PNV no perseguía
con el estatuto el autogobierno de Euskadi, "sino la conversión
al nacionalismo de todo el país". Su desapego al texto de Gernika
se produce "porque no ha conseguido este objetivo y también porque
sigue sin aceptar el principio de que es vasco todo el que vive en la comunidad
autónoma", acusa el ahora senador socialista. Por regla general,
se presenta el estatuto en su vertiente de "pacto político" con
el Estado español. No se valora tanto el carácter de acuerdo
interno que tuvo en su origen y sigue teniendo. Por eso, Onaindía
destaca "el esfuerzo realizado por fuerzas como el PSE y el PP para asumir
como propios símbolos, términos y valores que eran del nacionalismo
y que sus electores veían como extraños y hasta enemigos".
No es un efecto del aniversario del referéndum, sino de la dinámica abierta con el Acuerdo de Lizarra, que el debate político en Euskadi parezca haber retrocedido 20 años en el tiempo. Este salto virtual se ha afianzado con la decisión de HB de propugnar la "abstención activa" en las próximas elecciones generales. "Nos quieren devolver a 1977, como si no lleváramos veinte años de estatuto", se lamenta el profesor Gregorio Monreal, que fue ponente por ESEI, un partido extinguido a principios de los ochenta. De volver a algún sitio, Monreal prefiere el regreso "a las condiciones originales del pacto estatutario", y aboga por renovar el esfuerzo de entendimiento que se realizó hace veinte años. |
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