Adiós, Panamá, adiós
Estados Unidos se prepara a ceder el control del
Canal mientras los panameños cavilan cómo suplir la pérdida
de ingresos multimillonarios tras la retirada de Washington
JUAN JESÚS AZNÁREZ
Panamá celebró recientemente el 85 aniversario de la
apertura del Canal, el último bajo administración norteamericana,
el grueso del Comando Sur abandonó en julio su base en Fuerte Clayton,
y el próximo 31 de diciembre deberá haberse completado la
retirada total de Estados Unidos. Pero no todos los panameños brindarán
por la despedida yanqui cuando, a las doce del mediodía de
ese día, Washington devuelva, en cumplimiento de los acuerdos Torrijos-Carter
de 1977, el canal inaugurado en agosto de 1914 y se produzca la definitiva
salida de las tropas acantonadas en sus riberas, el desalojo de cuarteles
y pistas de aterrizaje, la entrega de tierras, fincas y edificios aledaños.
"Mejor no hagamos un referéndum sobre si la gente quiere que
se vayan o se queden", ironizaba en privado uno de los principales asesores
de la presidenta electa, Mireya Moscoso. La repatriación de las
tropas del norte supone pérdidas anuales de 300 millones de dólares
en un país de 2,7 millones de habitantes, un 40% en la pobreza.
Definitivamente contrario a la cesión del canal parece ser el
líder republicano en el Congreso norteamericano, Trent Lott. El
legislador llama la atención sobre la vigencia del contrato que
adjudica a una compañía de Hong Kong, la Hutchison Whampoa
Ltd, durante 25 años prorrogables, la administración de instalaciones
portuarias en las dos entradas del estratégico canal que une el
Pacífico con el Atlántico, que han cruzado 825.000 buques,
e ingresa 500 millones de dólares anualmente en peajes.
A principios de mes, envió una carta al secretario de Defensa,
William Cohen, citando al presidente de la naviera, Li Ka Shing, como "pieza
importante en la maquinaria del Partido Comunista Chino y del Ejército
Popular de Liberación".
De momento, lo único cierto es que Panamá recibirá
tierras y propiedades por 4000 millones de dólares, un canal de
esclusas transitado anualmente por 14.000 buques, y deberá demostrar
al mundo que sus nacionales son tan buenos administradores como los norteamericanos.
El mayor desafío del nuevo gobierno es el canal, cuya puesta a punto
llevó diez años. La modernización de esta vía
acuática de 85 kilómetros exige un tercer juego de esclusas,
valoradas en 8.000 millones de dólares para permitir la navegación
de los barcos de mayor tonelaje.
Por sus aguas navega el 4% del comercio marítimo mundial, con
unos ingresos anuales de 550 millones de dólares. La obra fue concebida
durante la fiebre del oro de 1840, año en que un grupo de financieros
de Nueva York construyeron una línea férrea por la región.
A finales del siglo XIX, los franceses intentaron abrir el canal en
el punto más estrecho del continente, pero fracasaron. Desde su
conclusión, fue vital para los intereses norteamericanos pero su
valor estratégico es mucho menos con la entrada en juego de los
satélites espías y las innovaciones de la industria bélica.
Lott poco tiene que temer.
El canal cuya construcción costó la vida a 5.609 picapedreros
fue usado por Estados Unidos para transportar tropas y armas en las dos
guerras mundiales, y en las de Vietnam y Corea. Sólo en la II Guerra
Mundial, 56.000 soldados norteamericanos permanecieron en alerta en sus
bases panameñas, y el germanófilo Arnulfo Arias poco pudo
hacer para evitarlo. Pero Lott imagina complicaciones. "Los buques navales
de Estados Unidos estarán a merced de los pilotos controlados por
China y hasta podría denegárseles la travesía por
parte de Hutchison, una subsidiaria del Ejército Popular de Liberación".
Independientemente de las pesadillas concebidas por el parlamentario
republicano, Panamá recupera su integridad territorial después
de casi un siglo de tutela norteamericana, desde que en 1903 enajenase
el 5% de sus 78.200 kilómetros cuadrados.
Recibirá la patria libre en las ceremonias de fin de año
Mireya Moscoso, nueva titular del movimiento arnulfista que, por distintas
razones, se pronunció por el no en el referendo de 1978,
en la consulta que ratificó los tratados firmados un año
antes por Omar Torrijos y Jimmy Carter.
El general panameño aceptó una cláusula que abre
el camino a una nueva intervención de Estados Unidos si su Gobierno
considera que peligra el canal. "Tenemos esta espada encima y por tanto
tenemos que sentarnos a hablar con ellos [es decir, con la Administración
norteamericana]", subrayó Moscoso poco después de su victoria
el pasado 2 de mayo.
Algunos de los argumentos esgrimidos entonces por los panameños
contrarios a la ratificación explican el poco entusiasmo de muchos
a poco más de cuatro meses del histórico traspaso. Los tibios,
o bien desean permanecer bajo el paraguas protector norteamericano, o temen
por el mercado e intercambios abiertos entre Estados Unidos y Panamá
a caballo de las actividades de canal, transitado principalmente por barcos
de Estados Unidos, China, Japón y Chile, o simplemente se sienten
más seguros a la vera del dólar, la moneda de curso legal
junto con el balboa.
Hubo periodos, sin embargo, en que el activismo contra las bases y el
control del canal terminaron a tiros. En 1964, un total de 24 personas
murieron y 600 más sufrieron heridas cuando tropas norteamericanas
dispararon contra una manifestación nacionalista.
Las relaciones diplomáticas quedaron suspendidas durante un año.
Moscoso, anticipando nuevas definiciones en la relación bilateral,
se pronunció contra las "bases disfrazadas", en referencia a la
pretendida instalación en la base Howard de un Centro Multilateral
Antidrogas (CMA), después del 31 de diciembre, con 2.000 soldados
norteamericanos a su cargo.
La definitiva postura está por ver pese a que nadie ha manifestado
urgencia en la reapertura de conversaciones. En una entrevista por televisión
durante la campaña, casi de pasada, la candidata dijo que bien podía
llegar el día en que los bandidos procedentes de Colombia, en referencia
a las guerrillas, se adentraran en el territorio nacional a través
del fronterizo Darién, y por tanto, en un país sin Ejército,
alguien debía defender su soberanía.
Nunca más volvió a hablar del asunto, pero cuadros del
ahora opositor Partido Revolucionario Democrático (PRD), el partido
de Omar Torrijos, consultados recientemente por este periódico,
interpretaron que el nuevo Gobierno no descarta suscribir algún
acuerdo que permita una presencia militar estadounidense con carácter
permanente junto a la divisoria con Colombia, una modalidad de permanencia
vendible a la opinión pública.
Estados Unidos mantiene en Panamá en torno a los mil militares,
bastantes menos de los 10.000 estacionados en las bases a principios de
esta década. Los acuartelamientos desempeñaron un papel clave
en la Operación causa justa contra el general Manuel Antonio
Noriega, juzgado, condenado y encarcelado por narcotráfico en Estados
Unidos, en la que participaron 26.000 marines. |