ROSA TOWNSEND
, Miami
Los brotes de autoritarismo que recientemente han surgido en América Latina, coincidiendo con la interrupción del desarrollo económico y con un aumento de la pobreza y de la frustración social, han resucitado los fantasmas de la involución democrática y han puesto al descubierto la debilidad de las instituciones. Nadie piensa hoy en día en golpes de Estado como los que ensangrentaron el continente en otras décadas. Pero no es menos cierto que están surgiendo nuevas formas de autoritarismo que suponen un riesgo para la institucionalidad democrática, al menos como se ha entendido hasta ahora en Occidente.
La mayoría de expertos coincide en que la región está inmersa en un círculo vicioso, en el que la recesión económica sirve de caldo de cultivo para los regímenes autocráticos y la incertidumbre que éstos siembran frena la inversión.
En ese clima sombrío, las mayores amenazas son la inequidad en la distribución de la riqueza generada durante el despegue económico de esta década y los vientos de corrupción gubernamental que aún soplan, en opinión de politólogos, académicos y analistas económicos.
"La gente quiere asociar democracia con prosperidad. Lo que entorpece el avance en América Latina es la incapacidad de los Gobiernos de hacer frente a los problemas reales de los ciudadanos: la pobreza crónica [un 30% de la población, que equivale a 130 millones de pobres según la ONU], la corrupción y el narcotráfico", afirma Elizabeth Spehar, directora de la Unidad para la Democracia de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington.
Los expertos descartan una vuelta a los regímenes militares, pero no a los civiles de corte autoritario. La fragilidad de las instituciones democráticas se ha hecho especialmente evidente en Perú, donde el presidente Alberto Fujimori ha limitado los poderes de la justicia y el Congreso; en Venezuela, donde el presidente Hugo Chávez quiere crear una Asamblea Constituyente con poderes ilimitados; en Paraguay, que vive una crisis institucional tras la destitución del presidente; en Ecuador, cuya presidencia se tambalea en medio de un caos financiero; en Haití, donde colisionan el poder ejecutivo y el legislativo. En otros países, como Argentina, han aflorado las tentaciones de perpetuación en el poder del presidente Carlos Menem.
Un estudio reciente del Centro Estratégico Internacional de Washington califica rotundamente el estado de la democracia en América Latina con dos certeras palabras: "Bajo acecho".
"Podemos preguntarnos si Perú es una democracia, sin Congreso [que ejerza sus prerrogativas de control al Gobierno], sin prensa libre y sin garantías constitucionales; Ecuador y Venezuela tienen un verdadero reto, y Paraguay, a pesar de todo, está más a salvo por pertenecer al club de democracias de Mercosur", señala Ambler Moss, director del Centro Norte-Sur de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Miami, que también fue embajador de EE UU en Panamá.
Según él, a los militares no les ha quedado apetito para gobernar debido a los fracasos que tuvieron a lo largo del continente. Venezuela es un caso distinto, "una incógnita". "Es un Gobierno no militar, encabezado por un ex militar golpista [Hugo Chávez], respaldado por militares y por poderes extraconstitucionales".
Chávez, que goza de un robusto 80% de popularidad, es un ejemplo de la generación latinoamericana de populistas que el profesor Riordan Roett, de la Universidad norteamericana Johns Hopkins ha calificado como "políticos que desdeñan las instituciones tradicionales, pero están a favor de usar las elecciones para ganar mandatos".
En Colombia sobrevive la democracia, pero el Estado prácticamente ha desaparecido a manos del caos sembrado por las guerrillas, que según datos de la Universidad de Miami, disponen de una enorme cantidad de recursos, equivalentes al 40% del presupuesto nacional de defensa.
Brasil, la mayor economía regional, ha sido el epicentro del terremoto de crisis económica que recorre la región y está saliendo adelante, pero el Gobierno está legislando con medidas provisionales que no son aprobadas por el Congreso. La inestabilidad sigue dominando la situación del país más grande.
Las aflicciones económicas y políticas de la región no han dado paso sin embargo al proteccionismo. Las medidas neoliberales de la década parecen seguir su curso y eso es alentador, explica Michael Connolly, profesor de economía especializado en América Latina de la Universidad de Miami. Pero el ciclo de democratización que acompañó a ese progreso está en la cuerda floja. Y las malas condiciones económicas no contribuyen a mejorar las perspectivas.
El embajador norteamericano ante la OEA, Víctor Marrero, que encabeza la ofensiva diplomática, ha admitido la necesidad de examinar los mecanismos de la OEA para prevenir golpes de Estado, pero no ha dado detalles del plan.
Elizabeth Spehar, directora de la Unidad de Democracia de la OEA, opina que es necesario reforzar los mecanismos que permiten expulsar a un Estado miembro si llega a salirse de los cauces democráticos.
Pero las vías de "intervención preventiva" están muy limitadas en la resolución 1080 aprobada por la OEA en 1991.
Si se aprobara el nuevo plan de EE UU, el secretario de la OEA podría mediar en las crisis de gobierno y negociar salidas.
Según la información preliminar dada a conocer, la iniciativa norteamericana no contempla medidas como embargos económicos, similares al de Cuba, que por otra parte es el único país que no forma parte de la OEA.
La economía caerá al menos durante otros dos años
R.T
, Miami
Siempre se ha dicho que resulta difícil estabilizar una democracia en medio de una crisis económica. Así que las perspectivas no resultan excesivamente prometedoras para América Latina. Hace sólo dos semanas, el Banco Mundial dio a conocer su pronósticos para la región: recesión en 1999, con una caída del 0,8% del Producto Interior Bruto (PIB). Y lo que es peor, no habrá recuperación hasta el año 2001, como mínimo.
Según el organismo internacional, la economía de América Latina caerá debido a la crisis financiera de Brasil, cuyo PIB bajará este año un 3% o un 4%. El impacto se notará más en sus socios comerciales de Mercosur, Argentina, Paraguay y Uruguay, por la interdependencia económica entre estos países.
Pero expertos en economía de América Latina, como Michael Connolly, de la Universidad de Miami, ven un panorama más optimista en las señales de alza que está dando la Bolsa de valores de Brasil en el último mes, y también por la inyección de capital de la primera entrega de 9.000 millones de dólares del préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Ambos son factores que aumentan la confianza de los inversionistas. No es el caso de Ecuador, que vive la peor crisis de su historia, con el cierre de nueve bancos en un año, lo que ha llevado al país al atolladero. Un dato ilustra la gravedad: la fuga de capital asciende a 1.000 millones de dólares (unos 160.000 millones de pesetas) en los últimos meses.
Escasez de dinero
En opinión de Connolly, el mayor problema en toda la región es la debilidad de los sistemas financieros, con una falta endémica de efectivo. Otros elementos que agravan la situación son la riqueza concentrada en pocas manos y la corrupción que frena la inversión.
Lo que dará un respiro a la crisis a países como Ecuador, Venezuela y México es el alza de los precios del petróleo. Pero los préstamos a los países del área le seguirán resultando costosos, según Uri Dadush, director de perspectivas de desarrollo económico del Banco Mundial.
Otros análisis sitúan para 1999 una caída de los flujos de capital de 30.000 millones de dólares, lo que puede complicar aún más el despegue económico en el continente.
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