De Bogotá a EEUU: cocaína con remitente
La esposa de un agente antinarcóticos de
la embajada estadounidense en Colombia enviaba por correo paquetes con
droga a Nueva York
El zar antidrogas de EE UU, Barry
McCaffrey, revisa a soldados colombianos (Ap).
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PILAR LOZANO, Bogotá
Cansada de ser señalada como la única culpable del problema
de la droga en el mundo, Colombia parece tomarse estos días la revancha.
Se trata de la historia de la esposa de un coronel norteamericano, encargado
de labores antinarcóticos en la Embajada de Washington en Bogotá,
que resultó enredada en una sofisticado caso de tráfico de
estupefacientes.
El caso, bautizado como el episodio de la doble moral gringa,
tiene elementos de novela y se conoció en Colombia meses después
de ocurrido por noticias venidas de fuera (la Embajada trató de
mantenerlo en secreto), y por un reciente y detallado relato de la revista
Semana.
Los protagonistas: Laurie Hiett, rubia de 35 años; el coronel
James Hiett, el esposo engañado (libre de toda culpa, según
las autoridades), segundo en importancia del contingente militar de Estados
Unidos en este país y uno de los encargados de coordinar el trabajo
de los militares estadounidenses que entrenan a los colombianos en la lucha
antinarcóticos; y Jorge Alfonso Ayala, chófer de la Embajada
al servicio de la pareja.
El escándalo se destapó (aunque no para el público
en general) el 23 de mayo, cuando un agente de aduanas en Miami, en una
inspección de rutina, abrió un envío del servicio
postal de Estados Unidos y halló algo sorprendente: 1,2 kilos de
cocaína. El paquete procedía de Bogotá, la remitente
era Laurie Hiett y viajaba rumbo a Nueva York, para un tal J. Wellipon.
El agente notificó el descubrimiento a sus superiores y de inmediato
se siguieron los pasos de la remitente y el destinatario. Detrás
del nombre de Wellipon, la policía encontró a Hernando Arcila.
En su apartamento hallaron 500 gramos más de cocaína, l3.000
dólares y otra pista: un cuaderno de Jorge Ayala, el chofer de la
Embajada estadounidense en Bogotá, en el que aparecía la
palabra "ahorros".
Arcila confesó que ya eran seis los paquetes que había
recibido de la misma forma y que por cada uno de ellos se le entregaron
1.500 dólares. Al día siguiente apareció otro paquete,
enviado supuestamente por la esposa de otro oficial estadounidense, por
solicitud de la señora Hiett, a una dirección en Manhattan.
En esta ocasión resultó implicada Tilma, hermana de Arcila.
Según el relato de la revista Semana, Ayala fue interrogado
el 2 de junio en la Embajada y sus declaraciones hundieron más a
la esposa del oficial: la señora Hiett, dijo, era "viciosa" y él
se encargaba de llevarla a un sector exclusivo de Bogotá a comprar
su dosis personal de cocaína.
La señora Hiett, por su parte, no dudó en echarle el agua
sucia a Ayala. Dijo que el hombre, que se había ganado su confianza,
le pidió el favor de enviar unos paquetes a un amigo a través
del correo de la Embajada. Ella no dudó, no preguntó, y los
envió, no una, sino varias veces. Nadie le creyó, entre otras,
porque en las declaraciones de aduana que ella firmó para cada paquete
aseguró que estos contenían camisetas, fotos, dulces, libros
y regalos.
La señora Hiett fue puesta en libertad tras pagar 150.000 dólares
de fianza. El cargo en su contra, conspiración para distribuir cocaína,
le puede acarrear un máximo de l2 años de prisión.
Semana plantea varias preguntas, que son las mismas que se hacen todos
los colombianos: "¿Por qué las autoridades norteamericanas
mantuvieron en secreto esta historia? Sólo se supo porque un periodista
colombiano tenía una amiga en la Corte de Nueva York y ésta
le informó del caso. Si hubiera sido al revés, la esposa
de un agregado militar colombiano en la Embajada de Washington, ¿se
hubiera tenido tanto sigilo? Y la condena final, ¿sería de
sólo 12 años?".
La historia también ha proporcionado un buen filón a los
humoristas más ácidos del país, entre ellos Vlado,
uno de los más conocidos, que atacan con saña la doble moral
estadounidense.
Una valija bajo sospecha
Aunque algunos de los altos funcionarios norteamericanos que han desfilado
en los últimos días por este país para pedir cuentas
al Gobierno de Andrés Pastrana, entre otras sobre la lucha antidrogas,
restaron importancia al escándalo de la señora Hiett, calificándolo
de "caso aislado", la historia ha encontrado acogida y ha sido sido ampliada
por otros medios.
Según el periódico estadounidense The Washington Post,
al menos ocho funcionarios de la legación estadounidense en Bogotá
se encuentran "bajo investigación", pues se intenta averiguar si
es que existen actuaciones no muy santas en la utilización del uso
del correo militar que su Embajada les ofrece. El sistema APO (Air Force
Postal Service) es un correo que se encuentra al servicio única
y exclusivamente de los norteamericanos que trabajan en la Embajada y sus
cónyuges.
Los buzones están ubicados en la sede de la legación y
el correo se envía a Miami por valija diplomática. Como ocurre
en servicios similares, este tipo de correo obliga al remitente a realizar
una declaración de aduanas dentro de la que deberá especificar
el nombre, la dirección, los datos del destinatario, contenido de
la encomienda que se piensa enviar, su peso y valor. Los datos quedán
registrados y deberán ser certificados con la firma del remitente. |