El País Digital 
Miércoles  
18 agosto  
1999 - Nº 1202  
INTERNACIONAL 
Cabecera
De Bogotá a EEUU: cocaína con remitente 
La esposa de un agente antinarcóticos de la embajada estadounidense en Colombia enviaba por correo paquetes con droga a Nueva York 
 
El zar antidrogas de EE UU, Barry 
McCaffrey, revisa a soldados colombianos (Ap).
PILAR LOZANO, Bogotá  
Cansada de ser señalada como la única culpable del problema de la droga en el mundo, Colombia parece tomarse estos días la revancha. Se trata de la historia de la esposa de un coronel norteamericano, encargado de labores antinarcóticos en la Embajada de Washington en Bogotá, que resultó enredada en una sofisticado caso de tráfico de estupefacientes. 

El caso, bautizado como el episodio de la doble moral gringa, tiene elementos de novela y se conoció en Colombia meses después de ocurrido por noticias venidas de fuera (la Embajada trató de mantenerlo en secreto), y por un reciente y detallado relato de la revista Semana

 Los protagonistas: Laurie Hiett, rubia de 35 años; el coronel James Hiett, el esposo engañado (libre de toda culpa, según las autoridades), segundo en importancia del contingente militar de Estados Unidos en este país y uno de los encargados de coordinar el trabajo de los militares estadounidenses que entrenan a los colombianos en la lucha antinarcóticos; y Jorge Alfonso Ayala, chófer de la Embajada al servicio de la pareja. 

El escándalo se destapó (aunque no para el público en general) el 23 de mayo, cuando un agente de aduanas en Miami, en una inspección de rutina, abrió un envío del servicio postal de Estados Unidos y halló algo sorprendente: 1,2 kilos de cocaína. El paquete procedía de Bogotá, la remitente era Laurie Hiett y viajaba rumbo a Nueva York, para un tal J. Wellipon. 

El agente notificó el descubrimiento a sus superiores y de inmediato se siguieron los pasos de la remitente y el destinatario. Detrás del nombre de Wellipon, la policía encontró a Hernando Arcila. En su apartamento hallaron 500 gramos más de cocaína, l3.000 dólares y otra pista: un cuaderno de Jorge Ayala, el chofer de la Embajada estadounidense en Bogotá, en el que aparecía la palabra "ahorros". 

Arcila confesó que ya eran seis los paquetes que había recibido de la misma forma y que por cada uno de ellos se le entregaron 1.500 dólares. Al día siguiente apareció otro paquete, enviado supuestamente por la esposa de otro oficial estadounidense, por solicitud de la señora Hiett, a una dirección en Manhattan. En esta ocasión resultó implicada Tilma, hermana de Arcila. 

Según el relato de la revista Semana, Ayala fue interrogado el 2 de junio en la Embajada y sus declaraciones hundieron más a la esposa del oficial: la señora Hiett, dijo, era "viciosa" y él se encargaba de llevarla a un sector exclusivo de Bogotá a comprar su dosis personal de cocaína. 

La señora Hiett, por su parte, no dudó en echarle el agua sucia a Ayala. Dijo que el hombre, que se había ganado su confianza, le pidió el favor de enviar unos paquetes a un amigo a través del correo de la Embajada. Ella no dudó, no preguntó, y los envió, no una, sino varias veces. Nadie le creyó, entre otras, porque en las declaraciones de aduana que ella firmó para cada paquete aseguró que estos contenían camisetas, fotos, dulces, libros y regalos. 

La señora Hiett fue puesta en libertad tras pagar 150.000 dólares de fianza. El cargo en su contra, conspiración para distribuir cocaína, le puede acarrear un máximo de l2 años de prisión. 

Semana plantea varias preguntas, que son las mismas que se hacen todos los colombianos: "¿Por qué las autoridades norteamericanas mantuvieron en secreto esta historia? Sólo se supo porque un periodista colombiano tenía una amiga en la Corte de Nueva York y ésta le informó del caso. Si hubiera sido al revés, la esposa de un agregado militar colombiano en la Embajada de Washington, ¿se hubiera tenido tanto sigilo? Y la condena final, ¿sería de sólo 12 años?". 

La historia también ha proporcionado un buen filón a los humoristas más ácidos del país, entre ellos Vlado, uno de los más conocidos, que atacan con saña la doble moral estadounidense. 

Una valija bajo sospecha  

Aunque algunos de los altos funcionarios norteamericanos que han desfilado en los últimos días por este país para pedir cuentas al Gobierno de Andrés Pastrana, entre otras sobre la lucha antidrogas, restaron importancia al escándalo de la señora Hiett, calificándolo de "caso aislado", la historia ha encontrado acogida y ha sido sido ampliada por otros medios. 

Según el periódico estadounidense The Washington Post, al menos ocho funcionarios de la legación estadounidense en Bogotá se encuentran "bajo investigación", pues se intenta averiguar si es que existen actuaciones no muy santas en la utilización del uso del correo militar que su Embajada les ofrece. El sistema APO (Air Force Postal Service) es un correo que se encuentra al servicio única y exclusivamente de los norteamericanos que trabajan en la Embajada y sus cónyuges. 

Los buzones están ubicados en la sede de la legación y el correo se envía a Miami por valija diplomática. Como ocurre en servicios similares, este tipo de correo obliga al remitente a realizar una declaración de aduanas dentro de la que deberá especificar el nombre, la dirección, los datos del destinatario, contenido de la encomienda que se piensa enviar, su peso y valor. Los datos quedán registrados y deberán ser certificados con la firma del remitente. 

 
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