El País Digital
Lunes 
12 julio 
1999 - Nº 1165

La venganza de 'Missing' 

Ventiseis años después de su asesinato por la dictadura de Pinochet, la familia de Charlie Horman, el periodista norteamericano de la película Missing, que simboliza las atrocidades cometidas en Chile, sigue sedienta de justicia 

ERNESTO EKAIZER
Usted sabe, mi marido y yo fuimos invitados a Madrid para participar en una conferencia sobre derechos humanos. Estábamos en el lobby de un hotel céntrico con varios periodistas. Fue entonces, lo recuerdo como si fuera hoy, cuando Ed Horman les dijo: 'Yo viviré para ver el arresto del general Pinochet'. Él no ha podido verlo, pero yo sí, y, sabe, estoy muy agradecida por ello". Elizabeth Horman, madre del periodista norteamericano Charles Charlie Horman, cuyo asesinato durante la semana que siguió al golpe militar del 11 de septiembre en Chile fue llevado al cine con la película Missing , cumplirá 95 años el próximo 30 de diciembre.

Es el viernes 2 de julio de 1999 en Nueva York, son las seis y media de la tarde. Mientras Elizabeth camina lentamente por la acera de la calle 76, con el brazo entrelazado en el de su nuera Joyce Horman, y evoca la profecía madrileña de su difunto marido sobre el arresto del general Pinochet, el cronista piensa que ha venido desde Washington con las manos vacías. Durante las tres jornadas previas, del miércoles 30 al viernes 2, ha escudriñado los documentos desclasificados por la Administración de Clinton sobre las atrocidades cometidas por el régimen del general Pinochet en Chile.

Y en los 490 papeles aportados, no sin fuertes reticencias, por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), cualquier referencia a la ejecución de Charlie Horman brilla por su ausencia. Sólo hay documentos del Departamento de Estado ya conocidos que formaron parte de la demanda civil que el Centro de Derechos Constitucionales presentó contra Henry Kissinger y el Gobierno por el caso Horman . Y que perdió. Por falta de pruebas. Esto es, por la negativa del Gobierno a desclasificar material secreto.

Joyce Horman tiene 53 años. Conoció a Charlie, nombre que sale de sus labios con una inmensa ternura, en 1964, en la Costa Azul, en Menthon. Ella tenía entonces 18 años. Cuatro años después, tras graduarse ambos, él en Exeter y en Harvard, ella en Minnesota, se casaron.
 
 
Elizabeth Horman y su nuera Joyce, 
en Nueva York, el jueves pasado. (Cover).

"Charlie quería conocer la experiencia de Salvador Allende en Chile y yo quería esquiar. Fue así que nos marchamos", recuerda Joyce nada más sentarse junto a Elizabeth en un pequeño restaurante italiano situado a un tiro de piedra del edificio de apartamentos en el que viven, separadas, en plantas diferentes.

"Usted venga aquí", señala Elizabeth al cronista. "Siéntese más a mi lado, ¿quiere?, para que pueda oírle bien". Ha decidido cenar su habitual pastel de cangrejos, pero tiene más intriga que apetito. "¿Ha encontrado usted algún documento que haga referencia a Charlie?". El cronista, que había anticipado a Joyce el resultado, mira a esta mujer fuerte, tenaz y saludable, y decide ir al grano. "No, señora; en los papeles de la CIA, verificados uno por uno, no hay un papel referido a su hijo". Elizabeth mira incrédula. No está claro si ha entendido. "Lo que ha dicho es que entre el material de la CIA no hay ningún documento sobre Charlie", repite Joyce.

¿Está deprimiéndose? ¿Acaso esperaba algo y ha quedado decepcionada? No. "Mire, si hasta ahora han mantenido, digo, si el Gobierno siguió una política de encubrimiento, no es raro lo que usted dice". Aun así, la vieja dama insiste. "Pero ¿no hay nada? ¿No está esa carta del Departamento de Estado en la que se preguntaba a la CIA si tras la detención de Charlie se les habló de su posible ejecución o se les dio a entender algo así, dado que se trataba de un ciudadano norteamericano?". No. Esa carta no ha sido, si existe, desclasificada. Tampoco, si la hubiera, la respuesta de la CIA.

"Jack y su mujer y Ed y yo nos hicimos grandes amigos con Missing ", recuerda Elizabeth. Lemmon quedó impactado por la historia y se felicitó públicamente por vivir en un país en el que se pudiera llevar al cine la novela Missing. The execution of Charles Horman (Desaparecido. La ejecución de Charles Horman), escrita por el abogado Thomas Hauser en 1978, aun cuando no ignoraba el apoyo de la Administración de Nixon al golpe del general Pinochet.

Tras el relato, Elizabeth salió del restaurante a tomar el fresco, lo que en Nueva York, en una tarde de primeros de julio, sólo puede ser imaginado. La vieja dama se sentó en una mesa, en la acera de la Segunda avenida, levantó su cabeza de águila y miró al frente. Acababa de fustigar la infamia de la Administración de Nixon y no había tocado prácticamente su pastel de cangrejos. Necesitaba volver a su apartamento. Se despidió dignamente en el rellano y agradeció la visita una y otra vez.

Joyce Horman, sentada en el centro del salón de su apartamento, llamó a su gato Buster y, mientras lo mantenía en el regazo, retuvo un largo silencio. Ella no fue ni a Madrid ni a Cuba con sus suegros. "Mi vida durante estos 26 años ha sido al principio muy angustiosa. Yo no fui torturada en regla, y cuando pienso en la gente que conozco que sí lo fue, me considero afortunada, porque yo no podría soportarlo. Por supuesto, Charlie está muy presente. Es una ausencia permanente. Éramos jóvenes cuando ocurrió. Él tenía 31 años, y yo, 28. He vivido normalmente con todas las limitaciones que esta palabra puede tener en mi caso. Vivo sola aquí, abajo vive Elizabeth, tengo mis padres y mi hermano en Oregón, y trabajo como consultora en tecnología. Cada vez que hay una oportunidad para saber exactamente cómo detuvieron a Charlie, en conocer quiénes lo hicieron y denunciar a los que encubrieron el crimen, no tengo que pensarlo mucho. Cuando puedo, aporto mi esfuerzo", reflexiona.

La voz de Joyce mantiene su viveza, pero de pronto su recuerdo se hace grave. "En 1990 fui invitada a Chile por el nuevo presidente, Patricio Aylwin, para la celebración de la vuelta a la democracia en el Estadio Nacional. Muchas personas como yo, con familiares asesinados y desaparecidos, acudieron", señala, como si se tratase de un cuento macabro. El Estadio Nacional. Fue allí donde fue detenido Horman, al parecer por conocer información de primera mano sobre la intervención de la US Navy en la preparación del golpe militar, antes de ser "trasladado" hacia su fusilamiento.

Durante el acto de Aylwin, al que no se invitó a Pinochet y a los militares, las mujeres de desaparecidos durante la dictadura bajaron -era de noche- al campo de fútbol para bailar la cueca , el baile nacional chileno. Eran sólo mujeres. Sus hombres habían desaparecido en manos de la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina) del general Pinochet, la Fuerza Aérea del brigadier Leigh o la Marina del almirante Merino. La cueca sola se la bautizó.

Joyce Horman no bailó la cueca. "Recuerdo que en una de las visitas guiadas a un viñedo, organizada por la esposa de Aylwin, el bus salió de Santiago. De pronto sentí un escalofrío que comenzó a recorrer mi cuerpo. Fue una sensación física. Duró un rato. Fue entonces cuando me di cuenta de que pasábamos por la avenida de Vicuña McKenna, muy cerca de donde vivíamos en 1973, el sitio en el que fue secuestrado Charlie. Nunca olvidaré que la sensación física precedió a la consciencia". Joyce estuvo seis días en Santiago. "Lo pasé muy mal. Allí sentías que todo era muy frágil". También ella era un alma frágil. "Por supuesto, ni me acerqué a ver la casa donde habíamos vivido con Charlie", enfatiza. Un año después, en 1991, Aylwin creó la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. En el informe sobre la represión, el Gobierno chileno admitió la responsabilidad del Estado por la muerte de Charlie Horman y concedió una pensión a la familia.

A primeros de 1998, Joyce Horman viajó a Washington para visitar al juez Manuel García-Castellón en el hotel Latham, en Georgetown, y presentarle su caso. El juez estaba rígido por la emoción. Joyce narró en el recibidor del hotel, durante 45 minutos, la historia.

"Recuerdo que me impactó su tristeza, un desconsuelo extraordinario. Ella no sabía ya a quién acudir. Habíamos resucitado un caso en el que ella veía posibilidades. Fue un gran impacto, porque habían pasado unos 25 años del asesinato", dice García-Castellón. El juez había visto Missing un par de veces, tanto en el cine como en la televisión. "Era como continuar la película en la vida real".Joyce Horman no supo si había dicho lo que debía en esa reunión. "Estaba muy nerviosa y me faltaron las palabras", dice.

"Y en 1998 ocurrió todo. Fue una cadena. En el verano, junto con amigos chilenos, familiares de desaparecidos, fui a ver la película Memoria obstinada , de Patricio Guzmán. En cierto momento, cuando se le pregunta a una mujer por varios familiares que han desaparecido, ella se muestra incómoda. Creo que fue en ese momento cuando sentí que algo en mi interior se desbloqueaba. Una resistencia caía. Empecé a recordar cosas que tenía sepultadas, en las que ya no había reflexionado durante muchos años", apunta con voz susurrante. Mientras acaricia en vano a Buster , que ahora se ha posado sobre el sillón, encima de su cabeza, Joyce añade: "Y poco después, los organizadores del encuentro anual dedicado a Orlando Letelier, asesinado en 1976, me invitaron a hablar el 27 de septiembre de 1999". Joyce recupera al instante el texto de su discurso: "España ha lanzado la primera persecución de crímenes contra la humanidad en el Chile de Pinochet y, aunque el camino es difícil, se siguen investigando casos en los que el acusado es Pinochet".

Menos de un mes más tarde, el 16 de octubre de 1998, Pinochet era arrestado en Londres por orden del juez Baltasar Garzón. "Ha sido todo tan inverosímil", dice Joyce, que en enero pasado dio al abogado Joan Garcés poderes para personarse en España.

Meses después, el 10 de abril, dos testigos chilenos se acercaron al consulado de España en París para declarar. Uno de ellos dice haber visto al ciudadano norteamericano Charlie Horman en el Estadio Nacional hacia el 18 de septiembre de 1973. Hay otros testimonios parecidos en la causa.

Elizabeth Horman, en un nuevo intercambio de palabras , dijo: "Muchas gracias. Adiós... Hemos amado tanto a nuestro hijo..." Y rompió a llorar. 
 

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