¿Qué asocías con las siguientes expresiones?
· Tirarse de la habitación
· Dos semanas de vacaciones en Ibiza
· Descotecas de moda
· Éxtasis
· Clubber
· Drogas
· Todas las noches es la misma película
· Todo este desmadre (Exceso desmesurado en
palabras o acciones)
· Un negocio fantástico
![]() Domingo 5 septiembre 1999 - Nº 1220
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SOCIEDAD
Preguntas
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DAVID MARTÍNEZ, Ibiza
A Paul T. sólo le quedaban tres días para completar sus
dos semanas de vacaciones. Llegó a la isla con tres amigos en busca
de emociones fuertes. Originario de Manchester, a este joven de 23 años
le habían dicho en la agencia de viajes de su ciudad que en Ibiza
encontraría diversión, sexo fácil, paradisíacas
playas y más de 24 horas de fiesta en las discotecas de moda. Todo
eso lo encontró y disfrutó de ello a un precio demasiado
alto. La mañana del 27 de julio Paul regresaba a su hotel en la
bahía de San Antonio, un pueblo de 15.000 habitantes que en verano
aloja a más de 200.000 turistas. Los recepcionistas le vieron pasar
algo alterado, con los ojos idos. Cogió las llaves de su habitación
y ya no volvió a bajar por su propio pie.
Alrededor de las nueve de la mañana, la música que brotaba
desde la habitación se interrumpió. Quería continuar
la locura de una noche de fiesta. Paul creía que podía volar.
Abrió sus brazos y apoyado sobre la barandilla de la terraza de
un sexto piso se lanzó al vacío. "Algunos vecinos le oyeron
gritar que se sentía solo. Jugaba a hacer equilibrio y quería
llegar al cielo. Dios sabrá lo que se tomó ", relataba un
policía local. Los amigos de Paul no pudieron impedir su muerte.
Declararon que habían pasado los últimos días a tope
recorriendo todas las discotecas. Paul no era un consumidor habitual de
drogas pero quizá movido por la sensación de libertad que
transmite la isla se animó a probarlas. Él y sus amigos consumieron
éxtasis para rozar el límite. Y lo alcanzó.
Esta historia retrata la muerte de un joven que buscaba los excesos
propios de un turismo fundamentalmente británico, al que se ha llamado
clubber
, que crece año tras año y protagoniza cada verano tragedias
como la de Paul. Desde principios de los 90, Ibiza, y en especial San Antonio,
se han convertido en un reclamo muy prometedor para los operadores de turismo
y las discográficas inglesas, que hacen de sus playas y de sus clubes
de ocio un lugar perfecto para atraer a los turistas más jóvenes.
Para ello, televisiones y radios inglesas organizan fiestas privadas en
los locales que promocionan en las revistas. Una de estas publicaciones
es Ministry
of Sound , estandarte de la música electrónica inglesa
que se reparte a la salida de las fiestas nocturnas. En ella se anima a
los casi 400.000 clubbers que visitan Ibiza cada verano a "conseguir
el sueño de la tierra prometida".
El pasado año un
número especial dedicado a Ibiza aportaba pistas sobre el precio
del éxtasis, del LSD, la marihuana y la cocaína. También
se contaba los efectos de las distintas drogas, cómo "descubrir"
los puestos de control de la Guardia Civil y recomendaba adquirir un E-Z
test-kit para comprobar la calidad del éxtasis. Se aconsejaba
a los chicos de la noche no regresar de vacaciones sin vivir la
experiencia de una fiesta ilegal en el campo. "Si veis a los guardias no
os preocupéis porque para asistiros está vuestro consulado",
rezaba la revista. Incluso la prestigiosa BBC
explicaba en su página web que la "seguridad es un problema
real en la isla y desgraciadamente el peligro mayor aquí tiende
a ser la policía". Y añadía: "Son muy estrictos, agresivos,
primero pegan y después preguntan".
Esos chicos de los que hablaba Ministry y a los que se dirigía
la BBC son los ravers o clubbers . Buscan en la isla un libertinaje
que sólo consiguen en su país de forma clandestina. Aquí
todo es distinto. Dan rienda suelta a sus fantasías por un periodo
de tiempo que no suele superar los 15 días y por un precio que oscila
entre las 60.000 y las 90.000 pesetas, incluido viaje y hotel.
Hay centenares de bares y pubs regentados por españoles
en el llamado West End de San Antonio. "Esto parece el Oeste. Hacen lo
que quieren. Es el turismo que llega y vivimos de esto", comenta un camarero
del West.
Son las dos de la madrugada del 23 de agosto. Ataviada con botas de
cuero, peluca rubia y corazón rojo luminoso colgado al cuello, Katty
inicia la ronda en el bar Trops. Trabaja para el touroperador Club 18-30,
dedicado a preparar ofertas de viajes desde Londres para los adolescentes.
Detrás, 20 jóvenes de Liverpool juntan cervezas en los inicios
de una noche que se presenta "muy excitante".
Entre ellos están Patrick y Sue, que juntos no suman más
de 50 años. Llegaron hace dos días. Preguntan a Katty dónde
conseguir éxtasis. "Bueno aquí en Ibiza empieza la marcha
por la noche, vamos a tomar algo y después hay que conseguir las
entradas de las discotecas y algo más. Hoy toca la fiesta más
importante del verano", susurra Katty a la pareja.
Subiendo por el West, en menos de media hora han conseguido el "carburante"
para "aguantar", como dice Sue. Y es que el negocio de la droga en Ibiza
mueve cada año miles de millones de pesetas. The Observer
dedicó el 15 de agosto un reportaje al negocio de los pequeños
traficantes. En él se aseguraba que el mercado de las drogas de
diseño que entra en la isla está controlado por bandas inglesas.
La cantidad que mueven los camellos con el éxtasis, ketamina
-una droga de reciente introducción en España utilizada para
anestesiar animales-, cocaína y anfetaminas alcanza los 25.000 millones
de pesetas. Sus clientes son clubbers como Patrick, Sue o Paul.
Desde el modesto cuartel de la Guardia Civil de Ibiza se contempla este
turismo que atrae un elevado consumo de drogas, accidentes y delincuencia
con preocupación, y se asume que los medios para combatirlo son
reducidos. El capitán Francisco Puente comenta que "en Madrid son
conscientes de que sólo somos 225", para una población que
en agosto sobrepasa el medio millón de habitantes. "¿Cómo
se puede hacer frente a tal volumen de gente cuando hay que controlar el
tráfico, el aeropuerto, dos puertos y una larga lista de delitos?",
se pregunta Puente. "Pues es complicado. No podemos controlar a cada turista
que llega y las redes de tráfico de drogas están muy extendidas
en la isla", reflexiona.
Son las cuatro de la madrugada. San Antonio es un hervidero y colas
de turistas esperan en la parada de autobús para dirigir sus cuerpos
hacia "la tierra" que les prometieron en sus países. La mayoría
lleva más de dos litros de alcohol en el cuerpo. Subidos ya en el
autobús la fiesta continúa y quedan 10 kilómetros
para alcanzar el fin de trayecto hacia la discoteca.
"Todas las noches es la misma película. Centenares de discotequeros
que sólo buscan divertirse bailando toda la noche", dice el conductor.
Ya hemos llegado. Pasan diez minutos de las cuatro y media. Patrick y Sue
han perdido al grupo. Ahora es tiempo para dedicarse en cuerpo y alma a
alcanzar el placer. La pareja saca dos éxtasis que han comprado
por 4.000 pesetas a un camello del West.
En Privilege se ha preparado la fiesta Manummission. Un espectáculo
erótico-pornográfico organizado por promotores ingleses y
que reúne a más de 8.000 personas todos los lunes del verano.
Patrick y Sue se contornean a ritmo del tecno. La discoteca es un
gueto tomado por ingleses y alemanes.
Ya son más de las siete de la mañana y la discoteca sigue
al completo. A la salida, la pareja camina tambaleante hacia la carretera.
Ahora, se dirigen en procesión hacia un after-hours , un
lugar que les permita seguir la fiesta.
Las nueve de la mañana. En la puerta del after, llamado
Space, en Playa d'en Bossa, decenas de jóvenes se disponen a introducirse
de nuevo en el estridente mundo del tecno. Patrick y Sue deciden
comprar otros dos éxtasis a un cuarentón arrodillado a las
afueras del antro. Les cobra 5.000 pesetas.
Michael Brikett, el vicecónsul británico que el pasado año dimitió de su cargo en la isla horrorizado por los excesos de sus compatriotas, tuvo suerte de salir de "este infierno" a tiempo. Los propios ibicencos alzan sus tímidas voces para quejarse de todo este desmadre, pero son conscientes de que la gran mayoría vive de este turismo cada vez más degradado. Pero son realistas: las drogas y estos clubes organizados para los extranjeros son un negocio fantástico. |
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