El País Digital
Jueves
4 marzo
1999 - Nº 1035

La máquina perfecta comienza a oxidarse

El partido surgido de la Revolución se resiente por la larga permanencia en el poder y las exigencias del pluralismo

J.J.A , México
Plutarco Elías Calles y Manuel Pérez Treviño, militares de carrera, ayudados por los profesionales Basilio Vadillo y Luis L. León, concibieron el partido que hoy celebra su setenta cumpleaños como una necesidad para "controlar la opinión y respaldar después a los gobiernos". No cabe duda de que cumplieron su propósito. Asesinado por aquellas fechas Álvaro Obregón, candidato presidencial, quien fuera considerado por los suyos el genio militar de la revolución de principios de siglo y su caudillo máximo, otros le sucedieron, y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), según su dirección, evitó que México cayera en la anarquía.

Siete decenios después de que los fundadores del Partido Nacional Revolucionario (PNR) lo echaran a andar con la finalidad de ser "el primer mecanismo para la transmisión política del poder" quedan más caciques que caudillos de verdad en las filas de su sucesor, el PRI.

Durante seis décadas, el PRI fue "la dictadura perfecta", así bautizada por el escritor Mario Vargas Llosa, una máquina política y corporativa que impidió cualquier desestabilización nacional, y abarcó a la derecha, el centro y a la izquierda.

El PRI aplaudía todas las decisiones del presidente de Gobierno, su jefe natural, y aceptaba el dedazo, la capacidad del titular del Ejecutivo para designar a su sucesor en la presidencia. Fue también una máquina de hacer millonarios al amparo de la corrupción, y el clientelismo y no tanto por audacia o méritos empresariales.

La primera ruptura entre sus dirigentes, mitad consecuencia de ambiciones no satisfechas, mitad resultado de una apuesta de principios por el pluralismo, se produjo entre los años 1987 y 1988. La Corriente Democrática del PRI, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, se transformó en el Frente Democrático Nacional (FDN) y finalmente en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), centroizquierda, principal partido de la oposición junto con el conservador Partido de Acción Nacional (PAN).

El PRI conserva fuerza política y clientela electoral pero ha perdido nueve gobernaciones y, más grave, la mayoría en el Congreso, y en 1997, el Distrito Federal, gobernado por Cárdenas.

Francisco Valdés Ugalde, miembro del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Autónoma Nacional de México, piensa que los priístas reciben señales contradictorias: tienen que ser modernos y competitivos y al mismo tiempo obedecer. "Eso constituye un severo problema y lo vemos en todas las discusiones". "¿Puede convertirse el PRI en un partido democrático, moderno, competitivo, con vida propia, independiente del Gobierno, relativamente autonómo si el Gobierno es su gobierno?", se pregunta Valdés. "La respuesta todavía es no. El PRI no ha aprendido a ser ese partido".



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