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  Convento de San Antón en Hontanas (Burgos).  

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  Mosaico romano en Quintanilla de la Cueza (Palencia).  

 
 
 
 
 
 
 
 
EL CAMINO DIGITAL
Historia de un mito

Es difícil explicar desde una perspectiva empírica o racional, en los albores del siglo XXI, un fenómeno más cercano a la mitología que al rigor histórico, ocurrido hace más de 1.000 años y que, sin embargo, sigue atrayendo a una multitudinaria corriente humana desde los cuatro confines del globo. Para entender el significado del descubrimiento de la supuesta tumba del apóstol Santiago en una lejana aldea de Galicia, y el inicio de las peregrinaciones a este lugar desde toda Europa, es necesario hacer un ejercicio de abstracción y situarse en la realidad geopolítica de aquel remoto año 813. 

Nos encontramos en el primer tercio del siglo IX, con la invasión musulmana prácticamente consolidada en la península y los minúsculos reinos cristianos del norte más parapetados en la compleja orografía del terreno que en su capacidad para detener al enemigo. El bando cristiano, fragmentado en minúsculos reinos, no tenía un líder carismático, una figura que ligara energías. 

Aparición del sepulcro
Es en este escenario cuando en el año 813 (algunos autores lo fechan en el 820), bajo el gobierno de Alfonso II el Casto (789-842) en el reino astur y Carlomagno en Occidente, un pastor de la remotísima Gaellecia llamado Pelayo cree ver la luz de una estrella señalando un túmulo en el monte Libradón, donde más tarde surgiría Compostela. Las noticias llegan a Teodomiro, obispo de la diócesis de Iria Flavia, quien ordena desbrozar el monte. Durante los trabajos aparece un arca de mármol. Teodomiro, por revelación divina, anuncia que los restos allí encontrados pertenecen al apóstol Santiago. El mito acaba de nacer. 

Batalla de Clavijo
Poco importa que sea difícil confirmar la presencia de Santiago el Mayor predicando en Hispania o el rigor científico utilizado en la identificación de los restos. La presencia de un cuerpo apostólico colocaba a aquel lugar a la altura de Antioquía, Efeso o la misma Roma y, lo que es mucho más importante, dotaba a la Cristiandad de una figura capaz de unificar la lucha contra el enemigo común. Teodomiro da cuenta del hallazgo a Alfonso II y éste manda edificar sobre el sepulcro una sencilla iglesia de mampostería y barro.

Comienzan así a llegar visitantes a la tumba del Apóstol. En el año 844, otro fenómeno sobrenatural daría el definitivo espaldarazo a la figura de Santiago como aglutinador de la Reconquista. Ocurrió el 23 de mayo en las llanuras de Clavijo, a 18 kilómetros de Logroño. El rey Ramiro I de Asturias se enfrenta a las tropas musulmanas de Abderramán II en clara desventaja numérica. Entre el fragor de espadas y lanzas, el apóstol Santiago aparece sobre un corcel blanco repartiendo mandobles a diestro y siniestro sobre la morisma. Los cristianos vencen contra todo pronóstico y el mito jacobeo traspasa definitivamente los Pirineos. Todo Occidente se vuelve en el culto a los restos del Apóstol, haciendo suya la responsabilidad de asegurar el paso hacia Compostela.

La abadía de Compostela
Aquella corriente que puso en marcha el concepto de Europa tenía una meta: la basílica de Santiago, que crecía a medida que aumentaban las peregrinaciones. Al modesto templo de Alfonso II le sustituye un nuevo edificio, consagrado hacia el 874 bajo el reinado de Alfonso III el Magno, con una nave central de sillería de ocho metros de ancho. El 11 de agosto de 997 Almanzor arrasa el templo—pero respeta el sepulcro—, su caballo abreva en la fuente de la iglesia y se lleva las campanas para utilizarlas como lámparas en la mezquita de Córdoba.

Siglos de esplendor
Los siglos XI y XII son testigos del gran auge de la peregrinación. La frontera con el mundo musulmán se desplaza, aunque quedan bolsas de conflicto en la llanura riojana y algunas zonas de Castilla. Coincide también con la llegada de los monjes de Cluny, grandes impulsores del Camino, que se hacen cargo de monasterios tan importantes como el de San Benito, en Sahagún, o el de San Juan de la Peña, en Huesca. Los reyes cristianos, conscientes del papel de la peregrinación como vehículo de transmisión económica, crean burgos, fomentan la vida monástica y levantan puentes que serán después el germen de nuevas ciudades, como Logroño o Puente la Reina. El papa Calixto II instituye en 1122 el Año Santo Jacobeo, y su sucesor, Alejandro III dicta durante el año 1179 en Viterbo la bula Regis Aeterna, por la que se otorga indulgencia plenaria a quienes visiten el templo compostelano los años en que el 25 de julio (día de Santiago) coincidiese en domingo.

La decadencia del Camino
A finales del siglo XIV y durante el XV, el Camino comienza a declinar. La peste negra ha diezmado la población europea y los supervivientes andan enfrascados en guerras sin fin. Los caminos no son seguros y los ricos monasterios apenas tienen ahora para atender a los pobres de su entorno. Las ideas también cambian y los gozos materiales sustituyen a los espirituales. En Centroeuropa el XVI es el siglo del protestantismo y las guerras de religión. El terror a un ataque de los piratas ingleses comandados por Francis Drake contra la tumba del Apóstol lleva al arzobispo san Clemente en 1588 a esconder el sepulcro. Tan bien lo hizo que estuvo perdido durante 300 años. El siglo XVIII conoce un pequeño auge de las peregrinaciones, que sin embargo caen en el XIX hasta llegar a convertirse en un hecho anecdótico. El día de Santiago de 1867 no sumaban 40 los peregrinos en Compostela. 

El Apóstol es reencontrado
En 1878, el cardenal Payá y Rico emprende obras de reforma en el altar mayor. La noche del 28 de enero de 1879, tras perforar una bóveda, los trabajadores encuentran una urna con los esqueletos de tres varones. En 1884, el papa León XIII sanciona cuatro años de trabajos científicos con la bula Deus Omnipotens, en la que reconoce que los restos del Apóstol habían sido reencontrados. 

La segunda edad dorada de la peregrinación a Santiago tendría que esperar a finales del siglo XX. Motivos religiosos, culturales, artísticos, turísticos y hasta deportivos, muy distintos a los que movieron a los caminantes del medievo, rescatan la Ruta Jacobea del ostracismo. En 1982, Juan Pablo II se convierte en el primer Papa de la historia que visita Santiago. En 1985, 2.491 personas solicitan la Compostela; seis años después, en 1991, son 7.274 las que lo consiguen. En 1993, Año Santo, la Xunta de Galicia pone en marcha un ambicioso plan de promoción turística de la Comunidad con el Camino como eje. El resultado es demoledor: 100.000 personas consiguen la Compostela, un 918% más que el año anterior, mientras que son millones las que llegan a Santiago por medios distintos a los tradicionales de pie, caballo o bicicleta. Las cifras oficiales que se barajan para el Año Santo de 1999, último del milenio, hablan de nueve millones de visitantes.