![]() Domingo 19 marzo 2000 - Nº 1416 |
INTERNACIONAL
![]() |
||||||||
Desde las primeras llamadas, Juan Miguel se dio cuenta de que alguien
en Miami entorpecía las conversaciones telefónicas con su
hijo. "Es bueno que usted sepa que desde el principio hacían todo
lo posible para sabotearnos", me dijo. "A veces le hablan a gritos al niño
mientras conversamos, suben al máximo el volumen de los dibujos
animados en la televisión o le ponen un caramelo en la boca para
que no se le entienda lo que dice". Estas artimañas fueron sufridas
también en carne propia por Raquel Rodríguez y Marcela Quintana,
las abuelas de Elián, durante su tormentosa visita a Miami, cuando
un agente de la policía, a órdenes de una monja frenética,
les arrebató el teléfono celular con que ellas daban noticias
del niño a sus familias de Cuba. La visita, que había sido
prevista para dos días, se redujo al final a 90 minutos, con toda
clase de interrupciones provocadas y con no más de un cuarto de
hora a solas con Elián. De modo que volvieron a Cuba escandalizadas
de cuánto lo habían cambiado. "Éste no es el mismo
niño de antes", dijeron, atribuladas por la timidez y el retraimiento
del que recordaban como un niño vivaz, inteligente y con una aptitud
admirable para el dibujo. "¡Hay que salvarlo!".
A nadie en Miami parece importarle el daño que le están
causando a la salud mental de Elián con los métodos de desarraigo
cultural a que lo tienen sometido. En la fiesta de sus seis años,
que cumplió el pasado 6 de diciembre en el cautiverio de Miami,
sus anfitriones interesados lo retrataron con casco de combate, rodeado
de armas mortíferas y envuelto en la bandera de los Estados Unidos,
poco antes de que un niño de su edad asesinó a tiros de revólver
a una compañera de escuela en el Estado de Michigan. No eran juguetes
de amor, por supuesto, sino síntomas inequívocos de una conspiración
política que millones de cubanos atribuyen sin reservas a la Fundación
Cubano-Norteamericana, creada por Jorge Mas Canosa y sostenida por sus
herederos, que al parecer está gastando millones de dólares
para que Elián no sea devuelto a su padre. Es decir: el verdadero
naufragio de Elián no fue en alta mar, sino cuando pisó la
tierra firme en los Estados Unidos.
La rabia de los cubanos ante esta expropiación insólita
tiene pocos precedentes aun en su propia revolución. La movilización
popular y el torrente de ideas que se ha generado en el país para
exigir el regreso del niño usurpado es espontánea y espectacular.
Con una novedad: la participación masiva de la juventud y la infancia.
El poeta católico Cintio Vitier, asombrado por la torpeza de los
Estados Unidos, escribió en un poema para Elián: "¡Qué
tontos! Nos han unido para siempre". Desde la otra orilla, un desafecto
a la revolución dijo lo mismo de otro modo: "Los yanquis son tan
brutos que han arrojado a la juventud cubana en brazos de Fidel".
Sin embargo, la empresa para quedarse con Elián tiene plata y
poder, aun contra los órganos de justicia de los Estados Unidos,
cuyo Servicio Nacional de Inmigración (INS) reconoció a Juan
Miguel el pasado 5 de enero como la única persona habilitada para
representar al niño y actuar en su nombre. El 24 de enero, la secretaria
de Estado adjunta para asuntos consulares, embajadora Mary A. Ryan, pidió
de manera expresa y pública que el niño fuera devuelto a
su padre a la mayor brevedad, y advirtió que una decisión
contraria "estará en total desacuerdo con los principios que nosotros
defenderíamos en el caso de un niño norteamericano". El presidente
Clinton declaró para la prensa: "En este caso no debe interferir
ningún asunto político, sino respetar la decisión
del INS".
No parece casual hasta qué punto el tema de la patria potestad
ha incidido en las tensiones entre los Estados Unidos y la revolución
cubana desde sus orígenes. En 1960, bajo la Administración
de Eisenhower, cuando la CIA inventó letra por letra y puso a circular
en Cuba una falsa ley según la cual los niños cubanos serían
arrebatados a sus padres por el Gobierno revolucionario y enviados para
adoctrinamiento precoz en la Unión Soviética. Infundios aún
más truculentos decían que los niños más apetitosos
serían enviados a los mataderos de Siberia para que los devolvieran
como carne enlatada, y que cincuenta madres de Bayamo, en el oriente de
Cuba, habían preferido matar a sus hijos menores antes que someterlos
a la ley siniestra. Esto fue lo que los mismos Estados Unidos bautizaron
como la operación Peter Pan.
A pesar de los desmentidos formales de Cuba, el Gobierno de Eisenhower
llegó a un acuerdo secreto con la Iglesia católica norteamericana
para que los padres cubanos pudieran enviar a sus hijos a los Estados Unidos
sin padres, ni pasaporte ni equipaje. El éxodo desgarrador, en el
cual invirtieron los Estados Unidos 28 millones de dólares, se convirtió
en una comunidad de falsos huérfanos integrados a la fuerza en la
cultura norteamericana.
¿Sería perverso asociar el caso de Elián con el
fantasma de una nueva operación Peter Pan? No he podido evitarlo
al escuchar el alegato público de un distinguido abogado de los
servicios de inmigración de Miami, José Pertierra, que llegó
de Cuba a los 12 años en aquel torrente de hijos sin padres, y acaba
de hacer por televisión un alegato público para que se reconozca
la patria potestad al padre de Elián. "Ni la familia que está
en los Estados Unidos dice que este padre es un mal padre", dijo el doctor
Pertierra. "Lo que dicen es que no les gusta la política de Fidel
Castro, pero Fidel Castro no es el padre de este hijo". Al final de la
entrevista dejó flotando un grano de pimienta en la sopa. "Lo más
preocupante", dijo, "es que los jueces de la Florida son electos, y devolver
este niño a Cuba podría costarle la elección a un
juez de Miami". Por lo pronto ha llamado la atención que el juez
King, el primero que debía decidir esta causa, tuvo que declararse
impedido por sus vínculos con la Fundación Cubano-Norteamericana.
Su sucesor, el juez Hoelever, sufrió un dudoso derrame cerebral.
Michael Moore, el juez actual, no parece tener mucha prisa para fallar
antes de las elecciones.
De todos modos, a muchos cubanos les inquieta que el Gobierno de Clinton
no se atreva a devolver al niño, a pesar de sus leyes y sus propias
convicciones, por temor de que el candidato demócrata, Al Gore,
pierda los votos de la Florida. Sin embargo, la pérdida jurídica
e histórica puede ser para los Estados Unidos mucho más costosa
que la electoral, pues más de 10.000 niños norteamericanos
andan hoy por el mundo, sacados de su país por uno de sus padres
sin autorización del otro. Lo grave para ellos es que si los cónyuges
que se quedaron en los Estados Unidos quieren recuperarlos, el precedente
de Elián podrá ser usado para impedirlo.
Gabriel García Márquez La Habana, 15 de marzo de 2000 © Copyright Gabriel García Márquez / Cambio. Prohibida su reproducción parcial o total.
|
© Copyright DIARIO EL PAIS, S.A. - Miguel Yuste 40, 28037 Madrid |