Cita en La Habana
Arthur Miller, Styron y García Márquez
visitan juntos la finca que habitó Hemingway en Cuba
MAURICIO VICENT , La Habana
García Márquez y Arthur Miller,
en la antigua
casa de Hemingway en La Habana (AP).
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El apacible pueblito cubano de San Francisco de Paula fue escenario el
sábado de un inusual encuentro literario. Sus protagonistas fueron
dos gigantes de las letras norteamericanas, el dramaturgo Arthur Miller
y el novelista William Styron, y el Nobel colombiano Gabriel García
Márquez, recién resucitado, después de que
un linfoma disparase los rumores sobre su estado de salud. Los tres escritores
se reunieron para recordar a Ernest Hemingway bajo los flamboyanes del
jardín de La Vigía, la mítica finca a las afueras
de La Habana que el autor de El viejo y el mar habitó durante
20 años. Styron, Miller y Gabo se lo pasaron de miedo: patearon
a conciencia la casona, hoy convertida en museo; se detuvieron ante la
máquina de escribir de Hemingway; husmearon en el bar, donde todavía
se conservan botellas de whisky y algunos refrescos de ginger ale,
con los que, mezclados, el Nobel estadounidense se relajaba, y hojearon
algunos de sus libros, incluidos los que tenía en el cuarto de baño.
La noche anterior, Styron, Miller y García Márquez cenaron
con Fidel Castro, y, cómo no, la sobremesa se extendió hasta
la madrugada. Hablaron de literatura y también de política,
con pausas considerables en la Segunda Guerra Mundial y el caso del niño
balsero Elián González, que enfrenta a Cuba y a Estados Unidos
en la actualidad. "Fue muy estimulante e interesante", dijo Styron, y Miller
agregó: "Él habló de todo lo imaginable".
Durante el paseo por la finca La Vigía ambos escritores aclararon
que su interés era sólo conocer Cuba y sostener algunos encuentros
con intelectuales y estudiantes cubanos. La visita a Cuba de ambos fue
organizada por William Luers, ex subsecretario de Estado de la Administración
de Carter, un decidido opositor a la política de embargo norteamericana.
El viaje por él concebido -que concluyó ayer- fue una
combinación de turismo, cultura y política. Miller, de 84
años, viajó acompañado por su esposa, la fotógrafa
Inge Morath, y Styron, por la poetisa Rosa Styron. También formaron
parte de la delegación el agente literario Morton Janklow, representante
de autores como Ronald Reagan, la presidenta del Lincoln Center Theatre,
Linda Janklow, y Patricia Phelps de Cisneros, cofundadora de la Fundación
Cisneros, de Venezuela.
El grupo visitó el jueves la ciudad colonial de Trinidad y el
viernes sostuvo un encuentro con estudiantes del Instituto Superior de
Arte. Durante el debate, Miller manifestó su desagrado por la mayoría
de las versiones cinematográficas realizadas de La muerte de
un viajante, obra con la que obtuvo el Pulitzer de teatro, el Premio
del Círculo de Críticos de Nueva York en 1949. "Los estudios
convirtieron al personaje de Willy Loman, encarnado por Frederic March,
en un loco, cuando era muy cuerdo" explicó. "La industria no quería
problemas con la denuncia social que implicaba la situación del
personaje de Loman, un hombre que queda desocupado y se debate en esa angustia".
El escritor también habló con los alumnos sobre la censura
en el cine y el teatro en Estados Unidos, y se refirió a su última
obra, El viaje a las montañas de Morgan, que estrenará
en Nueva York el próximo 21 de marzo. Styron, de 74 años,
autor de las novelas Las confesiones de Nat Turner, premio Pulitzer
en 1967, y La decisión de Sofie, fue mucho más político
que Miller al hablar durante su estancia en Cuba. El dramaturgo afirmó
que "sólo quería ver Cuba", Styron, que estaba absolutamente
a favor de que terminase el embargo y se eliminasen las restricciones de
EE UU que hoy impiden a los norteamericanos viajar a la isla.
Quién sabe si, por curiosidad o por precaución, antes
de ver el viernes a Fidel Castro, Miller y Styron visitaron al disidente
Elizardo Sánchez. El opositor los recibió en su casa de Miramar
y les ofreció café y su visión de la situación
de los derechos humanos y las libertades cívicas en Cuba. Una visión,
por cierto, bastante pesimista.
A esta reunión no asistió García Márquez,
aunque Gabo sí fue con ellos a cenar a La Guarida, la paladar donde
se filmó en 1993 Fresa y chocolate, película que denuncia
la persecución a que fueron sometidos los homosexuales en Cuba y
es un canto a la tolerancia. La presencia de Gabo en La Habana y su encuentro
con Styron y Miller y su amigo Fidel Castro confirman su resurrección.
El año pasado, a García Márquez se le descubrió
un linfoma, lo que le obligó a hacerse un tratamiento con quimioterapia
que le hizo bajar casi 20 kilos de peso. En estos días se le vio
visiblemente recuperado, bebiendo whisky con sus colegas norteamericanos.
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