![]() Domingo 2 abril 2000 - Nº 1430 |
INTERNACIONAL
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Las graves torturas, violaciones y asesinatos han hecho de la reconciliación una quimera
JUAN JESÚS AZNÁREZ / ENVIADO ESPECIAL
, Guatemala
Los testigos dispuestos a viajar a España para contar sus padecimientos
al juez de la Audiencia Nacional española Guillermo Ruiz Polanco
son tan numerosos como estremecedores los testimonios contenidos en los
informes de esclarecimiento o escuchados en boca de los sobrevivientes
o deudos de los muertos. Fue tanto el sufrimiento, tanto el odio y terror
causado por los combates de Ejército y guerrilla, que la sociedad
guatemalteca discrepa sobre el regreso al pasado, sobre la reapertura de
los potros y cadalsos instalados durante los 36 años de una guerra
civil imposible de olvidar porque murieron 200.000, cientos de miles perdieron
todo, y el éxodo fue masivo y se prolongó miserable. Al igual
que en Argentina o Chile, la vida sigue, cada uno con su cruz a cuestas,
pero la reconciliación guatemalteca es hoy una quimera.
Yolanda Aguilar Urizar quedó embarazada después de haber
sido violada por 20 soldados, y manoseada por quienes en la cola se masturbaban
impacientes, durante los años en que los reclutas oían esto
de sus sargentos: "¡Mugres, ustedes aquí van a ser unas máquinas
de matar, matar, matar!", les gritaban en los campos de entrenamiento.
En Guatemala se mató a destajo. Aproximadamente, el 93% de las víctimas
lo fueron a manos del Ejército, de los escuadrones de la muerte,
o de los campesinos enrolados, de grado o fuerza, en las Patrullas de Autodefensa
Civil (PAC); el resto, liquidados por las feroces represalias de la guerrilla
de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).
Empeñado en la destrucción de ésta, diezmando en
ese propósito las aldeas sospechosas, el Ejército diseñó
una campaña de represión para controlar la práctica
totalidad de la población, y los territorios alzados. "Guatemala
está pobre por los guerrilleros comunistas", acusaba. El soldado
kaibil, el cuerpo especial creado en 1974, fue una máquina
contra las fuerzas o doctrinas extrañas a la esencia patria. "Llegó
el Ejército con patrulleros y mataron a familias enteras, también
a los niños, a una hija le abrieron la cabeza, le quitaron el seso
y parece que lo comieron. A otra vecina la degollaron y empezaron a chupar
sangre", narró un vecino de Xix, en Quiché.
Las embrutecidas patrullas civiles fueron ideadas para involucrar a
la población civil en las operaciones contra los rebeldes y entraron
en acción con el Gobierno de Romeo Lucas. Hubo ritos dramáticos:
a un jefe de pelotón le esposaron a un guerrillero a la muñeca,
y debió matarlo a cuchilladas para probarse. "A mí no, papaíto,
tengo mis hijos", imploraba de rodillas quien acabó muerto. Las
patrullas quedaron legalizadas el 1 de abril de 1982, en el Plan Nacional
de Seguridad y Desarrollo, establecido por la Junta Militar que aquel año
dio el golpe encabezado por el general Efraín Ríos Montt.
La leva, a punta de pistola o por propio convencimiento, fue un éxito,
y en el bienio 1982-1983 agruparon a 900.000 campesinos, cerca del 80%
de la población rural masculina. "El que no es macho que se vaya
de aquí", advertían sus mandos militares en las expediciones
punitivas. Pero los desertores sabían que en la fuga les iba su
vida.
Patrulleros y soldados, y la venganza insurrecta, indígenas contra
indígenas en la mayoría de los casos, perdieron toda sensibilidad.
Igual degollaban o despedazaban con cuchillos dentados, que ahorcaban con
palos, abrían el vientre a embarazadas, mataban a garrotazos o a
patadas, o perforaban estómagos con sondas de alambre al rojo vivo.
Un pelotón se reía después de arrasar Río Grande.
"Uno decía, yo maté a 8, yo 10, yo 15. Y otro dijo: yo 20".
Doce catequistas fueron fusilados amarrados a los postes de la iglesia
Santa Anita las Canoas, y la quema y destrucción de casas, y de
sus habitantes en grupo, fue práctica frecuente. "Corre afuera la
manteca quemando, corre la manteca de las pobres mujeres. Parece como cuando
estaba lloviendo que viene el agua a las zanjas", "¿Y qué
es eso?, pensaba yo", testificó alguien en la Oficina de Derechos
Humanos del Arzobispado.
Ausente en la guerra guatemalteca todo concepto de humanitarismo o clemencia,
y siendo el trauma reciente, su superación llevará décadas.
No es fácil cuantificar cuántos en este país de 11
millones de habitantes favorecen o rechazan la apertura de procesos, en
Guatemala o en España, porque las simpatías por el militarismo,
el fatalismo de quienes lo sufrieron, la ignorancia, todavía el
miedo, o el olvido como terapia son factores que influyen. Con los Acuerdos
de Paz de 1996 terminó el conflicto, y la mayoría, probablemente
sin olvidar ni perdonar, ocupa su atención en sortear las diarias
penalidades o resolver los permanentes conflictos de tierras.
La guerrilla también fue cruel, aunque su patrón de conducta
fue castigar a quienes participaron en las estructuras de la represión
castrense. Si bien no utilizó la tortura como estrategia de guerra,
los casos conocidos son escalofriantes. "A mi esposo le golpearon como
dos horas, dicen que el pobrecito gritaba, que le metieron un machete o
cuchillo. Y los pies, las rodillas, todo lo quebraron, se lo hicieron vivo".
La relación de espantos satura. Un victimario gubernamental de Huehuetenango relató una de las horrorosas ejecuciones de las sillas de estacas. "Fueron a esas cuatro personas, cinco mujeres también de las que hicieron uso los oficiales y las mataron sobre estacas. Yo estoy tranquilo al morir de un balazo, ya que de una vez muere, pero sentarlo a uno en una estaca que llega hasta el estómago y le salga a uno, imagínese qué gritos ya que es un dolorón. Me sentía mal, pero qué podía hacer en ese sentido, como uno órdenes recibía...". Y dos jóvenes guerrilleras fueron violadas en masa. "Se levantaba uno y pasaba otro, y se levantaba uno y pasaba otro, y se levantaba uno y pasaba otro, y, total, calculo que a esas pobres mujeres las violaron unas 300 veces si no más", admitió un recluta. Todos marcaron el paso, el paso de la muerte. "Genocidio hubo en Kosovo. Aquí, conflicto armado", dice Ríos Montt J.J.A , Guatemala
El magistrado de la Audiencia Nacional aceptó el lunes investigar
a Ríos Montt, de 75 años, dictador entre marzo de 1982 y
agosto de 1983, y a otros siete generales retirados o ex funcionarios,
entre ellos dos gobernantes militares, con cargos de genocidio, terrorismo
de Estado y torturas. La guerra guatemalteca duró 36 años,
se cobró 150.000 muertos y 50.000 desaparecidos y terminó
con los Acuerdos de Paz de 1996. El informe de la Comisión de Esclarecimiento
Histórico (CEH), patrocinado por la ONU, habla de genocidio por
cuanto, afirma, el Ejército pretendió exterminar al menos
a cuatro de los 23 grupos mayas existentes en este país de 11 millones.
Ríos Montt, líder del partido en el Gobierno, negó
competencia a la justicia española para abrirle expediente. "Carece
de jurisprudencia porque aquí no se ha cometido ningún delito
de tipo internacional". Su abogado, Mario Morales, miembro de un equipo
de seis letrados, manifestó que hasta ahora no han recibido ninguna
notificación de la Audiencia Nacional en torno a la demanda de Menchú.
"Se sabe a través de los medios de comunicación que en la
justicia nacional no encuentra eco, pero hasta acá, que yo recuerde,
Menchú nunca ha intentado alguna acción legal contra mi patrocinado.
No lo recuerdo".
Según el CEH, la población maya sufrió 660 matanzas. "Genocidio en Kosovo, en Uganda, aquí hubo conflicto armado", insistió el jefe del Parlamento. Ríos Montt dijo mantener su decisión de viajar a Francia y Estados Unidos en fechas y con objetivos no precisados. Fuentes diplomáticas señalaron que todavía no ha pedido visado de entrada en EE UU, y en la Embajada francesa dijeron no saber sobre el eventual viaje.
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