El País Digital
Sábado 
22 enero 
2000 - Nº 1359
 
INTERNACIONAL
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El presidente de Ecuador abandona palacio tras la proclamación de una junta de salvación 

Militares e indígenas asaltan el poder y logran el apoyo del mando de las Fuerzas Armadas 

JUAN JESÚS AZNÁREZ, México 
Sin apenas apoyos sociales, protegido por militares leales, el presidente de Ecuador, Jamil Mahuad, huyó ayer del palacio de Gobierno horas después de que dos coroneles y un grupo de capitanes, tenientes y cientos de enfurecidos indígenas, ocuparan el Congreso y otras instituciones en un incruento golpe de Estado que sume al pequeño país latinoamericano en la peor crisis institucional, social y financiera de su reciente historia. La jefatura de las Fuerzas Armadas, que primero defendió la Constitución vigente, retiró después su apoyo al gobernante, solicitando su renuncia. 
 
Los indígenas llegados a Quito se abren paso entre
la policía para tomar el edificio parlamentario 
(Reuters).
Los jefes militares nada hicieron para desalojar el Parlamento, el Tribunal Supremo y el de Cuentas, tomados al asalto a primeras horas de la mañana por un levantamiento étnico promovido por la Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAI). En los incidentes de Quito, al menos 13 personas resultaron heridas de bala.
 
 

"¡Qué emoción, qué emoción se acabó la corrupción!", gritaban los insurrectos en el recinto del Legislativo. El cuartelazo fue liderado por los coroneles Fausto Cobo y Lucio Gutiérrez y un grupo de oficiales jóvenes, solidarios con el levantamiento indígena desencadenado hace una semana para forzar la destitución del presidente, Jamil Mahuad, y la disolución del Congreso y del Tribunal Supremo, considerados culpables del acelerado empobrecimiento nacional y la dolarización de la economía.
 
 

Los golpistas se autoproclamaron nuevas autoridades en una Junta de Salvación Nacional. El acorralado presidente, investido el 10 de agosto de 1998, compareció por radio y televisión, rechazó dimitir al reconfirmarse depositario de la voluntad popular expresada en las urnas.
 
 

Poco antes de su alocución, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, encabezados por el general Carlos Mendoza, ministro de Defensa, se había reunido con el jefe de Estado para pedirle su cese a fin de evitar "un estallido social". "Nuestra responsabilidad es mantener el ordenamiento jurídico", agregó Mendoza en una conferencia de prensa televisada a todo el país.
 
 

Mahuad ignoró los apremios y advirtió: "No puedo presentar la renuncia y sumir a Ecuador en el caos. No podemos convertirnos en el lunar de América Latina". Abogado de 50 años, educado en Harvard, pidió a los militares leales castigar a los amotinados y, a la sociedad en su conjunto, que no le abandone.
 
 

"Señores, tomen el poder"
 
 

"Si aquí de lo que se trata es de dar un golpe militar, señores tomen el poder por la fuerza. Soy un presidente legítimo, electo por el pueblo, que mantiene en una lógica de principios y de leyes. Entremos en razón. No permitamos un golpe de Estado".
 
 

Flanqueado por su ministros, agregó: "Cumpliré mis funciones hasta el último momento y llegaré hasta donde Dios quiera (...) Si lo que se quiere es actuar dictatorialmente, eso no tendrá mi consentimiento".
 
 

El movimiento indígena, con la colaboración de los militares golpistas, anunció la formación de una junta cívico-militar, algo que condenaron el resto de los presidentes de países andinos.
 
 

El Ejecutivo intentó restar importancia a la asonada y calificó a sus promotores de "insurrectos que no representan a las Fuerzas Armadas". Lo cierto es que las alambradas de púas y soldados que protegían el Legislativo habían sido levantadas por la mañana permitiéndose el acceso a los manifestantes y a sus aliados.
 
 

"Los desmanes y excesos que se han producido en el Congreso, con la complicidad de algunos oficiales retirados, no tienen ninguna implicación de las Fuerzas Armadas, que respaldan el orden constitucional férrea y sólidamente", había dicho Carlos Larreátegui, portavoz del Ejecutivo, poco antes de que la institución castrense le volviera la espalda.
 
 

La realidad era otra muy diferente. El coronel Gutiérrez, paralelamente, en otra proclama por televisión, llamaba a los ecuatorianos a sumarse a una rebelión que, dijo, cuenta con el apoyo de la institución militar. 

"Somos pueblo y tenemos que defender al pueblo"

J.J.A, México 
La tibieza de las tres armas quedaba de manifiesto en las primeras reacciones castrenses tras la toma del Congreso. El general Carlos Moncayo, jefe de la Primera División del Ejército dijo estar "con la Constitución" aunque sin "oponernos ni causar daños al pueblo".
 
 

Y los coroneles sublevados se declararon pueblo. "Somos pueblo y tenemos que defender al pueblo. No podemos seguir siendo utilizados, siendo manipulados como en ocasiones anteriores", señaló el autoproclamado presidente Gutiérrez desde el hemiciclo, acompañado por la vanguardia más guerrera de una concentración de más de 7.000 indígenas llegados a Quito desde sus comunidades rurales en respuesta a la convocatoria a la resistencia indefinida efectuada por la CONAI. Su presidente, el quichua Antonio Vargas, cantaba victoria a media mañana: "Sabíamos que los militares estaban con nosotros". Vargas y el abogado Carlos Solórzano, ex presidente de la Corte Suprema de Justicia y los dos coroneles dirigen la junta de salvación nacional.
 
 

El amotinamiento se produjo 11 días después de que el presidente Mahuad anunciara la dolarización de la economía, el cambio fijo de la moneda nacional, 25.000 sucres por un dólar, la congelación de los depósitos bancarios y un paquete de leyes para desarrollar el polémico modelo económico impuesto por las circunstancias y una espectacular fuga de capitales. La medida, efectuada a la desesperada, trata de atajar una devaluación que en los 15 meses de su Gobierno fue superior al 200%, redujo alarmantemente la capacidad adquisitiva de los ecuatorianos y acentuó la pobreza. 

GENERAL PACO MONCAYO • EX JEFE DE LAS FUERZAS ARMADAS
 
 

"Igual asoma un Chávez" 
JUAN JESÚS AZNÁREZ
Paco Moncayo.
El general Paco Moncayo, de 60 años, apoya las movilizaciones indígenas para derrocar al presidente ecuatoriano, Jamil Mahuad, porque la paciencia de los ecuatorianos, afirma, tiene un límite. Horas antes del intento de golpe que ayer sacudía a Ecuador, este general analizaba en esta entrevista a EL PAÍS la situación, y no descartaba una salida "a la venezolana". No es un militar cualquiera. Condujo la guerra fronteriza de la cordillera del Cóndor contra Perú (1995) desde su condición de jefe de las Fuerzas Armadas, dispuso de todo el poder en Ecuador durante la crisis de los tres presidentes (1977) y hace dos años entró en política. Es diputado por el partido socialdemócrata Izquierda Democrática.
 
 

Pregunta. La dolarización de la economía ha creado expectativas de estabilidad en la sociedad.
 
 

Respuesta. Hay expectativas porque nadie sabe lo que es la dolarización, pero aquí va a haber una pedagogía de estómagos vacíos. Los precios se han triplicado y los salarios se han deprimido.
 
 

¿Por qué comenzó la crisis?

Porque no ha habido ningún plan institucional de Gobierno para manejar la economía. ¿Cómo se pudo dar 700 millones de dólares a un solo banco? Pues porque es negocio dar cinco millones para la campaña electoral de Mahuad y recibir 700. El presidente favorece a los que financiaron su campaña y destruyeron la economía nacional. El presidente y la derecha ecuatoriana han hecho horrores. Han congelado la plata (dinero) de todos los ecuatorianos. Eso es un robo de Estado. Les ha robado la plata a viudas, a pensionistas, a jubilados, y se lo dan a los banqueros.
 
 

La sociedad, sin embargo, no se ha movilizado masivamente contra el Gobierno.

La gente se desmovilizó desde lo que pasó con Bucaram. Se levantó de manera unánime para botarlo [expulsarle] y después pusieron a Alarcón [Fabián Alarcón, presidente en 1997]. El pueblo dice entonces: hemos echado a un presidente legitimado por la elección popular para poner un político de condiciones idénticas o peores, el político menos confiable de este país. El pueblo se desilusiona. A veces no entiendo al pueblo ecuatoriano, créame, cualquier otro país se hubiera insurreccionado.
 
 

Algunos adivinan en sus movimientos intenciones golpistas.

Si yo hubiera querido tenía todo el poder en mis manos dos o tres veces y nunca lo quise tomar porque yo soy un demócrata. Si les he dicho que los conspiradores son ellos mismos, conspiran en contra de la paz social y la estabilidad económica y el bienestar de los ecuatorianos. Los golpistas son ellos. Somos demócratas, pero la democracia no implica dejarse latiguear.
 
 

¿Los están azotando?

Aquí no hay democracia, hay una formalidad democrática Yo le doy otro calificativo: una corruptocracia.
 
 

Pero hay un Congreso, una oposición parlamentaria.

Un sistema electoral vicioso no representa auténticamente en el Parlamento a la sociedad. Si (denunciar) esto es ser conspirador hay que conspirar contra un sistema como éste. Si contra eso hay que insurreccionarse, pues hay que insurreccionarse.
 
 

¿Qué forma debe revestir esa insurrección?

Hay que buscar todos los mecanismos que la propia democracia concede. No estamos hablando de insurreccionarnos contra la democracia, sino para tener democracia. Eso es legítimo.
 
 

¿Cómo observan las Fuerzas Armadas el desarrollo de la crisis?

Sienten los mismos efectos porque la mayor parte de ellos, si no la totalidad, son de clase media-baja. La mayor parte de nosotros somos hijos de maestros, de funcionarios públicos.
 
 

De hecho sostienen el Gobierno, muy a su pesar según usted.

Así es, pero a lo mejor todo puede tener un límite. Quién nos dice si por ahí asoma un teniente coronel Chávez. 

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