El socialista Lagos
gana las elecciones en Chile y promete un país nuevo y unido
La multitud celebra el triunfo pidiendo que se enjuicie a Pinochet
ANTONIO CAÑO / FRANCESC RELEA, Santiago
Un socialista vuelve a ocupar el palacio de La Moneda 27 años
después de que Salvador Allende fuese derrocado y muerto por un
golpe militar. Ricardo Lagos ganó ayer la segunda vuelta de las
elecciones presidenciales en Chile por más de 180.000 votos de ventaja
sobre su contrincante de la derecha, Joaquín Lavín.
Lagos saluda a María Estela León,
esposa de Lavín
(izqda), mientras que el candidato de la derecha
felicita a Luisa Durán, esposa de Lagos (Ap).
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Lagos ha obtenido una mayoría más amplia de lo esperado y
suficiente para gobernar los próximos seis años. Lagos habló
anoche de un país "nuevo y unido" y de una sociedad basada en el
respeto de los derechos humanos. La victoria de Lagos constituye un paso
histórico en la transición democrática chilena, que
todavía tendrá que pasar la página de la dictadura
cuando Augusto Pinochet regrese a Santiago, quizá esta misma semana.
La multitud que celebró la victoria de Lagos anoche lo interrumpió
en varias ocasiones al grito de "¡Juicio a Pinochet!".
Con cerca del 100% de las mesas escrutadas, Lagos obtenía el
51,32% de los más de siete millones de votos válidos, mientras
que Lavín se quedaba en el 48,68%. El resultado es más holgado
que el registrado en la primera vuelta, el 12 de diciembre, cuando Lagos
aventajó a Lavín por 31.000 votos. Lagos asumirá el
cargo el 11 de marzo de manos de Eduardo Frei, el hijo del presidente democristiano
del mismo nombre que le entregó la banda presidencial a Allende
en 1971.
Las primeras palabras de Ricardo Lagos en su discurso de victoria fueron
para agradecer la presencia allí de Hortensia Bussi, la viuda de
Allende, a la que mencionó como "representante de la dignidad de
Chile". En medio de su discurso, Lagos fue interrumpido por la multitud
que le escuchaba con gritos de "¡Juicio a Pinochet! ¡Juicio
a Pinochet!", a lo que Lagos respondió: "Los juicios los resuelven
los tribunales, y haré respetar las decisiones de la justicia".
La reacción anoche en las calles de Santiago era de tranquilidad.
Al margen de pequeños incidentes achacables a la presencia de decenas
de miles de personas en las calles, no se informó de sucesos destacables
de violencia. Miles de seguidores de Lagos se concentraron pacíficamente
para celebrar su triunfo en la plaza de la Constitución, frente
a La Moneda, protegida por un cordón de policías.
"Entramos al siglo XXI con un sentido de unión y de tarea compartida,
con el propósito también de resolver los dolores que quedan
del siglo que se va", dijo Lagos a los miles de simpatizantes congregados.
Prometió "defender los derechos humanos como base de nuestra convivencia
organizada". Y añadió: "No me olvidaré del pasado,
pero mis ojos están puestos en el futuro".
El presidente electo de Chile invitó a sus hasta ahora rivales
a "construir el país nuevo que nos han encargado". Precisamente,
el candidato derrotado, un antiguo pinochetista que ha prometido un proceso
de renovación de la derecha chilena, acudió sólo dos
horas después del cierre de los colegios al cuartel general de la
campaña de Lagos para abrazarse a su contrincante ante las miradas
de miles de militantes socialistas y de las cámaras de la televisión.
Los ritos de la democracia se cumplían sin mayores percances, pero
el abrazo de Lavín, de 46 años, y Lagos, de 61, marca por
sí mismo un hecho insólito de reconciliación en la
historia de Chile.
El voto es obligatorio en Chile, pero eso no es suficiente para explicar
la mayor afluencia a las urnas en la jornada de ayer respecto a la primera
vuelta. Chile fue consciente de la trascendencia de estas elecciones y,
en pleno fin de semana de vacaciones veraniegas, los votantes se precipitaron
a los centros de escrutinio para emitir su veredicto.
Ambos candidatos aumentaron el número de votos respecto a los
de la anterior jornada electoral, pero fue Lagos el que se vio más
beneficiado. Probablemente, los cerca de 250.000 votos que el mes pasado
cayeron del lado del Partido Comunista, han jugado ahora un papel fundamental
a favor del candidato socialista. Los analistas han detectado también
un incremento de participación en las urnas de las mujeres, que
votan por separado, y que ahora lo hicieron de manera más generosa
por el aspirante del Gobierno en los barrios populares.
Con un apreciable giro en su campaña para la segunda vuelta,
Lagos consiguió también acentuar su imagen centrista, para
lo que quizá pudo verse favorecido en el último momento por
el anuncio del próximo retorno de Pinochet, que el Gobierno valoró
como un éxito de su estrategia de defensa de la soberanía
nacional. Pero, probablemente, fue más significativo en la recta
final de la campaña la movilización del voto del miedo frente
al avance de la derecha, que acabó pareciendo incontenible.
Pese a su derrota, Joaquín Lavín obtuvo una votación
que hubiera sido impredecible hace sólo unos meses. El joven miembro
del Opus Dei y antiguo alcalde del distrito más rico de Santiago
llevó a la derecha a las puertas del Gobierno, a las que seguramente
llamará con fuerza dentro de seis años. Lavín superó
la votación obtenida por Pinochet en el referéndum de 1988
y consumó la incorporación en el sistema democrático
de una derecha nacida en la dictadura.
Lavín se puede considerar un triunfador de este proceso electoral.
Así lo hizo anoche en su mensaje de aceptación de la derrota.
"Creo que no podemos estar tristes", dijo a sus seguidores. "Hemos tenido
una votación espectacular. Hicimos una gran campaña. Creo
que nuestra campaña ayudó a que esta fuera la elección
más pacífica y al reencuentro entre los chilenos". El candidato
derechista aseguró que estas elecciones han hecho verdad "el sueño
de un país distinto, sin divisiones políticas", y se puso
a disposición de Ricardo Lagos "para trabajar por la unidad de los
chilenos".
Al nuevo presidente le queda una tarea ingente por hacer. Está
pendiente en Chile una reforma política que permita la democratización
del Senado; debe asumir el mando sobre las Fuerzas Armadas, para lo que
necesita recuperar el poder de nombrar a los máximos jefes militares,
y tendrá que afrontar varias reformas legislativas. Pero para poder
hacerlo será indispensable contar el respaldo de la derecha.
Pelea voto a voto
F.R, Santiago
Será una pelea voto a voto, habían vaticinado los dos
candidatos. Ricardo Lagos y Joaquín Lavín llegaron a las
urnas en una situación de empate técnico, lo que provocó
que los dos comandos de campaña y el Gobierno organizaran una movilización
de medios y gentes sin precedentes para lograr el voto de abstencionistas
e indecisos.
En Chile no existe el voto por correo, por lo no se escatimaron esfuerzos
para el traslado de aquellos chilenos residentes en el exterior -se fletó
un avión desde España y varios autocares en Argentina- y
de los que viven en Chile lejos de su ciudad. La oposición acusó
a las autoridades de inducir el voto al facilitar el transporte de votantes.
Los nervios entre los dos representantes de las dos candidaturas estaban
a flor de piel. No faltaron anécdotas, como la registrada en un
colegio electoral en el que la votación estuvo paralizada durante
media hora. Ante la presencia de una mujer analfabeta que no estaba en
condiciones de leer las papeletas, la presidenta de mesa le preguntó
en voz alta por su preferencia electoral. Lagos, contestó la señora.
La apoderada de la candidatura de Lavín trató de impugnar
el voto
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