Panamá, en vías de descolonización
El país centroamericano recupera el martes el
canal y la posibilidad de superar una historia marcada por su dependencia
de Estados Unidos
JUAN JESÚS AZNÁREZ
Panamá, que fue provincia colombiana, recupera el martes el
canal de 76 kilómetros al que debe su independencia y la posibilidad
de superar una historia marcada por su dependencia de Estados Unidos, tres
caudillos populistas y turbulentos episodios nacionales. Promociones enteras
de espías, politicastros, banqueros o militares adictos a la intriga,
la parranda y el dinero fácil labraron su crónica negra.
Ha transitado desde 1903 atrapado por la subordinación a la metrópoli,
una identidad frágil, el sombrero panamá, el cruce de maletines
entre guerrilleros, políticos y militares, y su valor estratégico
en el istmo de América.
Varios presidentes norteamericanos, Teodore Roosevelt el primero, y
los próceres nacionales Arnulfo Arias, de quien es viuda la actual
presidenta de Panamá, Mireya Moscoso, y los generales Omar Torrijos
y Manuel Antonio Noriega imperaron en este cruce de barcos e intereses.
Invadido por EE UU en 1989 para capturar al dictador Noriega, fue trampolín
a su vez de otras intervenciones yanquis en la América Central y
el Caribe escorada a la izquierda durante los decenios de hegemonía
de los regímenes militares y la "amenaza comunista". Panamá
ha sido singular, pero compartió con sus vecinos la pobreza, el
subdesarrollo y la fuerte penetración de la superpotencia del Norte,
indeseable para muchos y querida por los que reciben de ella dólares
y estabilidad.
"El canal pasa a ser nuestro, los militares norteamericanos se van y
Panamá recobra su integridad territorial y política. Llega
a un nivel de soberanía que no había tenido nunca", declara
a este diario Nils Castro, secretario de Asuntos Internacionales del Partido
Revolucionario Democrático (PRD), el partido fundado por Torrijos.
La nación creada por conquistadores españoles, pioneros
neoyorquinos o braceros antillanos, griegos o chinos, habitada ahora por
dos millones y medio de personas, fue el primer cuartel y centro de espionaje
de EEUU en Latinoamérica, y asentadero ex oficio de todas
las guerrillas y servicios de inteligencia del mundo. Cuba lo utilizó
para abastecerse y conspirar, y Estados Unidos para saber cómo y
con quién lo hacía, y empresas de Al Fatá y de Israel
coexisten hoy en la zona franca de Colón.
La devolución del canal que enlaza el Pacífico con el
Atlántico, en virtud del cumplimiento de los tratados fimados por
Torrijos y el presidente James Carter en 1977, revertirá una peripecia
nacional que inspiró a los escritores de ficción durante
la guerra fría y fue más azarosa después del derrumbe
de la URSS.
El Gobierno de Mireya Moscoso, perteneciente al conservador arnulfismo,
enfrió la relación con Cuba y ha prometido modernizar Panamá.
Al mismo tiempo proseguirá la limpieza de una banca que lavó
a espuertas dinero del narcotráfico, y, por otra parte, pretende
forjar una relación política y militar con EEUU más
equilibrada.
Los incidentes en la provincia del Darién, fronteriza con Colombia,
las incursiones paramilitares y guerrilleras colombianas en esa esquina
pantanosa que alberga a sólo el 5% de la población total
panameña, no han sido graves pero ocurren en una nación sin
ejército desde 1989. Probablemente, facilitarán algún
nuevo acuerdo militar con Estados Unidos. "Los incidentes lanzan el mensaje
de que Panamá necesita protección y son aprovechados por
los republicanos para arremeter contra los demócratas por haber
devuelto el canal", señalan fuentes diplomáticas.
No ha sido fácil para EE UU su salida de Panamá, y muchos
en el Congreso del norte aún la protestan. Afirman que los centroamericanos
no están preparados para administrar el canal, ni para enfrentar
las amenazas terroristas, narcotraficantes o colombianas. El radicalismo
ultra argumenta que el comunismo chino podrá atacar EE UU con misiles
valiéndose de una empresa de Hong Kong que operará dos terminales
portuarias de una vía que Washington podrá ocupar si unilateralmente
la observa en peligro, según establece el Tratado de Neutralidad.
Panamá seguirá siendo un centro financiero internacional
importante. Actualmente operan 104 bancos extranjeros y una docena de panameños.
Por Panamá no sólo pasan barcos. Se compran y se venden cargas
y barcos, se recambian tripulaciones, y se aseguran y reaseguran las operaciones
marítimas y de comercio. "Su mala fama respecto al lavado de capitales,
que lo hay y lo ha habido, no siempre está justificada", dicen fuentes
económicas. "El grueso de las operaciones es legítima pero
Panamá vive en una constante controversia y cruce de acusaciones
con el centro bancario de Miami, su competidor", señalan fuentes
económicas.
El narcotráfico es otra lacra. EE UU incluyó a Panamá
en la relación de rutas negras. Su canciller, José
Miguel Alemán, protesta. "Tenemos una legislación mucho más
estricta que Estados Unidos". Pero el trasiego mercantil, bancario y de
personas y contenedores, y el dinero, es mucho en el istmo y en ese tumulto
los capos burlan la legislación y encuentran paso franco
para sus alijos.
La presidenta Moscoso arrancó su administración atemperando
el perfil neoliberal del Gobierno de Ernesto Pérez Balladares, del
PRD, a quien EE UU retiró el visado por su supuesta vinculación
con el tráfico de visados a ciudadanos chinos. Moscoso subió
aranceles hasta el límite permitido por la Organización Mundial
de Comercio (OMC) y no acaba de cuajar un prograna económico claro.
Algo más deberá hacer para sacar de la pobreza a casi
la mitad de sus compatriotas. Margen político, de momento, lo tiene.
Su Ejecutivo iba a ser de cohabitación con el PRD porque este partido
ocupa 34 de los 71 escaños del Congreso. No lo es, sin embargo,
porque la viuda del caudillo Arias sedujo a varios diputados de grupos
menores y controla la Cámara de este pequeño país
en vías de descolonización.
Noriega como símbolo
La memoria de Panamá distinguirá siempre a Omar Torrijos
y Arnulfo Arias, acérrimos adversarios en vida, caudillos de controvertida
trayectoria y obras -el primero derrocó al segundo en 1968-, pero
cuyo liderazgo social fue notable. Menos honroso es el espacio reservado
para el general Manuel Antonio Noriega, encarcelado en EE UU con cargos
de narcotráfico desde su detención y traslado en grilletes.
Estigmatizado incluso entre quienes le secundaron, parece condenado a su
exhibición pública como símbolo de uno de los periodos
nacionales más corrompidos.
José Blandón, que fue su cónsul en Nueva York en
fechas previas a la invasión de 1989, declaró por entonces
ante una subcomisión del Senado norteamericano que el jefe de las
desaparecidas Fuerzas de Defensa era dueño de una decena de fincas
en Panamá y en Francia, de una flotilla de automóviles BMW,
varios helicópteros y aviones y su fortuna personal ascendía
a cerca de 1.000 millones de dólares. Durante el control político
y militar de un dictador que cobraba una millonada de la CIA, y conspiraba
al tiempo con los cubanos, prosperó el narcotráfico, el blanqueo
de capitales y el envío de armas a la guerrilla, a los contras nicaragüenses
o al mejor postor.
Panamá se transformó en un avispero donde floreció
el blanqueo de capitales, la inestabilidad y una violenta división
social. Los jefes de las Fuerzas de Defensa, uno de los objetivos de la
invasión norteamericana, se hicieron ricos en una nación
cuyo PIB cayó 20 puntos. El boicoteo fiscal de la oposición,
integrada por el sector más pudiente, redujo los ingresos estatales
en casi un 30% y al menos huyeron de Panamá 7.000 millones de dólares.
Buena parte recaló en Miami.
Fueron años en que la CIA organizaba operaciones triangulares
desde Panamá, permitió el narcotráfico por América
Central buscando objetivos mayores y llegó a la conclusión
de que la utilidad de Noriega no compensaba sus desmanes ni la ampliación
de una crisis cuyo origen estaba en la progresiva descomposición
de la dictadura torrijista, de la que Noriega fue una de sus ovejas negras.
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