Pinochet regresa
a un nuevo Chile en el que sus aliados políticos le han vuelto la
espalda
El líder de la derecha marca distancias con el general y los
empresarios hacen negocios con España
F. RELEA, Santiago
Augusto Pinochet Ugarte regresa a un Chile distinto del que dejó
el 20 de septiembre de 1998, cuando emprendió vuelo a Londres. El
embajador extraordinario plenipotenciario que viajó en misión
especial del Gobierno chileno vuelve más anciano, más decrépito,
más enfermo y ampliamente derrotado después de haber recibido
la condena universal. "No puede llegar como un triunfalista", dijo ayer
el ministro de Asuntos Exteriores, Juan Gabriel Valdés. Nadie puede
negar que en los 503 días que Pinochet ha estado detenido su país
ha experimentado cambios judiciales y políticos.
Una manifestante anti-Pinochet ante la
lista de desaparecidos, ayer, en Inglaterra (Ap).
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Cada vez son más los sectores que quieren juzgar a los responsables
de violaciones de los derechos humanos con el ex dictador a la cabeza.
La influencia de Pinochet es más simbólica que real. Y la
derecha, su derecha, que disfrutó de todos los privilegios durante
y después de la dictadura, se ha distanciado del general hasta ofrecer
una imagen irreconocible.
Es en el plano judicial donde Pinochet encontrará más
cambios después de su prolongado arresto. Le esperan en su patria
nada menos que 60 querellas criminales que se han ido presentando en estos
meses ante los tribunales. Todas ellas persiguen un objetivo común:
juzgar al exdictador por graves crímenes. Además, un total
de 54 militares retirados y en activo, entre los que hay cinco generales,
están procesados por la justicia civil por diferentes casos de violaciones
de derechos humanos.
Un sector cada vez más significativo de la judicatura está
decidido a investigar los crímenes perpetrados durante la dictadura,
aunque estén amparados por el decreto-ley de amnistía que
hizo aprobar Pinochet. Estos magistrados están empeñados
en limpiar la imagen del poder judicial, muy dañada por su compromiso
con el régimen militar. El cambio de actitud ha llegado hasta la
Corte Suprema, que ha empezado a avalar la idea de que no se pueden amnistiar
aquellos casos en los que no aparece el cuerpo de la víctima.
Es decir, la desaparición de personas es un delito permanente
que no prescribe. El tema no es menor, ya que sienta una nueva jurisprudencia,
que podría llevar al banquillo a un elevado número de militares.
Veintiséis años después del golpe, la lucha de los
familiares de las víctimas de la represión se resume en dos
palabras: verdad y justicia. Verdad para esclarecer el paradero de los
desaparecidos y justicia para castigar a los responsables.
"¡Ni hipnotizados! Olvídese, los militares no hablarán",
afirma un general muy vinculado con Pinochet. Como militar está
convencido de que ningún compañero de armas, retirado o en
activo, dará nunca una pista sobre el destino de los desaparecidos.
"La desconfianza entre los dos bandos es de tal grado que habría
que levantar un monumento a quien consiga romperla", afirma.
Pero este muro infranqueable ha empezado a resquebrajarse con la llamada
Mesa de Diálogo, puesta en pie por el ministro de Defensa, Edmundo
Pérez Yoma, en agosto pasado, y que reunió por primera vez,
frente a frente, a una amplia representación de las víctimas
y de los victimarios. El foro ha tenido ausencias notables, como las agrupaciones
de familiares de detenidos-desaparecidos, pero se trata de una iniciativa
que habría sido impracticable con Pinochet en Chile y que ha abierto
un resquicio.
Viejos fantasmas
En el ámbito político, al general golpista se le aparecerán
viejos fantasmas, si su mente todavía lo permite, el próximo
11 de marzo, cuando Ricardo Lagos entre en el palacio de La Moneda como
presidente de la República. El mismo palacio que Pinochet ordenó
bombardear el 11 de septiembre de 1973 para derrocar al presidente socialista
Salvador Allende, del mismo color político que Lagos.
Y no sólo eso. Comprobará también que los políticos
de la derecha que le rendían pleitesía ya no quieren saber
nada de él, porque comprobaron que pregonar el pinochetismo no aporta
réditos políticos. El mejor ejemplo de la transformación
de la derecha -para muchos, un simple cambio de careta- lo dio Joaquín
Lavín, el candidato de la derecha pinochetista, que estuvo a punto
de ganar las elecciones presidenciales. El delfín de Pinochet
se despegó del anciano general para no hipotecar su futuro político.
La derecha chilena sigue siendo tan reaccionaria como antes de la detención
de Pinochet, pero ha comprobado que electoralmente el general es una pesada
carga. Los líderes más intransigentes todavía expresan
en público su fidelidad al dictador, pero con la boca pequeña.
En una situación similar se encuentra la mayor parte del empresariado.
A pesar de su rechazo casi unánime a la detención de Pinochet,
ninguno de ellos dejó de hacer negocios con empresas españolas
o británicas, aunque no faltaron las presiones y amenazas. Es más,
las inversiones, especialmente españolas, no disminuyeron y el comercio
bilateral no sufrió ningún impacto atribuible al caso
Pinochet, que ayer llegó a su fin.
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