El País Digital
Domingo 
26 diciembre 
1999 - Nº 1332
INTERNACIONAL
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El golpista Ríos Montt sigue controlando Guatemala 

El general, acusado de genocidio, no podrá ocupar la jefatura del Estado aunque su partido gane las elecciones 

MAITE RICO , Guatemala 
Efraín Ríos Montt da un mitin en San Cristóbal
Verapaz, a 210 kilómetros de Guatemala (Ap).
Las organizaciones de derechos humanos lo aborrecen. Pero muchos de sus compatriotas lo veneran. El general Efraín Ríos Montt emerge como el dirigente más popular en el proceso electoral que este domingo culmina en Guatemala, el primero desde que el país puso fin, en diciembre de 1996, a tres décadas de guerra civil. Los flamantes comicios de la paz han reivindicado la figura de este militar mesiánico y controvertido que gobernó entre 1982 y 1983, tras un golpe de Estado, y que está acusado de actos de genocidio. Indígenas y ladinos, de clase media y pelados, analfabetos e intelectuales de renombre han puesto en manos del Frente Republicano Guatemalteco (FRG), fundado por el general golpista, los destinos de la complicada transición democrática.
 
 

"El fin último de la política es el ser humano. Usted es quien elige, quien paga, quien manda". Su dedo índice acompaña la cadencia de las frases. Su mirada penetrante recorre aquellos miles de rostros extasiados. Su voz recia habla de justicia social, de reconciliación, de la ley de Dios.
 
 

El general Efraín Ríos Montt electriza a la gente. La escena se ha repetido por todos los rincones de Guatemala durante la campaña electoral. La votación de que el domingo ratificará, dicen las encuestas, el triunfo logrado en primera vuelta por el FRG, que ya controla la mayoría del Congreso y de los ayuntamientos, y que a partir de mañana tendrá también la presidencia del país. El general no puede ocupar el cargo, por su condición de ex golpista. Él asegura que, a sus 73 años, le basta y le sobra su escaño de diputado. Si lo desea, presidirá el Congreso. La jefatura del Estado la asumirá su delfín, Alfonso Portillo.
 
 

Poder en la sombra
 
 

La población cree que Ríos Montt será el poder en la sombra, pero el joven Portillo, un abogado de formación marxista, insiste en que él tiene su propio equipo. Los analistas vaticinan unas relaciones tormentosas con su mentor.
 
 

De momento, Ríos Montt saborea la revancha. Las acusaciones en su contra no han hecho mella en los votantes. Según el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, el general intensificó las matanzas de población indígena (alrededor de 300 muertes le adjudica el Arzobispado de Guatemala) en la guerra contra la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).
 
 

Lo paradójico, y que ha hecho enmudecer a la izquierda, es que buena parte del caudal de los 900.000 votos conseguidos por Ríos Montt procede de las regiones mayas del norte y del occidente, las más castigadas por la guerra y la represión.
 
 

"¿Son los indígenas capaces de simpatizar con quien habría masacrado a sus familias? ¿Es falta de memoria histórica? ¿Insolidaridad con sus hermanos? ¿Acaso no fueron ellos los mejores testigos de lo que sucedió?", se preguntaba el propio militar en un artículo publicado en la prensa local.
 
 

"Un análisis de los resultados quizá sea ilustrativo para mis detractores, quienes, por no aceptar la opinión de los guatemaltecos, tendrán que inventar nuevos sofismas", respondía el general a sus propias preguntas.
 
 

El respaldo electoral, el reconocimiento que le otorgan las encuestas y recientes trabajos de investigación histórica han abierto un debate en Guatemala y están obligando a la revisión de la leyenda negra de Ríos Montt, cuya trayectoria es bastante más compleja de lo que cabría esperar de un carnicero con galones. El general simboliza el arquetipo de militar pundonoroso. Pero además siempre mostró un talante aperturista que lo llevó, por ejemplo, a modernizar los planes de estudios de la academia castrense.
 
 

Su prestigio dentro del Ejército y su imagen progresista lo convirtieron en el candidato presidencial de la coalición de la Democracia Cristiana y la izquierda en 1974. Ríos Montt ganó las elecciones, pero el general derechista Carlos Arana organizó un fraude e instaló a su propio candidato.
 
 

La agregaduría militar en España sirvió para alejar a Ríos Montt del país. Su compañero de equipo, el socialdemócrata Alberto Fuentes Mohr, fue asesinado en 1979.
 
 

Un grupo de oficiales le sacó del ostracismo ocho años más tarde. La guerrilla se había fortalecido considerablemente y los extremos de barbarie del Gobierno del general Romeo Lucas García empezaban a desmoralizar a algunos sectores del Ejército.
 
 

Fueron ellos quienes planearon un golpe de Estado y ofrecieron a Ríos Montt la presidencia del país, que asumió de marzo de 1982 a agosto de 1983.
 
 

"Ríos Montt introdujo un viraje sustancial en la guerra, en el patrón de conducta que se había mantenido hasta entonces", afirma el coronel Otto Noack, que el año pasado fue arrestado por pedir públicamente que el Ejército reconociera los abusos cometidos. "No lo defiendo, pero lo cierto es que muchas de las cosas que se le achacan a él ocurrieron en el periodo previo", añade.
 
 

Un informe del relator de la ONU para los derechos humanos en Guatemala, en 1983, deja constancia de este giro, pero indica que no todo el Ejército cambió de inmediato sus tácticas. La violencia urbana disminuyó sustancialmente. En el campo, las políticas de fusiles y frijoles y de tierra, tortilla y trabajo combinaron el apoyo a las poblaciones indígenas con el reclutamiento forzoso.
 
 

Para los organismos de derechos humanos, el general militarizó a la sociedad civil y la involucró en la represión.
 
 

"La población indígena que vivió los horrores del conflicto tiene otra percepción", dice el analista político Héctor Rosada. "Ellos estaban en medio de un fuego cruzado, y el golpe de 1982 acabó con eso. No detuvo la escalada de la guerra, pero las comunidades se sienten a salvo. Ven en Ríos Montt a su defensor".
 
 

Esto explica, a su juicio, el respaldo que el general cosecha en estas regiones mayas, donde los miembros de las antiguas patrullas de autodefensa civil se han constituido en una formidable maquinaria electoral.
 
 

"La culpabilidad de las matanzas está muy repartida", añade el analista. "Las comunidades tienen facturas que cobrar a la guerrilla, a la que responsabilizan de haberlas arrastrado a la guerra para después abandonarlas a merced de la represión".
 
 

En el ámbito político, el general militarizó la Administración pública. Pero al mismo tiempo promulgó la Ley del Tribunal Supremo Electoral, la de Partidos Políticos y la del Registro de Ciudadanos.
 
 

"Si en Europa dices que Ríos Montt impulsó la apertura democrática en Guatemala, te toman por loco", comenta un diplomático. "Pero así es".
 
 

Imagen distorsionada
 
 

La imagen del militar ha sido distorsionada, afirma Manfredo Marroquín, director de Acción Ciudadana, una organización dedicada a fomentar la participación social en la vida política guatemalteca. "Ríos Montt siempre tuvo una visión progresista, con preocupaciones sociales. Ésa ha sido su trayectoria durante 25 años. Pero la izquierda lo convirtió en el símbolo de la represión, porque en su mandato se produjo la derrota estratégica y militar de la guerrilla".
 
 

"¿Tiene responsabilidad?", se pregunta Marroquín. "Por supuesto. Él fue parte del aparato, pero también el empresariado. El problema es que ha habido una manipulación burda de la historia. Por eso, en el exterior no se comprende que la gente vote por él". 

Pastor de almas

En algo coinciden todos los que le conocen: Efraín Ríos Montt es un hombre indescifrable. Su sombrero blanco, a juego con el bigote, le da un aire de abuelo afable. Además de militar y político, ejerce de pastor de almas.
 
 

Desde que en los años setenta abrazó la Iglesia del Verbo, uno de los más de treinta grupos evangélicos arraigados en Guatemala, el general no ha dejado de predicar. Incluso siendo presidente, en 1982, daba sermones semanales bajo una carpa verde instalada en el paseo de la Reforma.
 
 

Sus mítines políticos de campaña han estado salpicados de joviales reproches a "los comportamientos pecaminosos". Los alcaldes y diputados que le respaldan, surgidos de estos comicios, escucharon, algo sorprendidos, sus recomendaciones en un reciente encuentro: "Báñense todos los días, pues dentro de poco serán dignatarios de la nación".
 
 

Y siguió: "Tienen que tener cuidado al contratar a sus secretarias, para que no sean tan bonitas que los hagan caer en la tentación". Y aún remató: "El que tenga dos mujeres, que deje una. Además hay que evitar convertirse en aquellos sucios que prefieren que les hagan cosas por detrás y no por donde debe ser, pues eso es amoral".
 
 

Más de un columnista se preguntó, y no era la primera vez que lo hacía, si el general estaba en sus cabales.
 
 

"Toda la vida fue así", recuerda un oficial que era cadete de la Escuela Politécnica cuando Ríos Montt asumió la dirección de la institución, a finales de los años sesenta.
 
 

"Sus tres principios eran no mentir, no robar y no engañar", añade. "Se preocupaba por nuestra formación intelectual e insistía en que fuéramos a la Universidad. Cada vez que salíamos de permiso nos decía: "Ustedes, cabrones, nada de comer y nada de dormir, que ya bastante comen y duermen aquí. En sus casas barran, trapeen, vayan a la compra, ayuden a sus familias". En un país machista como éste, mi madre le echaba bendiciones. Y nosotros lo apreciábamos, aunque a veces no le entendíamos".
 
 

"Mal que le pese a mucha gente, Ríos Montt es el político más influyente en Guatemala durante la segunda mitad de siglo", dice Juan Luis Font, director de El Periódico.
 
 

Manfredo Marroquín, director de una asociación que intenta fomentar la participación ciudadana, va más allá: "En el supuesto, para mí más que dudoso, de que el FRG haga una buena gestión, tendremos al viejo consolidado como héroe nacional". 
 

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