![]() Martes 15 febrero 2000 - Nº 1383 |
ESPAÑA
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España fue durante años el país europeo de mayores tasas de fecundidad y hoy se encuentra en el último lugar del mundo, con una media de 1,07 hijos por mujer en edad fértil. Ni las predicciones más pesimistas lo auguraban. En 1998 nacieron 361.930 españoles, casi la mitad de los 663.667 registrados 20 años atrás. Y esa curva descendente cae en picado desde 1970, sin poder garantizar siquiera la tasa de reposición generacional, de 2,1 hijos por mujer fértil. Es un debate común a toda Europa, sobre el que se pronuncian en estas páginas dos familias (una, numerosa; la otra, con dos hijos) y los partidos políticos principales. JUAN G. BEDOYA, Madrid
"Nosotros tenemos el deporte de la tertulia", dice Alberto Echegaray,
un perito tasador de seguros de 52 años. Su mujer, Isabel Maldonado,
arqueóloga, es funcionaria y trabaja en el Inserso. Cuando se casaron,
él tenía 37 años, y ella, 29. "Si me dicen entonces
que iba a tener nueve hijos, no me caso", dice, entre risas, Isabel. Alberto,
sin embargo, siempre soñó con una familia numerosa, un deseo
que relaciona con su infancia al lado de otros 10 hermanos. El matrimonio,
uno de los 1.700.000 que en España tienen familia numerosa, vivía
en Madrid, pero tuvo que abandonar su piso de 100 metros cuadrados por
una casa mayor en Pozuelo, uno de los municipios que rodean la capital.
La hora de acostarse toca a las diez de la noche. Los padres han tenido
visita y los chicos aprovechan para arrebatarles algunos minutos de jolgorio.
La escena tiene 11 protagonistas principales y, en cada ángulo del
salón, resulta entrañable. Las televisiones que compiten
estos días con culebrones sobre personas encerradas en casas de
cristal acapararían las audiencias si pudieran entrar en este salón.
Son cinco niñas y cuatro chicos los que esta noche, uno tras
otro o varios a la vez, quieren hacerse oír por los padres. Pero
la orden es firme: todos a la cama. Y Álvaro, de año y medio,
frágil pero firme en el andar, se esconde; Pilar, de tres, persiste
con sus graciosas exhibiciones de trapecista; Almudena, de 11, no para
de hacer preguntas, y los chicos Alberto, Claudio y José María
inventan razones para quedarse a jugar otro rato.
Por la mañana, el ajetreo no es menor, cuenta Isabel, que acaba
de ser elegida vicepresidenta de la Federación Española de
Familias Numerosas. Ella les lleva y les trae al colegio a Madrid en la
famosa furgo, y los ocho, incluida la pequeña Pilar, suben
al microbús familiar de segunda mano llevando en la mochila una
tartera con la comida. La cartera no alcanza para el almuerzo del colegio.
"Cuando nació Isabel, mi primera hija, yo no sabía ni
bañarla. Tenía que venir Alberto a ayudarme, y era como una
ceremonia", cuenta la madre. Ahora, con ocho hijos más, todo le
parece más fácil. El secreto es la organización. Y
el preocuparse sólo por lo fundamental. "Si una mañana me
llega alguno a la furgo sin abrigo o sin camiseta, no pasa nada.
Lo importante es que estén los ocho, y con sus mochilas. Están
sanos, inmunizados", dice, orgullosa, Isabel. "Menos con los dientes, y
en eso se parecen a mí", precisa el padre.
Alberto Echegaray pone así, sobre la mesa, el tema de las ayudas
del Estado a las familias numerosas. ¡Dentista gratis, para empezar!
"No digo que atiendan cosas de estética, pero la boca es un problema
de salud, e imagínate qué dineral", dice la madre. El matrimonio
pide una nueva ley de familias numerosas y medidas de ayuda muy concretas.
Y pone a Francia como ejemplo. Pero los dos, que son creyentes católicos,
coinciden en que el problema, "más que económico, es de mentalidad."
En la otra esquina
El matrimonio Crespo-González se encuentra en la otra esquina
de los índices de natalidad, la de los 12 millones de hogares con
sólo uno o dos hijos. Ella, Concepción González Toribio,
nació en 1953 en Puentenansa, en las montañas de Cantabria,
se casó por la Iglesia a los 20 años y tuvo una hija que
ya cumplió los 25 y que trabaja en Alemania como ingeniera técnica
industrial. Él, Juan José Crespo, es de Los Corrales de Buelna,
tiene 50 años y es empleado de banca en Torrelavega, una comarca
fabril meticulosamente maltratada por la crisis y las reconversiones.
Cuando se conocieron, Concepción ya estaba separada de su primer
marido y se ganaba la vida con sacrificio como dependienta de comercio.
Hace poco, a sus 47 años, terminó los estudios de auxiliar
de clínica y psiquiatría, y ahora prepara oposiciones.
Después de vivir juntos un par de años, decidieron casarse
por lo civil, en 1988, y tener un hijo, el primero para Juan José
Crespo. Se llama Pablo, tiene 9 años y cursa 4º de primaria
en el Fernando de los Ríos. "Un colegio público, por supuesto",
dice Crespo con orgullo por su elección y por el funcionamiento
del centro. Hace años militó con pasión en la izquierda,
pero ahora prefiere dedicar su tiempo a varias iniciativas culturales y
a escribir poesía o teatro, materias sobre las que ha publicado
algunos libros.
"Desde el principio quisimos tener sólo este hijo, pero nos preocupan los problemas demogáficos", dice el marido. Y lo confirma Concepción, que recita de memoria las últimas estadísticas de fertilidad en España. "Nosotros, con nuestros dos hijos, estamos por encima de la media nacional", afirma. También les inquieta que Pablo sienta el síndrome del hijo único, ahora que su hermana vive en Alemania. Cada sábado le envían a una reunión de chavales que organizan unos curas progres de la ciudad y en verano Pablo acude a campamentos infantiles. El PP adquiere en esta campaña "tres compromisos fundamentales"
para remediar el problema de la natalidad, con la vista puesta, de manera
especial, en la atención a la familia y, en concreto, a las familias
numerosas. En esa dirección, elaborará de "manera inmediata"
la Ley de Familias Numerosas, que sustituirá a la de 1971.
"Será una de las primeras medidas tras las elecciones, ganemos
o no", afirma un portavoz parlamentario. La ley de 1971 no se adecua al
momento y no admite modificaciones parciales, como hasta ahora, sino unos
planteamientos nuevos, afirma. El segundo compromiso es el aumento de las
prestaciones y ayudas a la familia, con una "reforma amplia de las medidas
fiscales de protección". Así, una trabajadora embarazada
y la empresa no cotizarían durante dos años a la Seguridad
Social.
El PP se compromete a impulsar "a lo grande" un plan de guarderías porque ahora la oferta es "muy escasa" y los precios, "elevados". Como las competencias en familia están transferidas a las regiones, el PP cree que, además de esa ley base, serán necesarios convenios de colaboración para extender ayudas que ahora son sólo municipales y que se pierden cuando el beneficiario viaja a otro lugar. PSOE / Una red de escuelas para 250.000 niños de 0 a 3 años Con la vista puesta en países europeos donde la natalidad aumenta "sólo cuando se tienen en cuenta las condiciones de vida de la pareja", el PSOE apuesta por "hacer compatible la actividad laboral y la vida familiar". Son necesarias, por tanto, "políticas para mejorar el bienestar y calidad de vida de las familias", de forma que "sus deseos de tener hijos puedan realizarse". Los socialistas se comprometen a poner en marcha "una red de escuelas infantiles que atienda a los niños de 0 a 3 años hasta cubrir las necesidades de 250.000 familias". Otras medidas son: ampliar las excedencias familiares; considerar como cotizados a la Seguridad Social los tres años de excedencia por cuidado de hijos; ampliar al 100% la prestación por baja laboral de la embarazada; reconocer el derecho a permiso por paternidad de cuatro semanas, adicionales a las 16 por maternidad, para su uso por el padre en caso de nacimiento o adopción de un hijo, y extender la red de servicios sociales y las actividades escolares extracurriculares en los colegios públicos, ampliando los horarios de oficinas de la Administración. Para promover los matrimonios, los socialistas llevarán
a cabo un plan para la vivienda joven y se comprometen a construir en la
legislatura 200.000 apartamentos en condiciones asequibles a sus ingresos.
Incluyen un amplio capítulo de ayudas fiscales y subvenciones.
IU / Estabilidad en el empleo para el repunte de la natalidad Izquierda Unida no está de acuerdo con "las políticas natalistas", pero sí con "medidas encaminadas a garantizar la libertad de elección de las mujeres en este ámbito, con una responsabilidad directa del Estado en cuanto a poner los medios y recursos necesarios para eliminar los obstáculos que impidan o dificulten su realización como ciudadanas, en lo cultural, lo social o lo laboral", dice su programa. Para IU, el dilema maternidad-control de la natalidad "está íntimamente ligado a la situación de dependencia o falta de autonomía de las mujeres, derivada en estos momentos, fundamentalmente, de las condiciones de precariedad en que se desenvuelve en el mercado laboral, junto a las cada día más absorbentes responsabilidades familiares que cargan sobre sus espaldas". Según IU, esa libertad de opción y un posible repunte
de la natalidad sólo será posible "con la estabilidad en
el empleo y un salario suficiente o la plena igualdad salarial y de acceso
a los sistemas de protección social, hoy restringida por la temporalidad
y el trabajo a tiempo parcial". El segundo punto del programa alude a "unos
servicios sociales públicos suficientes y eficientes, que garanticen
-más allá de las "responsabilidades compartidas"- la atención
a la infancia y a las personas mayores, enfermas o discapacitadas, "que
hoy recae sobre la familia y específicamente sobre las mujeres",
concluye Izquierda Unida.
CiU propone ayudas mensuales de 10.000 pesetas para guardería "La familia es la unidad básica de la sociedad y la mejor garantía de desarrollo y de bienestar de las personas. Más que un objeto de acción social, la familia es la protagonista destacada de la sociedad humanista y del futuro que queremos construir", afirma el programa electoral de Convergència i Unió. Para crear "un entorno favorable para la constitución y reforzamiento de la familia", la coalición nacionalista catalana propone aumentar la prestación de la Seguridad Social por hijo a cargo (ahora es de 48.420 pesetas anuales), y ampliar el número de familias que puedan acceder a esa ayuda; promover la implantación de una ayuda mensual de 10.000 pesetas para guardería o custodia de niños menores de tres años; ampliar la prestación económica por nacimiento de un hijo al segundo (en la actualidad es al tercer hijo), elevando el límite máximo de ingresos que dan derecho a esa prestación, y mejorar el marco fiscal de la familia, en especial para las familias numerosas, con hijos menores de tres años, con mayores de 65 años o discapacitados, y aquellas en las que un miembro de la unidad familiar deje de trabajar para cuidar a otro familiar. La articulación de esas ayudas CiU las remite a una reforma del impuesto de rendimiento de las personas físicas (IRPF). Los nacionalistas catalanes proponen también avanzar. J. G. B., Madrid
Los niños son un bien escaso en Europa, sobre todo en España
e Italia, los países con menor número de hijos por mujer.
En cambio, las tasas de fecundidad (entre 1,5 y 1,8 hijos por mujer) se
recuperan un poco en Dinamarca, Finlandia y Suecia, que marcaron sus mínimos
a finales de los años ochenta.
En un segundo grupo están Alemania y Austria, con tasas estancadas
desde hace 20 años después de un temprano baby boom.
Francia, Bélgica, Holanda, Reino Unido y Luxemburgo están
en una zona intermedia, mientras que los países del sur (Grecia,
Italia, Portugal y España) han sufrido una brusca caída,
con 1,1 y 1,4 hijos.
Hoy nacen sólo cuatro millones de europeos cada año, es
decir, una tasa de fecundidad de 1,44. Para asegurar el reemplazo de la
población se necesitaría una tasa de 2,1 hijos por mujer.
Ninguno de los Quince se acerca. La católica Irlanda, con 1,92 hijos,
es, con mucho, la primera del pelotón.
Claro que, a cambio de ser menos, los europeos vivirán más. En los últimos 50 años, la esperanza de vida en la UE ha aumentado en 10 años, 74 años de media para los hombre y 81 para las mujeres. Como se ve, la mujer vive como media siete años más que el hombre europeo. Suecas, españolas y francesas, con 82 años, encabezan la lista. J. G. B., Madrid
Un extremo o el otro. Frente a tasas de fecundidad de hasta cinco hijos
por mujer en edad fértil a finales del siglo XIX e índices
de 2,65 entre 1931 a 1936, los años de la II República, España
está ahora en tasas de 1,07, insuficientes para reponer las de mortalidad.
De forma que, apelando a Günter Grass, los españoles corren
el riesgo de extinguirse: dentro de 30 años, a este ritmo de decrecimiento,
habrá 10 millones menos de españoles. Y ello a pesar de la
deslumbrante tasa de esperanza de vida que disfrutan: 74,7 años
los hombres y 82 años las mujeres. En 1860, el español vivía
29,1 años de media y hubo que esperar a 1930 para que esa esperanza
de vida alcanzase los 50 años.
La alarma demográfica se produce, además, en un periodo
prolongado de tranquilidad civil. En la guerra de Cuba murieron 100.000
españoles, la gripe de 1918 provocó la muerte de 147.114
personas, y otras 25.000 perdieron la vida en las desastrosas campañas
bélicas de Marruecos, mientras que el golpe militar de 1936 y la
terrible dictadura posterior causaron una sangría demográfica
de casi un millón de personas entre muertos, desaparecidos y los
demócratas que tuvieron que abandonar el país para salvar
sus vidas. Pues bien, en esos años hubo entre 620.000 y 670.000
nacimientos anuales. Hoy nacen apenas la mitad y se han superado con creces
los pronósticos más pesimistas. Un informe de 1985 titulado
Estadísticas históricas de España. Siglos XIX-XX,
se sorprendía porque dos años antes, en 1983, sólo
hubieran nacido 500.000 españoles, "un mínimo que en estos
últimos 125 años sólo se había alcanzado en
1938 y 1939", se decía en el capítulo sobre natalidad y fecundidad.
No es la primera vez que el comportamiento reproductivo de los españoles
se separa sin contemplaciones del modelo europeo medio. Por ejemplo, el
descenso de la fecundidad se inicia en el Reino Unido y en los países
escandinavos en 1850-1860, mientras que en España esa tendencia
se retrasa hasta finales de ese siglo. Claro, que la diferencia también
se produjo en otros ámbitos de desarrollo social: en la España
de 1900 los maestros cobraban entre 75 y 250 pesetas anuales (menos de
lo que ganaba un obrero agrícola: de ahí la frase "pasas
más hambre que un maestro escuela"); el 67,8% de los españoles
era analfabeto, y sólo había 59 institutos de bachillerato
con apenas 28.000 alumnos y 10 distritos universitarios con 8.502 matriculados
(en este curso de 2000 hay 1.470.000 universitarios).
Otro asunto es cómo se hacen las cuentas. Desde que el conde
de Floridablanca ordenó realizar el primer padrón en 1775,
los censos de población en España no son precisamente dechados
de perfección, una incompetencia conocida pero no denunciada por
nadie hasta que, en 1906, el Instituto Geográfico hizo la brutal
advertencia de que la omisión de nacimientos en el Registro Civil
alcanzaba entonces nada menos que al 6% de los nacimientos reales. Eran
los españoles "perdidos", una categoría tan maltratada como
ahora los emigrantes que "no existen" porque no tienen papeles.
Lo malo es que aquella incompetencia ha devenido en picaresca: en el
padrón de 1991 se descubrió, mediante el censo posterior,
que ayuntamientos y autonomías habían inflado las cifras
hasta en 700.000 habitantes de más para obtener fondos del Estado
adicionales. Y, por hablar de ahora mismo, la Junta de Andalucía
-socialista- y el Gobierno central -PP-, se vienen tirando los trastos
del último censo a la cabeza porque Madrid, como se dice en provincias,
está empeñado en rebajar el número de andaluces para
reducir también el trasvase de recursos a Andalucía.
Conflictos políticos, se dirá. Los gobernantes de la Ilustración,
en cambio, aludirían a cuestiones de capacidad. Si "gobernar es
poblar", como argumentó un estadista argentino en 1853 (e inmediatamente
se abrieron las puertas de Argentina, cada año, a un cupo de 25.000
españoles), el control de la alarma demográfica tiene que
ver, sobre todo, con el desarrollo y el equilibrio territorial de un país,
y con las ayudas que una sociedad esté dispuesta a destinar para
políticas de natalidad que no son sólo premiar el nacimiento
de un tercer hijo, como ahora (una entrega única de 75.000 pesetas:
no alcanza ni para la cuna), sino medidas de apoyo a las familias numerosas
en fiscalidad, vivienda, guarderías y hasta en que esos padres no
guarden turno en determinados centros oficiales o comerciales, como ocurre
ya en algunos países de la UE.
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