El caudillo de dos siglos
Joaquín Balaguer, de 94 años, vuelve
a ser candidato en las presidenciales del martes en la República
Dominicana
J. J. AZNÁREZ / ENVIADO ESPECIAL ,
Santo Domingo
Joaquín Balaguer en un
acto oficial en 1996 (Reuters).
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Joaquín Balaguer, el candidato de 94 años a la presidencia
de la República Dominicana en las elecciones del martes, el zorro
más enigmático de América Latina, cuenta en sus memorias
que recibió de adolescente una escopeta de perdigones de regalo
y con ella segó la vida de un ruiseñor. Al caer el avecilla
a sus pies, sintió el reproche de la conciencia y desde ese día
nunca portó un arma. Probablemente jamás la haya empuñado,
pero, además de demócrata obligado por las circunstancias,
fue cómplice pasivo de las atrocidades cometidas por la dictadura
de Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961), en la que fue embajador,
ministro, vicepresidente y presidente pelele.
El contendiente que puede decidir el nombre del próximo jefe
de Gobierno de la isla antillana, caso de no imponerse él mismo
por octava vez, es un hombre excepcionalmente versado en el disimulo y
la supervivencia política, un tribuno populista y conservador al
que únicamente su sinuosa trayectoria define. Mario Vargas Llosa
lo entrevistó en tres ocasiones durante la investigación
para su novela La fiesta del Chivo y admitió su fracaso en
la disección del personaje, la perplejidad que le producía
la impenetrabilidad del hombre y del político. Otros lo habían
intentado casi medio siglo atrás, para conocer sus intenciones como
presidente heredero a la muerte del tirano Trujillo, asesinado el 30 de
mayo de 1961, y también fueron vencidos. John Barlow Martin, uno
de ellos, fue mucho menos bondadoso que el genial escritor de Arequipa
en sus conclusiones.
"De todas las personas con las que conversé, Balaguer es la única
que sigue siendo un enigma para mí. Su pose es la de un poeta, escritor,
intelectual que favorece la libertad y la democracia, que no le gusta el
autoritarismo, y, en cuanto a él mismo, sólo desea retirarse
de la vida pública y terminar la vida entre sus libros". Martin
fue enviado especial del presidente estadounidense John F. Kennedy a la
República Dominicana, en septiembre de 1961. "Contra eso [contra
la pose] tenemos su historial. Durante casi los 30 años del terror
del Generalísimo, ocupó un puesto en el Gobierno". Nada más
lejos en las intenciones de Balaguer, entonces y ahora, que retirarse a
su biblioteca. Segundo en las encuestas, disputa dentro de dos días
la presidencia a los candidatos del Partido Revolucionario Dominicano (PRD),
Hipólito Mejía, socialdemócrata, y del gubernamental
Partido de la Liberación Dominicana (PLD), marxista en sus orígenes,
el centrista Danilo Medina.
Joaquín Balaguer, que gobernó un cuarto de siglo en diferentes
periodos, siempre flanqueado por las denuncias de fraude, fue un misterio
hasta para Rafael Leónidas Trujillo, quien no entendía su
ascetismo, su renuncia a los placeres de la vida, su desinterés
por hacerse rico robando al prójimo. Ciego desde hace 20 años,
escurridizo, sabio en el hallazgo de oportunidades y alianzas, parece haber
actuado en las etapas más comprometidas de su trayectoria con los
ojos tapados, en sintonía con una de sus frases memorables: "En
países como el nuestro hay muchas situaciones complejas que hay
que entender a veces como un ciego y otras veces como un invidente".
El oráculo dominicano, el líder del Partido Reformista
Social Cristiano, capeó episodios cruciales, y fue el jefe de Gobierno
que, empujado por las manifestaciones callejeras, los abucheos y la presión
internacional, facilitó el tránsito hacia la democracia.
La revolución de Fidel Castro había triunfado en enero de
1959, y dos años después la oposición izquierdista
de Santo Domingo reclamaba patíbulos para los esbirros trujillistas
y la expulsión del hombre que igual glosó la magnificencia
de Trujillo, el Benefactor de la Patria, que, sobre su cadáver,
prometió recuperar el Estado de derecho.
Kennedy comunicó a sus asesores el dilema de su Gobierno durante
el año de la violenta transición: "Hay tres preferencias
en el orden de preferencias: un régimen democrático, la continuación
del régimen de Trujillo o un régimen castrista. Debemos apuntar
hacia el primero, pero no podemos renunciar al segundo hasta que estemos
seguros de que podemos evitar el tercero". Todos desconfiaban de los movimientos
de Balaguer: el hijo del sátrapa, Ranfis Trujillo, jefe de as Fuerzas
Armadas; los militares; la oposición y EE UU. "Creo que lo necesitamos",
recomendó John Barlow Martin, "pero nosotros no debemos confiar
nunca en él, debemos aceptarlo con grandes y ocultas reservas y
no quedar embarcados en su democratización de fachada".
Balaguer 2000-2004, un presidente de dos siglos, proclama un
cartel en la entrada de la casa del prócer, un domicilio cuya puerta
barre diariamente Celenia, la enana encargada de escobar los conjuros y
males de ojos lanzados contra un caudillo que apenas puede dar un paso
y que en la oscuridad demuestra una vista de lince. "Una vez más,
por necesidad", "Vuelve, vuelve y vuelve Balaguer" y "Sin ti el país
se hunde", jalean otras leyendas en las calles de Santo Domingo. Washington
no dejó que Balaguer se hundiera, y lo apadrinó en su exilio
a la carrera (1962-1966). Un golpe de Estado habría de deponer al
izquierdista Juan Bosch, su histórico rival durante cuatro decenios,
en septiembre de 1963, después de que ganara las elecciones de un
año antes, las primeras después de la era Trujillo. Sus consecuencias
fueron trágicas.
La guerra civil estalla en 1965, y el país es invadido por EE
UU. Corre la sangre, y vuelve Joaquín Balaguer como el candidato
de Washington, el único en liza, escoltado por las tropas norteamericanas.
Gana, por tanto, las presidenciales de 1966, organizadas por la CIA, y
desata una represión feroz contra todo aquello que huela a comunismo;
es reelegido en 1970 y en 1974. Cuatro años después, en 1978,
triunfa el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), con Antonio Guzmán,
y este partido conserva el Gobierno al imponerse de nuevo, con Jorge Blanco,
en 1982; pero Balaguer recobra el poder en 1986 tras un protestado escrutinio,
y lo mantiene en los comicios de 1990 y 1994. En las elecciones de 1990,
los muñidores del balaguerismo impidieron el triunfo de Bosch, utilizando
un eslogan canallesco: "Ese hombre está loco". Hace seis años
el fraude contra el socialdemócrata José Francisco Peña
Gómez fue tan clamoroso que el camaleónico anciano debió
aceptar un recorte de su mandato: de cuatro a dos años, y una reforma
constitucional que prohibió la reelección automática.
Joaquín Balaguer, aunque no pudo aspirar a la presidencia en
1966, trabajó a fondo para impedir que la consiguiera Gómez,
el candidato del PRD. Le imputó su condición de negro de
origen haitiano, y mintió en las tribunas proclamando que las intenciones
últimas de aquél eran fusionar la República Dominicana
con la despreciada Haití, la nación que ocupa la otra porción
de la isla La Española. El eterno aspirante vuelve rejuvenecido
por el ansia de poder, las intrigas políticas y un mes de hospitalización
en Houston (EE UU), y ansía cobrarse su decisivo apoyo a Leonel
Fernández, actual presidente, en la segunda vuelta de las elecciones
de hace cuatro años.
"Pareciera que en cada coyuntura apareciera un padrino que devuelve
la vigencia, como en un pacto infernal", señala el analista Adriano
Miguel Tejada, "al hombre que desde 1930 para acá, cada vez que
cae en desgracia, resurge como el Ave Fénix desde sus cenizas".
Escolástico, orador a la antigua, hispanista a ultranza y erudito,
ha escrito más de 30 libros, y su peripecia personal es todo un
tratado de navegación en aguas turbulentas.
La incompetencia y corrupción registradas en los dos Gobiernos
del PRD, y una izquierda que de revolucionaria pasó a bandolera,
fueron elementos que facilitaron los sucesivos regresos de un camaleón
al que el 78% de los habitantes de este país de cerca de ocho millones
de personas y una gran pobreza aún atribuyen poderes sobrenaturales.
Es el hombre al que una vez un diplomático regaló una
tortuga galápago de vida centenaria que fue rechazada por el inmortal
político con estas palabras: "No, que luego se mueren estos animalitos
y a uno le da mucha pena".
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