Hallado muerto
un alto funcionario tras destaparse un caso de corrupción en México
Dejó una nota de suicidio dirigida a su esposa
JUAN JESÚS AZNÁREZ, México
Juan Manuel Izábal, de 42 años, se suicidó
incapaz de afrontar lo que se le venía encima, convencido de que
los 700.000 dólares (120 millones de pesetas) acumulados ilegalmente
como oficial mayor (jefe administrativo) de la Procuraduría General
de la República (PGR, Fiscalía) le iban a destrozar la vida.
"Te vas a enterar de cosas nuevas que desconoces y te vas a decepcionar",
escribió a su esposa antes de pegarse un tiro en la boca.
Parabrisas del vehículo en el que viajaba,
el 27 de febrero, el jefe de policía de Tijuana
(AP).
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El titular de la Fiscalía, Jorge Madrazo, había recibido
el pasado martes una llamada del director jurídico de Citibank informándole
de que el funcionario, su brazo derecho, guardaba 700.000 dólares
en una caja de seguridad del banco. "Soy el primer sorprendido, ya que
siempre tuvo un modo honesto de vivir", declaró el fiscal.
Juan Manuel Izábal, padre de tres hijos de ocho, diez y doce
años, al cargo de multimillonarias compras y transacciones y de
la lucha contra la corrupción en la PGR, escribió dos cartas
póstumas. En una decía: "No se culpe a nadie de mi muerte.
Es mi decisión y la asumo. Que Dios me perdone". Fue encontrado
tumbado sobre el volante de su todoterreno, con un único impacto
en el paladar. "Alejandrina, amor mío", escribió a su esposa,
"perdóname por lo que voy a hacer. Ojalá que las cosas hubieran
sido de otra manera". El dinero, le informaba, "es producto de negocios
que he hecho, pero que en mi posición de servidor público
no se entenderían. No es de narcos, ni mucho menos, pero
no lo declaré y las circunstancias me ponen contra la pared".
El abogado Izábal, nacido en Acapulco, estudió Administración
de Empresas en la Universidad Nacional Autónoma de México,
fue miembro de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, y pasó
a la PGR en 1993, reclamado por Madrazo. Por sus manos pasaban los recursos
financieros, administrativos y humanos de la procuraduría. Bajo
su responsabilidad se adquirieron equipos por 310 millones de dólares
en 1999, y recientemente participó en la compra de 24 helicópteros.
Una de las posibilidades es que los 700.000 dólares provengan de
comisiones, y otra es que hubiera sucumbido a la tentación de adueñarse
de propiedades incautadas a delincuentes.
El difunto tuvo también relaciones en la PGR con Mario Ruiz Massieu,
director en los ochenta del Patrimonio de la Beneficencia Pública
en la Secretaría (ministerio) de Salud, quien recientemente se suicidó
en EE UU durante un proceso en su contra por enriquecimiento ilícito.
En octubre de 1997, Ruiz Massieu llamó a su viejo amigo para hablar
de su difícil situación. "Por lo que fuimos, por los años
que compartimos tanto, por tu tono amable en esa plática de octubre
[de 1986] siéntete bien", le decía. "Por lo demás
que toleraste a cambio de un cargo burocrático, debes sentirte indigno
como persona y equivocado como ser humano. Cambiaste la posibilidad de
ser un hombre libre por tu salario, y eso no te lo debes perdonar jamás".
El funcionario, finalmente, no se conformó con el salario, y
decidió adentrarse en la ilegalidad. "No quiero hacerte pasar un
infierno, ni a los niños. Diles a mis hijos que su padre los quiere
mucho, que le duele en el alma dejarlos, pero le dolería más
hacerlos sufrir esa vergüenza plenamente de su padre acosado y despedazado.
Los adoro y me los llevo en el alma".
Un riguroso sistema
La transformación de Izábal causó sorpresa. Controlaba
enormes sumas, los salarios, las relaciones con los sindicatos, las armas
o las gasolinas de los aviones. Puso en marcha un riguroso programa de
capacitación entre los policías judiciales, que incluía
el detector de mentiras y exámenes psicológicos, controles
que le granjearon antipatías en la plantilla. En los últimos
cuatro meses, por instrucciones de Izábal, fueron dados de baja
250 agentes federales, culpables de corrupción o con rastros de
haber ingerido drogas. "El que nada debe, nada teme", decía a sus
amigos. La dirección de la PGR ha ordenado una auditoría
en la Oficialía Mayor para deslindar responsabilidades y posibles
complicidades.
Los asesinos del jefe de policía
de Tijuana mataron a otros oficiales y abogados
J. J. AZNÁREZ, México
Ametrallado a placer, con 50 impactos en el cuerpo y otros 50 en la
carrocería de la furgoneta que conducía, el último
jefe de la policía de la ciudad fronteriza de Tijuana, Alfredo de
la Torre, fue supuestamente asesinado el pasado 27 de febrero por encargo,
por sicarios contratados por el narcotráfico y en complicidad con
policías de la ciudad fronteriza. Pero no sólo cayó
De la Torre. La Procuraduría General de Justicia (PGJ) del Estado
de Baja California atribuye a la banda otros 14 asesinatos, algunos de
destacados ciudadanos, entre ellos tres abogados y otros dos oficiales
de policía. El objetivo del atentado contra el jefe policial sería
crear confusión en este tramo de la frontera con Estados Unidos
para facilitar el narcotráfico.
Infiltrados los cuerpos de seguridad por los carteles, sobornados muchos
de sus miembros, México afronta un complejo desafío: la purga
de las instituciones encargadas de luchar contra el delito y de administrar
justicia. Los seis presuntos asesinos de Alfredo de la Torre fueron contratados,
a través de terceras personas, por Vicente Zambada Niebla, hijo
de Ismael Mayo Zambada, prófugo de la justicia federal desde
1998 y tenido como uno de los jefes del cartel que dirigía el difunto
Amado Carrillo Fuentes, el señor de los cielos. Ismael Zambada,
de acuerdo con las investigaciones llevadas a efecto por la Procuraduría
(Fiscalía) era el encargado de sobornar a los policías y
militares situados en puestos clave. Según el diario Reforma,
cuatro agentes municipales fueron detenidos en el interior de una furgoneta
Cherokee, vehículo similar al utilizado en el crimen, como presuntos
cómplices en varios asesinatos, incluido el de Alfredo de la Torre.
El 'caso Colosio'
También en Baja California, a plena de luz de día, fue
asesinado en abril de 1994 Federico Benítez López, director
de Seguridad Pública de Tijuana, que se había declarado depositario
de importante información sobre el caso Colosio. Luis Donaldo
Colosio, candidato del gubernamental Partido de la Revolución Institucional
(PRI) a la jefatura del Gobierno, fue asesinado en 1994 después
de un mitin en el barrio Lomas Taurinas de la ciudad de Tijuana, una de
las principales rutas del narcotráfico hacia el mercado de Estados
Unidos. La muerte del candidato, quien había prometido en campaña
decencia y apertura política, todavía no ha sido esclarecida.
Las revelaciones sobre el asesinato de De la Torre, con 25 años
en la Policía Municipal, en cuyo cuerpo de motoristas comenzó
su carrera, demuestran la gran capacidad corruptora del narcotráfico,
sobrado de fondos para contratar a matones y multiplicar los bajos salarios
de los policías. "En sus declaraciones, los [seis] detenidos confesaron
haber ejecutado los [15] homicidios por el pago de diferentes cantidades
[entre 3.000 y 6.000 dólares por cada uno de los crímenes]",
informó un comunicado de la PGJ de Baja California. "Y [confesaron]
que tales encomiendas les fueron hechas por individuos que dijeron actuar
por encargo de una persona de nombre Vicente Zambada, con la intención
de desestabilizar la tranquilidad pública y crear un ambiente de
confusión que le permitirá ampliar su presencia hacia esta
frontera en acciones del narcotráfico". |