Los cien hijos de Sánchez
Los herederos del terrateniente azucarero Rafael Lucas
Sánchez Hill, expropiado por la revolución cubana, disputan
a Meliá la propiedad de 100.000 hectáreas
ROSA TOWNSEND
Trabajadores almuerzan en una plantación
de
caña de azucar a 100 kilómetros de La
Habana
(Epa).
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El 15 de octubre de 1960, al ver que su central azucarera estaba entre
la lista publicada en la Gazeta Oficial de Cuba de los 105 expropiados
por la revolución, los Sánchez Hill hicieron las maletas.
Unos se fueron del país casi con lo puesto, otros se resistían
a pensar que habían perdido la fortuna y esperaron dos años
a la invasión que nunca llegó desde Estados Unidos para derrocar
a Fidel Castro. Como tantos otros hacendados cubanos, la mayoría
de la familia huyó del régimen comunista rumbo a Miami con
la esperanza de volver en poco tiempo. Casi cuarenta años después
siguen con la quimera de recuperar sus propiedades, o de que les indemnicen
por "usufructo" quienes las ocupan.
Con ese afán se han unido los más de cien descendientes
de Rafael Lucas Sánchez Hill, dispersos por la geografía
norteamericana -e incluso algunos distantes en Venezuela y España-
y han montado en Florida la corporación Central Santa Lucía
LC (con el mismo nombre del ingenio azucarero fundado por el patriarca
en 1857).
A través de esa sociedad limitada pretenden canalizar las indemnizaciones
que, según ellos, deben pagarles Meliá, LTU y AirTransat,
las tres empresas que gestionan hoteles situados en las 100.000 hectáreas
que les pertenecieron, en un terreno rectangular que abarca desde Gibara
hasta Playa Guardalavaca, en la parte oriental de la isla.
Los Sánchez Hill son viejos ricos de la Cuba venidos a menos
en el exilio, a los que muy pocos conocen en Miami porque no se han significado
ni en la política anticastrista, ni han alcanzado prominencia en
las finanzas, ni salen en las crónicas sociales. "Deben ser muy
discretos porque yo no los conozco. No han sido activos en el exilio",
dice Tomás García-Fusté, el periodista pionero de
la radio local en español que lleva cuatro décadas en Miami.
La vida en Norteamérica no les resultó tan fácil
como en Cuba. En los primeros tiempos tuvieron que hacer la misma cola
que los pobres de cuna para comer en el centro de refugiados de Miami y
trabajaron en lo que iba saliendo, aunque no pasaron hambre. Lo cuenta
su abogado, Nicolás Gutiérrez, tras el que se han parapetado
para cualquier comunicación. Cuando EL PAÍS llamó
esta semana a tres de ellos, Elvira Sánchez, Antonio Latour y Víctor
Pedroso, respondieron: "No tenemos nada que decirle". Su portavoz insiste
en que "no quieren hablar porque no les interesa que se sepa nada de su
vida".
No son ricos ni famosos. Con excepción de Tina Reyes Sánchez,
casada con el magnate azucarero Alfonso Fanjul, amigo personal de Bill
Clinton, que el pasado año se hizo famoso internacionalmente durante
el escándalo Lewinsky porque era el que estaba al otro lado del
teléfono mientras Mónica y el presidente mantenían
uno de sus encuentros "inapropiados".
Fanjul ha sido también uno de los mayores recaudadores de dinero
para Clinton. Tina y Alfonso Fanjul están oficialmente casados pero
viven separados desde hace años, ella en una mansión de Palm
Beach y él en otra de Coral Gables. Incluso Tina ha llevado una
vida tan discreta que muy pocos la conocen. Ella desciende de los Sánchez
de la primera de las tres esposas del patriarca, Encarnación Sánchez-Aballí.
Sus padres, Mirta y Gustavo, son ganaderos en Venezuela, pero viven la
mitad del año en Miami.
En su misma rama, hay otros primos que se dedican a criar ganado y cultivar
caña en Palm Beach. Uno de ellos, Alfredo Sánchez, es abastecedor
de caña, aunque modesto, de los multimillonarios Fanjul. Pero el
negocio no prospera lo suficiente y la tierra es cara de mantener, por
lo que Alfredo la ha puesto recientemente en venta. Con el paso de los
años el resto de la familia ha logrado una situación económica
desahogada de clase media o media-alta. Son profesionales como Antonio
Latour Sánchez, periodista que trabajó para Newsweek
en español, o banqueros, como Víctor Pedroso Sánchez.
Ambos son primos de Tina y viven en Miami y Coral Gables. Otros parientes
se fueron más al norte de Florida, a Nueva York, Luisiana y Alabama.
Todos tienen acciones en la nueva corporación Santa Lucia LC bajo
una fórmula de reparto que es réplica de la que dejó
en su testamento el patriarca antes de morir en Cuba el siglo pasado: un
50 % para los hijos de la primera esposa, un 30% para los de la segunda
y el resto para los de la tercera.
Los antepasados de la familia fueron de los primeros españoles
que llegaron a Florida hace más de dos siglos y luego se trasladaron
a la que entonces era provincia de España, donde echaron raíces
hasta la llegada de Fidel. El árbol genealógico reciente
empieza en 1857 cuando el patriarca, Rafael Lucas Sánchez Hill,
se traslada de Matanzas a Holguín para fundar la Central Santa Lucía,
con capacidad para procesar "400.000 arrobas de caña cada veintuacro
horas" según reza el Manual Azucarero de Cuba. En Estados Unidos,
los Sánchez Hill han formado junto con el resto de ex azucareros
cubanos la Asociación Nacional de Hacendados de Cuba, cuya principal
misión en el exilio es "desalentar las inversiones en los terrenos
que les expropió la revolución o que compensen a los dueños
legítimos", explica el abogado Gutiérrez, cuya familia pertenece
a la asociación.
Ese propósito le llevó a participar activamente en 1996
en la redacción de la ley Helms-Burton, por la que ahora el Departamento
de Estado tiene puesta en su mirilla a Sol Meliá y a otras empresas.
La ley penaliza a todas las empresas extranjeras que "trafiquen" con bienes
expropiados por la revolución cubana después del 1 de enero
de 1959.
La buena conexión que estableció Gutiérrez con
el senador republicano ultraconservador Jesse Helms le ha servido mucho
en la campaña de presión tras bambalinas que ha orquestado
para que EE UU apriete las tuercas de la ley contra las empresas ubicadas
en las propiedades que reclaman la docena de clientes a los que representa,
además de los Sánchez Hill.
Hasta el momento ha logrado más ruido que nueces.
A Gutiérrez y a los Sánchez Hill les basta con lo que
están logrando. "El otro día me llamaron de Madrid para decirme
que las acciones de Sol Meliá bajaron después de publicarse
que el Departamento de Estado les iba a enviar de forma inminente una carta",
dice Gutiérrez en su lujoso despacho de la calle Brickell, en el
Downtown de Miami.
Sorteando la ley Helms-Burton
Los Sánchez Hill nunca han entablado una demanda legal en los
tribunales de Estados Unidos para reclamar una indemnización a Sol
Meliá y otras empresas que operan en los terrenos que fueron de
su propiedad en Cuba. Sencillamente no pueden hacerlo, al haber quedado
en suspenso el capítulo tres de la ley Helms-Burton por orden del
presidente Clinton.
La única vía de sancionar a las empresas que "trafiquen"
con propiedades expropiadas en Cuba por la Revolución es el capítulo
cuarto de la ley Helms-Burton, pero sólo lo puede invocar de oficio
el propio Gobierno de Estados Unidos, no los particulares. A éstos
sólo les queda la vía de presión indirecta, que es
la que han estado ejerciendo los Sánchez Hill a través de
su abogado, Nicolás Gutiérrez. El padrino de los expropiados
cubanos en Washington es el senador Jesse Helms, autor de la ley, e ideológicamente
próximo al exilio anticastrista de Miami. A través de él
se han canalizado las presiones para que, por ejemplo, fuera cesado Mike
Runneberger como director de Asuntos Cubanos en el Departamento de Estado.
La queja contra Runneberger era que en tres años no ha puesto en
práctica las sanciones.
Los Sánchez Hill están capitalizando el pulso de fuerza
entre la Casa Blanca y el senador Helms, del que se han hecho eco los principales
periódicos norteamericanos. La táctica de Helms es boicotear
los nombramientos en asuntos exteriores que hace Clinton. Uno de ellos,
vinculado directamente a la aplicación del capítulo cuarto
de la ley Helms-Burton contra Sol Meliá, es el de Peter Romero como
subsecretario de Asuntos Hemisféricos, que desde hace un año
está paralizado. Helms envió el 15 de septiembre una carta
a Romero en la que le recordaba que esperaban que diera los "pasos necesarios
en el caso de Sol Meliá", según una copia a la que ha tenido
acceso EL PAIS.
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