Serpa cierra la campaña electoral con la promesa de acabar con la violencia en Colombia
PILAR LOZANO,
Bogotá
Es difícil que en Colombia un político se mida al reto de convocar una manifestación en la plaza de Bolívar en Bogotá. Horacio Serpa lo hizo y la llenó a medias, el pasado viernes en la noche, en un acto con el que cerró su campaña como candidato liberal a la presidencia. Allí, al lado de su fórmula vicepresidencial, la ex ministra de Relaciones Exteriores María Emma Mejía -disminuida en la plaza pública- le dio forma a la idea -con la que aspira a barrer en las urnas a sus rivales- de que él es el único capaz de sacar a Colombia del atolladero de la violencia.
Con la voz cortada por quiebros y temblores, prometió entre otras cosas diálogos sin condiciones, participación de las Naciones Unidas como mediadoras en un proceso de paz, y se mostró dispuesto a ordenar, como presidente, todos «los despejes que sean necesarios».
Fue una especie de respuesta anticipada a lo dicho ayer sábado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El grupo guerrillero más antiguo anunció la creación de una comisión para dialogar con los dos candidatos con más opciones para llegar a la jefatura del Estado -Serpa y el conservador Andrés Pastrana-, y volvió a repetir que no habrá paz si no se ordena el despeje militar de cinco municipios en plena zona de conflictos.
Serpa arrastra el peso de ser el candidato continuista. Fue durante tres años la mano derecha del Gobierno de Ernesto Samper, y estuvo salpicado por el narcoescándalo que puso a temblar, en varias oportunidades, a un Gobierno que según muchos ha sido el más corrupto y el más nefasto de la historia reciente del país. Serpa ha tratado de borrar esta imagen: «Samper es Samper; Serpa es Serpa».
Entre los asistentes el viernes a la plaza -había muchos pobres y también varios viejos militantes de izquierdas- se escucharon comentarios como éste: «Serpa tiene que ganar; él salvó al presidente Samper de esa plaga que lo quería tumbar, y Samper es el único presidente que ha visto por los pobres», declaró a este periódico Juan Durán, un viejo curandero y botánico que andaba por la plaza con su par de banderas, la roja liberal y la blanca de la paz, y con su sombrero de papel que lo identificaba como serpatizante. Las cifras señalan, sin embargo, que en estos cuatro años se han multiplicado las cifras de pobres y que el desempleo subió a niveles alarmantes.
Más allá, un pensionista de vestido y sombrero de paño describió así a su candidato: «Serpa es el único que se amarra los pantalones frente a los gringos», y defendió también a Samper: «Todos los políticos en este país son corruptos; todos están untados de mafia; Samper fue un chivo expiatorio».
El acto tuvo claro sabor populista. El animador, Edgar Perea, -incendiario locutor deportivo elegido recientemente como senador- entre discurso y discurso se dedicó a atacar a Pastrana. «Vende patria, soplón; Pastrana tiene huevo», fueron las palabras que usó y que alentaron a los asistentes a batir con más furia sus banderas y a gritar más fuerte «¡Serpa, Serpa, Serpa!».
Al final, el candidato -que según una última y polémica encuesta ha perdido varios puntos frente a Pastrana y corre el peligro de ser eliminado para la segunda vuelta por la independiente Noemí Sanín- apeló a viejos sectarismos partidistas gritando: «Y dale, y dale, y dale rojo dale». Y mientras de nuevo la plaza era un batir de banderas, un liberal «desencantado», que asistió como observador, comentó: «Lo mejor que le puede pasar al partido sería que perdiera. Creo que le serviría para reestructurarse y volver a ser lo que fue».
Partido desdibujado
El Partido Liberal, mayoritario en los últimos años, está hoy dividido y completamente desdibujado. Los samperistas de siempre, como el ex presidente Julio César Turbay, apoyan a Serpa; los críticos del actual régimen son el fuerte soporte del candidato conservador.
En las filas pastranistas -además de Gustavo Bell, su vicepresidente- están varios líderes del partido rojo, como el ex fiscal Alfonso Valdivieso, Ingrid Betancur, la nueva figura de la política colombiana, y el ex vicepresidente Humberto de la Calle, además de cuatro miembros de la dirección liberal. Pero también hay conservadores en las filas de Serpa. El viernes subió a la tarima el más populista y controvertido de todos: Carlos Moreno de Caro. En las elecciones parlamentarias prometió pan y vaso de leche y barrió en las urnas y fue elegido senador. Este hombre de voz afectada, que es investigado hoy por la justicia, gritó al adherirse a Serpa: «Se van a joder los poderosos porque el pueblo unido jamás será vencido». Pero los más poderosos del país -lo rebeló hace poco la prensa- decidieron en esta ocasión apoyar por igual a los tres aspirantes con más opciones a la presidencia: Serpa, Pastrana y Noemí Sanín.
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