Todo México llora la muerte de Octavio Paz
El cadáver del escritor, fallecido a los 84 años de un cáncer, será velado en el Palacio de Bellas Artes de la capital
JUAN JESUS AZNÁREZ,
México
El domingo, a las 22.35 (5.35, hora peninsular española), Octavio Paz falleció en su casa del barrio de Coyoacán (México, DF), a consecuencia de un cáncer de huesos. Tenía 84 años. Premio Nobel de Literatura en 1990 y premio Cervantes en 1981, poeta inmenso y pensador brillante, intelectual de curiosidad infatigable y viajero impenitente, Paz era una figura clave en la cultura latinoamericana del siglo XX. Su muerte , que fue anunciada por el presidente Ernesto Zedillo, sacudió a México como un terremoto y conmocionó al mundo internacional de la cultura. Su cadáver será velado por los mexicanos «el tiempo que haga falta».
![]() mortales de Octavio Paz es introducido ayer en el palacio de Bellas Artes mexicano (EPA). |
El patronato promoverá la obra y el pensamiento de un intelectual que se manifestó políticamente a contracorriente de su época y encajó un alud de censuras cuando denunció tempranamente los campos de concentración y totalitarismo soviéticos o el curso de la revolución cubana . «Su semblante era de paz», decía ayer una de los íntimos de la familia al comentar el aspecto del cadáver antes de su traslado al palacio de Bellas Artes, donde fue ovacionado en un homenaje póstumo y multitudinario de sus compatriotas. Posteriormente sus restos fueron llevados al Panteón Español donde fueron incinerados y después se trasladaron las cenizas a la Fundación Octavio Paz.
Su viuda, Marie Jo, recibió en casa las condolencias de destacadas figuras de la intelectualidad nacional, entre ellas, Ramón Xirau, Marco Antonio Montes de Oca, Eduardo Elizalde o Carlos Monsivais. Gobierno, oposición, poetas, pintores, amigos y quienes disputaron sus criterios y señalamientos políticos, reconocían la envergadura moral del fallecido. Aunque esperada, su desaparición conmocionó a México.
Meses atrás ya se sabía que de ésta no salía el premio Nobel de Literatura en 1990, abierto crítico de las dictaduras comunistas y, más tardíamente, y a intervalos, la vivida en su patria. «Sirvió a México, y mucho, con su ejemplo de valor y crítica al poder público», declaró el presidente, Ernesto Zedillo, durante el homenaje al que asistió como emocionado orador el poeta chileno de 80 años Gonzalo Rojas, ganador el 31 de marzo del primer Premio Octavio Paz de poesía y ensayo.
Depresión
El 21 de diciembre de 1996, un incendió en el piso de Cuauhtémoc destruyó parte de su querida biblioteca, y quebrantó el ánimo del autor de El laberinto de la soledad. «Los libros se van como se van los amigos», dijo. Pasto de las llamas, perdió volúmenes de Rubén Darío, Manuel Díaz Mirón y Manuel José Othón, y cuadros de sus amigos Juan Soriano, Gunther Gerzso o Roberto Malta.
El desastre le sumió en una profunda depresión y mermó su resistencia física porque no sólo ardieron textos de autores de su consideración, sino la bibliografía heredada del abuelo Irineo, o la primera edición de México en la obra de Octavio Paz. Vivió en la suite de un hotel del barrio de Polanco hasta su ingreso, en febrero de 1997 , en el Instituto Nacional de Nutrición para «un examen médico de rutina». Le descubrieron una hipertrofia prostática. Viajó a EE UU, a la clínica Mayo de Rochester. De vuelta a México, ingresó en el Hospital Central Militar. Pese al bajonazo del espíritu, y en lo posible, muy poco, atendió sus quehaceres literarios.
El palacio de Bellas Artes, máximo exponente de la cultura nacional, fue ayer enlutado con dos grandes lienzos negros, y miles de personas acompañaron al féretro, escoltado por policías del Estado Mayor presidencial y un duelo generalizado. Un mexicano anónimo declamó poemas de Paz frente al magno edificio. En la primera guardia de honor del velatorio formaron en los flancos del féretro el historiador Enrique Krauze, el filósofo Alejandro Rossi, el ensayista Teodoro González, el director del Instituto Nacional de Bellas Artes, Gerardo Estrada, y el presidente del Consejo Nacional para la Culura y las Artes, Rafael Tovar. Si la familia lo aprueba, anticipó el alcalde de la capital mexicana, Cuauhtémoc Cárdenas, los restos incinerados del sabio descansarán en la Rotonda de los Hombres Ilustres.
Nada convencional
El hermetismo sobre su ocaso físico y las sesiones de quimioterapia dispuestas por el oncólogo Rafael de la Huerta condujeron a sombrías conjeturas. El pensador fue descrito por su esposa como un hombre nada convencional, ni machista, ni pedante, ni oportunista, ni prudente, ni fanfarrón, ni mentiroso; más bien es colérico, divertido, legal, generoso, detesta la mezquindad, es intransigente en la creación, riguroso consigo mismo y tolerante con los demás. «Pero, gracias a Dios, ¡no es un santo!»
Las alarmantes noticias sobre su grave desfallecimiento interrumpieron el absoluto reposo ordenado por los médicos. Paz, aquejado también por una flebitis severa, decidió conceder una entrevista al escritor Guillermo Sheridan para informar al mundo que estaba vivo y lúcido . Paz comentó la aparición de la antología fonográfica Travesías, tres lecturas, un libro guía y tres discos con 40 poemas suyos, algunos de los cuales leyó en público. Pero su mal era incurable, y conocían ese carácter la mayoría de los presentes, el 17 de diciembre último, en la botadura de la fundación. Paz abundó allí sobre el significado de la literatura en su vida, una ocupación por la que sacrificó las otras. «No tengo más remedio que confesarlo: soy escritor y la escritura representa mi vocación verdadera». México evocaba en el duelo la premonitaria cavilación del maestro: «Estoy presente en todas partes, y para ver mejor, para mejor arder, me apago».
Hay que agradecerle también su compromiso con la libertad. Fue uno de los escasos grandes creadores de su generación que no sucumbió a la tentación totalitaria y que jamás aceptó lo que en los años 50 y 60 llegó a ser un imperativo para muchos de sus colegas: elegir entre el marxismo y el fascismo. Él defendió siempre la opción democrática con lucidez y valentía aunque eso le ganó innumerables enemigos y, a veces, verdaderas campañas de infamia contra él. Su obra y su ejemplo seguirán iluminando todavía a muchas generaciones de latinoamericanos.
© Copyright DIARIO EL PAIS, S.A. - Miguel Yuste 40, 28037 Madrid