Delaware Review of Latin American Studies
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Vol. 11 No. 2  December 30, 2010

Adivinos del agua. Los itzaes en los discursos de identidad en Petén Central. José Alejos García. Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Mayas, Universidad Autónoma de México. México (2010). Includes  31 photographs,  331 pp.

Reviewed by Amilcar R. Corzo Márquez*
Universidad Nacional de San Marcos de Guatemala
Centro Universitario de Petén

Hoy día, los temas de identidad, etnicidad y conservación de los recursos naturales en el contexto de la globalización son de interés para las ciencias sociales.  El departamento de Petén en las tierras bajas del norte de Guatemala es de interés especial para los conservacionistas, los arqueólogos y otros científicos sociales, pues constituye una zona dinámica de frontera agrícola y cultural en ese país.  Por ese interés, el libro presenta un estudio sobre los itzá de San José, Petén, en Guatemala, que parece ser una excusa para tener un análisis que rebasa al grupo cultural. Sirve de vehículo para describir las impresiones del retorno de un auto-exilio, como el autor lo manifiesta, y evidenciar un desencuentro con una realidad que lejos de ser de satisfacción, demuestra las falencias que está dejando la posguerra en el país. El libro se desarrolla mediante un estilo anecdótico y está ubicado temporalmente entre la última década del Siglo XX y el inicio del XXI.

En la introducción refiere que la llamada “pérdida de identidad étnica de los itzá” era un tema relevante para el estudio y para ello enfatiza metodológicamente en la interpretación del discurso, apoyándose teóricamente en Bajtín. Su análisis, profundamente humano y anecdótico, inicia con la tragedia de un grupo de indigentes ciegos de la etnia mam, que en una travesía de trovadores cantando himnos evangélicos para sobrevivir,  comparten el autobús con el autor en un viaje de la capital hacia Petén. Uno de los ciegos se ahoga en el lago Petén Itzá, y es el hecho apropiado para que el etnógrafo ilustre con esta tragedia, la postración étnica en este país de asimetrías.

La primera parte del libro es un intento de contextualizar el estudio e incluye una descripción analítica desde lo nacional hasta lo local, pasando por lo departamental. La primera sección identificada como “encuentro  con Guatemala” es un apartado que refleja la percepción del académico que regresa luego de un autoexilio en México, y que confronta lo que conocía con lo que observa actualmente. La lectura tanto del texto como del contexto refleja un balance negativo para el autor. Analiza las secuelas de la guerra interna (1960 – 1996) y se lamenta que luego de tanta muerte y barbarie, la posguerra no represente una mejora sustantiva para el país. La temporalidad de su análisis es importante, porque refleja la década de 1990, donde lamenta que los Acuerdos de Paz no pueden ser incluidos como reforma constitucional en Guatemala por la polarización derivada de la guerra, en la que los poderes hegemónicos han salido indemnes y  siguen rampantes dictando el futuro del país.

En el apartado dos describe al “Petén como contexto etnográfico”. Lo interesante de este capítulo, es que describe el contexto macro del estudio, no sólo desde su perspectiva de etnógrafo, sino desde los discursos de otros autores  entre ellos Norman Schwartz, Ruben Reina, Carlos Soza, y al parecer se decanta por la crítica generalizada de Juanita Sundberg.

Como todo análisis contemporáneo de Petén, la mención a la degradación ambiental y  a la pérdida de los recursos es central en el contexto. Es ineludible la disquisición sobre las implicaciones del FYDEP (agencia del gobierno que controlaba el desarrollo, la tierra, y la gobernabilidad en Petén durante los años 1959 a 1990) para el desarrollo demográfico del Petén en la segunda mitad del Siglo XX y su impronta como disparador de los cambios biofísicos, pero también culturales en el área. Para ello no hay nada mejor que el recurso anecdótico del viaje por tierra, que sirve de acuarela para pintar un Petén de vicisitudes y cambiante. Es central en esta parte la irrupción de Chino, -el informante clave- que lo introduce en lo evidente y en lo subyacente de la cultura del pueblo de San José.

Una crítica interesante en el libro, está asociada a los procesos de legalización de la tierra que los organismos multilaterales han empujado mediante préstamos que deberán pagar los guatemaltecos en el largo plazo. Es el espacio para la discusión de la pérdida de la territorialidad de las comunidades locales, especialmente de los itzaes, que al perder la tierra, pierden el uso consuetudinario ligado a ella. Como se ha observado en otros estudios, la pérdida del manejo consuetudinario de la tierra ha traído como corolario el abandono del manejo etnobotánico tradicional con implicaciones en la seguridad alimentaria. Ejemplifica las disposiciones de protección ambiental contradictorias, con la anécdota de un joven itzá sanjosefino, que  es capturado por cazar un pizote  y anunciado públicamente como un depredador, cuando los grandes depredadores coexisten con la autoridad en un maridaje de impunidad.

En fin, repasa el contexto petenero, la cooperación internacional clientelar, la globalización y el turismo que no beneficia a las mayorías.

La segunda parte explora las relaciones éticas circunscritas al grupo itzá mediante el acápite de  “los itzaes y sus vecinos”.  En esta parte el autor intenta desentrañar las sutilezas de la desagregación étnica en el departamento. Las identidades étnicas y los estereotipos ligados a ellas son repasados desde la primera mitad del Siglo XX, releyendo los reportes de Reina donde los mayeros eran la alteridad a los ladinos y una variación bien marcada de éstos que Reina llama los florentinos. Con la migración las categorías fueron modificándose a sureños, peteneros y cobaneros. Las peculiaridades de las identidades étnicas entre el Petén actual son de suyo diferenciales a la dicotomía indio-ladino tan marcada en el país, si bien Alejos la explora, en estricto sentido no la agota y es seguramente un tema para mayores estudios y más profundidad en el departamento.

Dentro de ese proceso, es importante el análisis que hace sobre la intervención extranjera, especialmente gringa, tanto de organizaciones no gubernamentales (ONG´s), como de la academia. Y en ese sentido, el libro es muy crítico con ambos. Desde las posiciones clientelares que las ONG´s han desarrollado, hasta el neocolonialismo académico de algunos representantes de la academia extranjera que de manera reduccionista intentan explicar el desarrollo social de los grupos en Petén. Es válida su crítica a las categorías de buenos o malos en el manejo de los recursos y para el efecto trae a colación los trabajos de  Scott Atran, un antropólogo cognitivo.

En el apartado seis “adivinos del agua. Los itzaes” es quizá donde se desentraña el eje nodal  en la etnografía de los habitantes de San José, cuyo tratamiento es relativamente pequeño en comparación con el análisis del contexto. En cualquier caso su análisis incluye las condiciones fisiográficas del pueblo y su relación con el agua –de ahí la derivación de su nombre en itzá-. Analiza los cambios que han ocurrido en su fisonomía urbana con la irrupción de la modernidad del cemento y las edificaciones para la venta turística, a expensas de la legitimidad  de su identidad como pueblo.

Discute levemente las relaciones de poder, la estructura organizativa y los diferentes grupos que, cada uno por su medio, intentan rescatar los resabios de una cultura que hace apenas un poco más de 300 años  se enseñoreaba en los dominios del Petén Central.
La historia social es bien reflejada en las anécdotas del etnógrafo y sus descripciones de los informantes ancianos, pretenden ser una muestra y una negación del tratamiento propio de sus colegas extranjeros.

La conclusión refleja nítidamente lo que trasluce a lo largo del texto. El testimonio de un grupo cultural que se resiste a desaparecer, aunque algunos académicos lo vaticinen con frecuencia, pero también el sentimiento del investigador de que como todo grupo cultural no es inmanente y cambian con el tiempo, revitalizando sus saberes o integrando nuevos.

En ese proceso de reconstrucción es importante notar las influencias que lo condicionan, siendo en el caso de los itzá de San José, en la mayoría de ellas, negativas y que inducen a perder ese sentimiento mítico de quien visita a un grupo que está ligado cultural y genéticamente a los que pueden servir como un referente cohesionador en esta sociedad guatemalteca que se desgrana.

La conclusión es el espacio también para algunas críticas a los procesos políticos que no han  mostrado avances, a los académicos extranjeros, incluyendo una, -injustificada creo yo- a Rubén Reina, ese etnógrafo que nos dejó en los años 60 una descripción lo menos contaminada culturalmente de lo que era el Petén central previo a la migración.

En general, el libro puede ser un ejemplo descriptivo de lo que está ocurriendo a lo largo de toda la región indoamericana: la modernidad que trae la globalización está empujando cambios vertiginosos en los grupos locales a expensas de la disminución de un conocimiento cultural cuyo impresionante valor está poco documentado.

 

 * MSc. Amilcar R. Corzo Márquez, quien ha publicado en estas páginas antes, es Jefe del Departamento de Investigaciones en el Centro Universitario de Petén, de la Universidad Nacional de San Carlos de Guatemala (CUDEP-USAC).  Entre sus publicaciones recientes se encuentran “Estudio comparativo del rendimiento en ciencias naturales y tecnología en seis escuelas de los municipios de Flores y San Benito, Petén” en la revista académica   Camino Blanco 2010, 2:2-6, y una monografía, “Situación educativa en cuatro escuelas con estudiantes Q’eqchies en los departamentos de Alta Verapaz y Petén.” Guatemala: Universidad del Valle de Guatemala, 2008.


Last updated December 30, 2010